jueves, 26 de octubre de 2017

Monumentos por países - Grecia


El Acrocorinto (en griego antiguo Ακροκόρινθος) es una elevación rocosa situada junto a la antigua ciudad de Corinto (Grecia). Se usó como acrópolis en la antigüedad y la Edad Media. Era una de las más grandes acrópolis griegas. Alcanza la cota de 575 m y posee una triple línea de fortificaciones y es una de las fortalezas medievales más importantes de Grecia.1
En su templo de Afrodita, donde se encontraban las estatuas de la diosa en armas, de Eros y de Helios, protector del Acrocorinto, más de mil hieródulas (siervas de la divinidad) ejercían la prostitución sagrada.1
En las investigaciones realizadas por los arqueólogos estadounidenses, sobre todo por Carl Blegen y Rhys Carpenter, casi nada se ha hallado de la Acrocorinto griega y romana: los muros están parcialmente incorporados a los medievales. Del templo de Afrodita, destruido por los cristianos, sólo subsisten los cimientos. No queda nada del Sisifeo. Únicamente se ha identificado la fuente Anfítrite en un ambiente subterráneo romano abovedado.

Historia[editar]

Mapa del Istmo de Corinto donde se aprecia la ubicación del Acrocorinto.
Vista del Acrocorinto, con el golfo de Corinto al fondo.
El lugar más alto del sitio albergó un templodedicado a Afrodita, que con la cristianización se convirtió en iglesia y después en mezquita.
Se trata de un lugar de fácil defensa gracias a su geomorfología. Su superficie total era superior a la de la propia ciudad de Corinto, por lo que en caso de invasiones podría servir como refugio para todos los habitantes de la ciudad e incluso el ganado.2​ Las primeras fortificaciones en el Acrocorinto se remontan a fines del siglo VII o principios del VI a. C. Perteneció a los macedonios desde el 338 a. C. hasta que, en la época de Antígono GónatasArato de Sición se apoderó de él y formó parte de los territorios de la Liga Aquea. La importancia estratégica del Acrocorinto era tal que, años más tarde, Demetrio de Faros aconsejó a Filipo V de Macedonia que si quería dominar el Peloponeso tendría que ocupar las fortalezas del Acrocorinto e Itome.34
En el año 146 a. C. sufrió destrucciones por parte de las tropas del cónsul romano Lucio Mumio pero luego los romanos la reconstruyeron.5​ Estrabón, que estuvo personalmente en el Acrocorinto, dice que el camino de subida tenía una longitud de treinta estadios.6
Fue fortificada fuertemente durante el Imperio bizantino al convertirse en la sede del estratego de la thema de Hellas.
Posteriormente fue una fortaleza de los francos en el siglo XII, tras la Cuarta Cruzada, y luego nuevamente de los bizantinos, hasta que el 1458 fue ocupada por los otomanos, por los venecianos en 1687 y nuevamente por los otomanos en 1715 hasta que en 1822 pasó a poder de Grecia.7
Con el abastecimiento de agua asegurado, la fortaleza del Acrocorinto fue usada como última línea defensiva del sur de Grecia repeliendo adversarios de la península peloponésica. La defensa de la colina estaba formada por tres circuitos amurallados.
La Escuela Americana de Estudios Clásicos comenzó las excavaciones en 1929.

Mitología[editar]

Pausanias relata un mito, según el cual, el Hecatónquiro Briareo fue el árbitro en una disputa entre Poseidón y Helios, cuyo veredicto fue que el istmo de Corinto pertenecía a Poseidón y la parte elevada por encima de la ciudad (Acrocorinto) a Helios.8
La fuente Pirene está ubicada dentro del recinto amurallado.
La fuente que está detrás del templo [de Afrodita] dicen que es un regalo que hizo Asopo a Sísifo, quien sabía que Zeus había raptado a Egina, hija de Asopo, pero se negó a revelarlo a Asopo, que la buscaba, hasta que éste diera agua al Acrocorinto.

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El Acronauplia (en griego: Ακροναυπλία, AkronafpliaturcoIç Kale, «Castillo Interior») es la parte más antigua de la ciudad de Nauplia en Grecia. Hasta el siglo XIII, era una ciudad propia. La llegada de los venecianos y los francos lo transformó en parte de las fortificaciones de la ciudad. Después, parte de ella fue utilizada como prisión hasta que el gobierno griego decidió que la visión prevista de su ubicación beneficiaría el turismo local y construyó un complejo hotelero que aún está allí hoy.

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El Arte en Delfos[editar]

Arte Arcaico[editar]

Bajorrelive arcaico de Delfos.
Está representado por algunas obras maestras: Se remonta al siglo VII a. C. un pequeño kurós de bronce y sobre todo una estatuilla de marfil que representa un personaje de pie que tiene una lanza en la mano derecha y la mano izquierda se apoya en la cabeza de un león rampante. Este "señor de las fieras" parece que está inspirado en las reproducciones de Gilgamesh asirio-babilónico.
Siglo VI: Dos estatuas gemelas de Apolo firmadas por Polimedes de Argos, que se incluyen en la tradición de la escuela arcaica del Peloponeso, caracterizada por una cierta solidez unida a una fuerza de expresión que casi obvia el aspecto convencional de las posturas y contrasta con la estatuaria, grácil y elegante, de tradición jónica.
Este es el caso de las cariátides de Cnido y de Sifnos. Al tesoro de Cnido pertenece la cabeza deteriorada de una cariátide que algunos autores atribuyen al tesoro de Sifnos, que se remonta casi al 525 a. C., del que se posee también el busto de una cariátide y la cabeza de otra.
Estas estatuas de rostro sereno, iluminado por una ligera sonrisa, con peinados complejos, con los más pequeños detalles, no carecen de encanto, cayendo a veces en un énfasis y ampulosidad que se detecta fundamentalmente en las dos cabezas de Sifnos.
El tesoro de los sifnios nos ha dejado una serie de bajorrelieves.
Los del frontón, Obra de un escultor de poco talento, representan la disputa por el trípode entre Apolo y Heracles. Es estereotipado y mal terminado, difiere de los frisos que representan escenas o carros con numerosos personajes.
Los del lado occidental y meridional han sido realizados por un maestro lleno de ardor que estiliza sin perjuicio del movimiento y de la fuerza, aunque no fue muy hábil con las figuras humanas.
El artista que realizó los frisos del lado oriental y septentrional, ricos de detalles y de vida. Supo ser minucioso sin menoscabo del amplio movimiento del conjunto.
Estos frisos anuncian el gran arte de la época clásica.
Aún de época arcaica son los fragmentos de las metopas del tesoro de los sicionios, que nos muestra el arte característico de esta ciudad del Peloponeso septentrional, y la Esfinge de Naxos, de nobles y sencillas líneas.

Arte clásico[editar]

Los artistas atenienses erán los principales representantes del paso de la época arcaica a la clásica.
Tesoro de los atenienses.
Sin duda surgieron de un taller ático las esculturas del templo arcaico de Apolo, reconstruido en el último cuarto del siglo VI a. C. por los Alcmeónidas, poderosa familia ateniense exiliada por los Pisistrátidas, tiranos que dominaron Atenas hasta el final del siglo VI a. C.
Dos cortejos de kuroí y de korai rodean el carro de Apolo. Aunque se evidencia una cierta estabilidad y una búsqueda de florituras, la obra anuncia las cualidades artísticas de los frisos del tesoro de los atenienses, realizados en 470 a. C., 20 años después de la batalla de Maratón.
Estas esculturas realizadas en altorrelieve, están muy deterioradas, pero los fragmentos permiten percibir el nacimiento del gran arte ático.
Las escenas representan los trabajos de Heracles y las luchas de los griegos contra las Amazonas, tema favorito de los escultores griegos mediante el que conmemoraban las victorias helénicas sobre los persas.
Las figuras siguen impregnadas de arcaísmo, pero la vivacidad de movimientos, el equilibrio compositivo de cada metopa, acercan el arte de estas esculturas a las contemporáneas del templo de Egina, estableciendo el ritmo y el orden del arte clásico, cuya etapa intermedia se halla en los relieves del templo de Olimpia.
La obra más célebre es el "Auriga", la única pieza que se ha recuperado de todo el conjunto que hacia el 475 a. C., un príncipe de Siracusa dedicó a la victoria de su carro.
Los caballos, el propio carro, el príncipe y un joven que le precedía, todo ello en bronce de tamaño natural, se ha perdido.
El auriga con los cabellos retenidos por una fina diadema, el gesto serio, vestido con una larga túnica de pliegues ligeros, es una de las maravillas de la estatuaria antigua. El ate clásico está muy poco representado en Delfos. Es muy difícil juzgarlo a través de los fragmentos que pertenecían a las metopas en la tholos de Marmaria.
Los bustos de las Amazonas, cubiertos por tenues velos de ondulado movimiento, nos hacen lamentar la pérdida de esas obras de pequeños maestros pertenecientes a la gran tradición de Fidias.
Otra obra de arte que se remonta al final del siglo V a. C., también fragmentaria, es la columna de las cariátides, conocidas por "las danzarinas de Delfos".
Las tres jóvenes, adosadas a una columna, sujetaban una cuba ya desaparecida. Son danzarinas que se mueven con gesto grave, mientras sus cortas túnicas temblaban alrededor de sus cuerpos. Es posible que fueran Tíades.
Sólo una ha conservado el rostro intacto, con la cabeza ladeada, con una expresión de extraña fascinación, con una sonrisa que se abre hacia unas facciones delicadas y con el cabello ondulado.

Arte del siglo IV a. C.[editar]

La escultura del siglo IV a. C. se ilustra sobre todo por las seis estatuas que se han recuperado del exvoto de Daocos, un príncipe tesalio.
Hacia el 336 a. C. depositó en el santuario un conjunto de nueve estatuas que le representaban a él mismo, a su hijo y a algunos antepasados.
Tres de la estatuas halladas están vestidas y decapitadas, otras tres desnudas. De éstas, dos conservan la cabeza.
La más notable y mejor conservada es la de Agias, vencedor del pancracio. Es posible que esta estatua sea una copia en piedra, del taller del maestro, de una original realizada en bronce por Lisipo. Estatua en que la potencia algo pesada del atleta se equilibra con el ímpetu interior que anima todo el cuerpo.
Más elegante es la estatua de Agealao, a la que le faltan los brazos y una pierna.

Arte de época helenística[editar]

Busto de Antinoo.
Estatua de Antinoo.
La época helenística nos ha legado la estatua de un filósofo de rostro grave y fuerte, vestido con una túnica de suaves pliegues. El rostro que anuncia el realismo de los retratos que triunfará desde el siglo II a. C., es el de un personaje de facciones sensibles y mirada positiva, con bigote y una barba corta.
La estatua de Antínoo, el joven favorito del emperador Adriano, que murió ahogado en el Nilo.
El retrato, sin duda idealizado, se sitúa en el declive del helenismo, en ese breve renacimiento promovido por los Antoninos en el siglo II, en el que el arte romanointenta aportar savia fresca al arte griego en decadencia.
Es la obra de un escultor sin originalidad, pero que posee un perfecto domino del propio arte, que ha sabido conjugar la gracia algo sólida del cuerpo joven y la melancolía de la mirada, que caracterizan las obras de arte de este perdido, en el que el mundo antiguo brilla con su último y luminoso rayo, antes de verse inmerso en las invasiones bárbaras.

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