miércoles, 4 de octubre de 2017

Patrimonios de la Humanidad - Alemania


La Abadía imperial de Lorsch (en alemán: Reichsabtei Lorsch; en latínLaureshamense Monasterium, también llamada Laurissa y Lauresham), en Lorsch, a 10 km al este de Worms, en el Distrito de Bergstraße, estado federado de HesseAlemania.
Fue uno de los más famosos monasterios del Imperio carolingio. En la actualidad se encuentra en ruinas, sus restos se hallan entre los edificios prerománicos más importantes de Alemania. En el año 1991 las ruinas de la abadía fueron declaradas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.1
Su crónica, anotada en el Códice de Lorsch desde 1170 (en la actualidad en el archivo estatal de Wurzburgo), es un documento fundamental en la Baja Edad Media alemana. Otro famoso documento de la biblioteca monástica es el Codex Aureus de Lorsch.

Historia[editar]

La abadía fue fundada en 764 por el conde franco Cancor y su madre viuda Williswinda como una iglesia propia (ecclessia propria) y monasterio en sus dominios, Laurissa. Confiaron su gobierno al sobrino de Cancor, Crodegango, arzobispo de Metz, quien dedicó la iglesia y el monasterio a San Pedro y se convirtió en el primer abad. Sus beatos fundadores enriquecieron la nueva abadía mediante donaciones. En 766 Crodegango renunció al cargo de abad por sus importantes deberes como arzobispo de Metz y envió a Lorsch a su hermano Gundeland como su sucesor junto con catorce monjes benedictinos. Para hacer la abadía popular como santuario y lugar de peregrinaje, Crodegango obtuvo del papa Paulo I el cuerpo de San Nazario, martirizado en Roma con tres compañeros durante el reinado de Diocleciano. El 11 de julio de 765, llegó la sagrada reliquia y fue depositada con gran solemnidad en la basílica del monasterio. La abadía y la basílica fueron renombradas en honor a San Nazario.
La iglesia principal de San Pedro, San Pablo y San Nazario fue consagrada por el arzobispo de Maguncia en 774, en presencia de Carlomagno. Se propagó que muchos milagros sucedieron por la intercesión de San Nazario de Lorsch, y de todas partes de Europa llegaron gran número de peregrinos para visitar el santuario. En el curso de nueve siglos, la biblioteca y el escritorio de Lorsch llegaron a ser uno de los centros culturales de Alemania. Cuatro catálogos del siglo IX demuestran que fue rica en textos clásicos y cristianos.2​ Papas y emperadores favorecieron repetidamente la abadía con privilegios y patrimonio que iba desde los Alpes al Mar del Norte, esto hizo que en poco tiempo la abadía no solo fuese inmensamente rica, sino que tuviese una gran influencia política. La abadía fue nombrada Reichsabtei (un principado soberano sujeto directa y únicamente al emperador). La posición de la abadía fue tan elevada que dos reyes carolingios, Luis el Germánico y Luis el Joven, fueron enterrados allí.
Primera página del Codice de Lorsch.
Al disfrutar la abadía de los derechos de un Estado, empezó a involucrarse en enemistades locales y numerosas guerras. Después de cuarenta y seis abades de la orden benedictina que habían gobernado la abadía, Conrad, el último de los abades fue depuesto por el papa Gregorio IX, y por la influencia del emperador Federico II, Lorsch pasó a manos del arzobispo de Maguncia en 1232, terminando el gran periodo cultural y de política independiente de la Abadía de Lorsch.
En 1248, los monjes mostenses se hicieron cargo del monasterio con la aprobación del papa Celestino IV y permanecieron allí hasta 1556, cuando Lorsch y los alrededores pasaron a manos de los príncipes luteranos y calvinistas. El príncipe elector del Palatinado, Otón Enrique trasladó el contenido de la biblioteca a Heidelberg, formando la famosa Bibliotheca Palatina, justamente antes de la disolución de Lorsch en 1557/1563. Los religiosos que permanecían habitando la abadía recibieron una pensión y fueron expulsados. En 1623, después de la conquista de Heidelberg, Maximiliano Elector de Baviera entregó la espléndida biblioteca, 196 manuscritos, al papa Gregorio XV.3​ Leone Allacci fue enviado para controlar el traslado a Roma, donde fueron incorporados a la Biblioteca Vaticana.
Durante la Guerra de los Treinta Años Lorsch y sus alrededores sufrieron mucho. En 1621 la mayoría de los edificios de Lorsch fueron derribados. Después el arzobispado de Maguncia recuperó su posesión, la región retornó a la facción católica. El más lúgubre periodo para Lorsch fue durante las guerras de Luis XIV de Franciaentre 1679 y 1697. Pueblos enteros fueron convertidos en ruinas, los hogares de los campesinos fueron destruidos por el fuego, y los soldados franceses incendiaron los viejos edificios de la abadía. Una parte que quedó intacta, sirvió como almacén de tabaco en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. El antiguo pórtico real, el Königshalle, construido en el siglo IX por el emperador Luis III el Ciego, es el más antiguo y probablemente más bello monumento de la arquitectura carolingia.
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El Aula PalatinaBasílica de Constantino o Konstantinsbasilika en alemán, es una construcción de ladrillos de planta rectangular, datada en el año 310 y situada en la ciudad de TréverisAlemania. En origen eran un aula (o galería cubierta) romana y guarda la más extensa sala que haya llegado a los tiempos modernos desde la Antigüedad clásica. El espacio interior del edificio mide 67 m de largo, 27'5 m de ancho (o sea 225×92 pies romanos) y 30 metros de altura. Presenta un gran ábside semicircular, que albergaba el trono del emperador romano.
En 1986, la basílica de Constantino, así como otros monumentos romanos que se conservan en Tréveris y en la región, se inscribe en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, dentro del conjunto denominado Monumentos romanos de Tréveris(Porta Nigraanfiteatro, basílica de Constantino, Barbarathermenpuente romano de Tréveristermas imperialescolumna de Igel), catedral de Tréveris e iglesia de Nuestra Señora de Tréveris.

Historia[editar]

El aula, construida a principios del siglo IV, servía como salón del trono de Constantino I el Grande. Internamente se equipó con paramentos de mármol, con nichos que albergaban efigies de mármol. Se calentaban el piso y las paredes. El tamaño y el lujo de sus edificios servían a los romanos para demostrar su pujanza.
Es imposible datar con precisión la construcción de la basílica. Lo que es cierto, es que se construyó con las piedras de edificios más antiguos, y que no constituía un edificio aislado, sino que en la época de la Antigüedad tardía formaba parte del recinto del palacio imperial: los vestigios de los edificios adyacentes se sacaron a la luz en los años ochenta y son hoy visibles.
El aspecto actual de la basílica no recuerda a la arquitectura de origen, ya que en aquella época los ladrillos estaban cubiertos de enlucidos. Algunos rastros de estos enlucidos de origen así como algunas características antiguas se conservaron a la altura de los vanos.
La calefacción de esta gigantesca parte estaba garantizada por el siguiente dispositivo: bajo un piso doble que funciona como hipocaustose encontraban cinco calderas, de donde se elevaba el aire caliente tanto por convección entre los dos pisos como detrás del recubrimiento de mármol que revestía las paredes. Así el piso no era la única superficie que calienta. La evacuación del aire caliente se efectuaba por las aberturas en parte superior del edificio; de paso, calentaba las paredes, las cuales servían en la práctica de radiadores.
Después de los saqueos sufridos por los pueblos germánicos, el edificio fue casi destruido. El techo probablemente se desfondó en la Edad Media; a partir de 1008 las paredes se reconvirtieron plaza fuerte. En consecuencia, el complejo sirvió de residencia principesca a los arzobispos de Tréveris. En el siglo XII, el ábside fue transformado en torre para albergar al arzobispo. Este aspecto prevaleció hasta alrededor del año 1600.
En el siglo XVII, el Aula Palatina pasó a ser utilizada como palacio, cuando el arzobispo Lothar von Metternich hizo construir su palacio principesco contra la basílica a principios del siglo XVII. Para ello, la pared este fue parcialmente demolida y también el meridional, mientras que el resto se integró directamente en el nuevo palacio. En los períodos napoleónico y prusiano, el lugar sirvió de alojamiento militar. El rey Federico Guillermo IV de Prusia ordenó su reconstrucción, volviendo a la arquitectura romana original según una reconstrucción de coronel Carl Schnitzler (1846-1856).
En 1856, fue consagrada «para la eternidad» al culto protestante y desde entonces cumple la función de templo dedicado a San Salvador, aunque siguió siendo propiedad del Estado Federado de Renania-Palatinado. A finales del siglo XIX, el escultor Gustav Kaupert de Fráncfort realizó cinco estatuas para la basílica, representando a Jesucristo y los Evangelistas. De estas estatuas sólo quedan hoy en día las cabezas.
El edificio ardió por completo en 1944. La reconstrucción se hizo después de la guerra voluntariamente con mucha prudencia. Para la reconstrucción, sólo los ladrillos de paramentos aparentes se utilizaron para los muros interiores, reconstruidos con un aire histórico al siglo XIX.

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