Babilonia
Aproximadamente entre los años 2000 y 500 a.C., Babilonia fue la capital del imperio babilonico y un importante centro religioso y mercantil. También fue el lugar donde se levantó la legendaria Torre de Babel y se construyeron los Jardines de, considerados una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo.
La ciudad de Babilonia fue famosa en todo el mundo antiguo. Cuando el escritor griego Herodoto la visitó, en torno al año 450 a.C. -tras haber sido conquistada por los persas-, afirmó que «sobrepasaba en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido». Las glorias de la capital incluían inmensos y decorados templos y palacios, además del zigurat de ladrillo que, supuestamente, era la Torre de Babel mencionada en la Biblia.
Babilonia se encuentra en Iraq, 88 kilómetros al sur de la ciudad de Bagdad. Entre 1899 y 1913, Babilonia fue excavada por el arqueólogo alemán Robert Kolde-wey y su equipo. Ladrillo a ladrillo, fueron reconstruyendo lentamente la imagen de la antigua ciudad. Su investigación sacó a la luz a Babilonia tal cual había sido en sus años finales, durante el reinado del rey Nabucodonosor II. Bajo las ruinas de la Babilonia de Nabucodonosor se encuentran los restos de la ciudad en épocas anteriores.
En el siglo XVII a.C., Babilonia se había convertido en el centro de un amplio imperio, durante el reinado de Hammurabi. El equipo de Koldewey encontró que la Babilonia de Hammurabi contaba con preciosos templos y palacios, así como un complicado laberinto de estrechas calles flanqueadas por casas. Todos los edificios estaban hechos de adobes, sobre cimientos de ladrillos cocidos. La capital de Hammurabi estaba protegida por fuertes murallas.
Tras el reinado de Hammurabi, Babilonia pasó a manos de los kassitas, que la gobernaron desde 1660 a.C. hasta 1150 a.C. Entonces, en el siglo VII a.C, los asirios capturaron y saquearon la ciudad.
La ciudad de Babilonia fue famosa en todo el mundo antiguo. Cuando el escritor griego Herodoto la visitó, en torno al año 450 a.C. -tras haber sido conquistada por los persas-, afirmó que «sobrepasaba en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido». Las glorias de la capital incluían inmensos y decorados templos y palacios, además del zigurat de ladrillo que, supuestamente, era la Torre de Babel mencionada en la Biblia.
Babilonia se encuentra en Iraq, 88 kilómetros al sur de la ciudad de Bagdad. Entre 1899 y 1913, Babilonia fue excavada por el arqueólogo alemán Robert Kolde-wey y su equipo. Ladrillo a ladrillo, fueron reconstruyendo lentamente la imagen de la antigua ciudad. Su investigación sacó a la luz a Babilonia tal cual había sido en sus años finales, durante el reinado del rey Nabucodonosor II. Bajo las ruinas de la Babilonia de Nabucodonosor se encuentran los restos de la ciudad en épocas anteriores.
En el siglo XVII a.C., Babilonia se había convertido en el centro de un amplio imperio, durante el reinado de Hammurabi. El equipo de Koldewey encontró que la Babilonia de Hammurabi contaba con preciosos templos y palacios, así como un complicado laberinto de estrechas calles flanqueadas por casas. Todos los edificios estaban hechos de adobes, sobre cimientos de ladrillos cocidos. La capital de Hammurabi estaba protegida por fuertes murallas.
Tras el reinado de Hammurabi, Babilonia pasó a manos de los kassitas, que la gobernaron desde 1660 a.C. hasta 1150 a.C. Entonces, en el siglo VII a.C, los asirios capturaron y saquearon la ciudad.
La Ciudad de Nabucodonosor
No fue hasta que el general babilonio Nabopolasar derrotó a los asirios en el año 626 a.C., cuando Babilonia recuperó su antigua gloria. Él y su hijo Nabucodonosor reconstruyeron la capital y la transformaron en la más bella ciudad del Oriente Medio antiguo. La capital de Nabucodonosor ocupaba una extensión de 850 hectáreas, más grande que muchas ciudades modernas. En su apogeo vivían en ella 250.000 personas.
La ciudad, rectangular, estaba rodeada por una doble línea de murallas. La exterior tenía 26 metros de grosor. La interior era igual de maciza, pues Herodoto nos dice que por el camino de ronda podían pasar juntos dos carros tirados por cuatro caballos cada uno.
La ciudad, rectangular, estaba rodeada por una doble línea de murallas. La exterior tenía 26 metros de grosor. La interior era igual de maciza, pues Herodoto nos dice que por el camino de ronda podían pasar juntos dos carros tirados por cuatro caballos cada uno.
Características de Nabucodonosor
Ocho puertas de bronce daban paso a la ciudad. La más magnífica de ellas era la Puerta de Ishtar. Sus muros y acceso estaban decorados con brillantes ladrillos vidriados de color azul, además de por relieves de animales que representaban a los dioses babilónicos. Ishtar, la diosa del amor y la guerra, estaba representada por un león; Adad, el dios de las tormentas, estaba representado por un toro. Un grifo representaba a Marduk, que era un dios importante, además del patrón de la ciudad.
En época de Nabucodonosor, el río Éufrates atravesaba la ciudad, dividiéndola en dos. Ambas mitades estaban comunicadas mediante un puente de piedra. La parte occidental contenía las casas de la mayoría de los ciudadanos, mientras que la parte oriental contenía templos y palacios.
El palacio de Nabucodonosor estaba cerca de la Puerta de Ishtar. Conocido como «Maravilla de la humanidad», se construyó en torno a cinco patios y sus muros estaban decorados con ladrillos vidriados. En el suelo de uno de los patios, los arqueólogos encontraron una inmensa escultura de un león pisoteando el cuerpo de un hombre. La estatua simbolizaba el triunfo de Babilonia sobre sus vecinos.
En época de Nabucodonosor, el río Éufrates atravesaba la ciudad, dividiéndola en dos. Ambas mitades estaban comunicadas mediante un puente de piedra. La parte occidental contenía las casas de la mayoría de los ciudadanos, mientras que la parte oriental contenía templos y palacios.
El palacio de Nabucodonosor estaba cerca de la Puerta de Ishtar. Conocido como «Maravilla de la humanidad», se construyó en torno a cinco patios y sus muros estaban decorados con ladrillos vidriados. En el suelo de uno de los patios, los arqueólogos encontraron una inmensa escultura de un león pisoteando el cuerpo de un hombre. La estatua simbolizaba el triunfo de Babilonia sobre sus vecinos.
El Templo de Marduk
Al sur del palacio se encontraba el templo de Marduk, unido a la Puerta de Ishtar mediante una amplia calle llamada Avenida Procesional. Este templo era el centro de la fiesta más importante de la ciudad, que tenía lugar durante el año nuevo y duraba 11 días. En su clímax, el rey encabezaba una procesión que llevaba una estatua de Marduk, a través de la Puerta de Ishtar, hasta un santuario en las afueras de la ciudad. Al norte del templo de Marduk había un zigurat, o pirámide-templo, de ladrillo y que se supone es el origen de la Torre de Babel mencionada en la Biblia. Se alzaba hasta los 91 m de altura y en su cima había un pequeño santuario para Marduk.
Los Jardines Perdidos
Aunque se han buscado repetidamente, los arqueólogos no han podido encontrar hasta ahora resto alguno de los Jardines Colgantes de Babilonia. Según las descripciones que se han conservado de autores antiguos, los jardines fueron construidos por Nabucodonosor para complacer a su esposa, una princesa meda que echaba de menos los bosques y praderas de su tierra natal. Los jardines probablemente crecieran en terrazas, derrumbadas desde hace mucho.
Caída de Nabucodonosor
Tras Nabucodonosor, el poder de Babilonia desapareció. La ciudad cayó primero en manos del Imperio persa, en el año 539 a.C., siendo conquistada de nuevo en 331 a.C., esta vez por el general macedonio Alejandro Magno. Éste la convirtió en su capital, pero cuando Alejandro murió, la región pasó a manos de su general Seléuco, que prefirió construir junto al río Tigris una nueva capital, Seléucia, por lo que Babilonia fue abandonada.
- Estos son un par de ejemplos de unas tablillas Babilónicas con escritura cuneiforme (ambas imágenes obtenidas de la web de la Universidad de St Andrews):
Tablilla Babilónica Tablilla de Plimpton 322
- La Tablilla de Plimpton 322, que se encuentra expuesta en la Universidad de Columbia (USA), es particularmente importante. En ella aparece explícita la utilización del Teorema de Pitágoras.
Calendario Gnomón
Calendario Babilónico (Irak) Aparato para medir el tiempo.
Foto MAGNUM Foto GIRANDON
en "Ciencia y Vida" nº 2 Abril 1998 en "Ciencia y Vida" nº 2 Abril 1998
EN UNA fértil llanura a unos 80 kilómetros (50 millas) de la actual Bagdad se erguía antiguamente la impresionante ciudad de Babilonia. Parecía inexpugnable, rodeada como estaba por descomunales muros dobles y un enorme foso. Era una de las ciudades más grandes del mundo antiguo y se hizo célebre por sus majestuosos templos, jardines colgantes y zigurats (torres templo). No es de extrañar que últimamente haya recibido el calificativo de ciudad de maravillas.
En la Biblia se la llamó “Señora de Reinos”, y fue la capital de la tercera potencia mundial de la historia bíblica (Isaías 47:5). El Imperio babilónico, al igual que el egipcio y el asirio que le precedieron, desempeñó un destacado papel en la historia bíblica. Esto nos permite comparar lo que la Biblia dice sobre Babilonia con lo que dicen las fuentes profanas.
Historia fiable
El libro bíblico de Daniel habla de un rey de Babilonia llamado Belsasar (Daniel 5:1). Pero tiempo atrás, algunas fuentes profanas afirmaban que Belsasar, aunque poderoso, nunca fue rey. ¿Estaba equivocada la Biblia? Veamos. En las ruinas de la ciudad mesopotámica de Ur se desenterraron unos cilindros de arcilla. En uno de ellos aparecía grabada en escritura cuneiforme una oración del rey babilonio Nabonido en favor de su hijo, que en parte decía: “Bel-sar-ussur [es decir, Belsasar], mi hijo mayor”. Hallazgos arqueológicos posteriores confirmaron que Belsasar “actuó como regente durante más de la mitad del reinado de su padre, durante cuyo tiempo era, en realidad [...], rey”, según comenta el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza.
La historia también indica que Babilonia era una ciudad sumamente religiosa, donde la astrología y la adivinación estaban muy extendidas. Por ejemplo, en Ezequiel 21:21 leemos que el rey de Babilonia recurrió a la adivinación para decidir si atacaría Jerusalén o no. Dicho versículo añade que “mir[ó] en el hígado”. ¿Por qué? Porque los babilonios se valían del hígado de animales sacrificados para buscar agüeros. El libro Mesopotamian Astrology dice que en tan solo un yacimiento arqueológico de Babilonia se desenterraron “32 modelos de hígado [en arcilla], todos grabados” con inscripciones de agüeros.
El arqueólogo Nelson Glueck, por su parte, dijo en cierta ocasión: “Llevo treinta años excavando con la Biblia en una mano y la pala en otra, y en cuestión de perspectiva histórica nunca he visto que la Biblia esté equivocada”.
“Llevo treinta años excavando [...], y en cuestión de perspectiva histórica nunca he visto que la Biblia esté equivocada.” (Nelson Glueck)
Profecía confiable
¿Cómo reaccionaría usted si alguien le dijera que una capital importante —como Pekín, Moscú o Washington— va a quedar deshabitada y en ruinas? Seguramente no se lo creería. Pues eso fue justo lo que se predijo de Babilonia. Con unos doscientos años de antelación, alrededor del 732 antes de nuestra era, Jehová Dios inspiró al profeta hebreo Isaías para que pusiera por escrito una profecía sobre la caída de la poderosa Babilonia. Esta decía en parte: “Babilonia, la decoración de reinos, [...] tiene que llegar a ser como cuando Dios derribó a Sodoma y Gomorra. Nunca será habitada, ni residirá por generación tras generación” (Isaías 13:19, 20).
Pero ¿por qué predijo Dios la destrucción de Babilonia? En 607, el ejército babilonio destruiría Jerusalén y se llevaría a los supervivientes a Babilonia, donde recibirían un trato cruel (Salmo 137:8, 9). Dios predijo que su pueblo tendría que aguantar —merecidamente— esa difícil situación durante setenta años, pero que después los liberaría y los dejaría regresar a su tierra (Jeremías 25:11; 29:10).
La Palabra profética de Dios se cumplió. En el año 539, cuando los judíos estaban a punto de terminar sus setenta años de exilio, la “inexpugnable” ciudad de Babilonia fue conquistada por los medos y los persas. Con el tiempo, la ciudad quedó convertida en un montón de ruinas, exactamente como estaba profetizado. Ningún ser humano podía predecir algo semejante. La acción de profetizar, o predecir hechos futuros, distingue al Autor de la Biblia —el Dios verdadero, Jehová— de cualquier otro dios (Isaías 46:9, 10).
Una esperanza en la que usted puede confiar
Y hay otra profecía cuyo sorprendente cumplimiento se está viendo en nuestros días. Esta tiene que ver con el rey Nabucodonosor de Babilonia y un sueño que tuvo sobre una imagen inmensa. El cuerpo de la imagen estaba dividido en cinco partes: la cabeza; los pechos y los brazos; el vientre y los muslos; las piernas, y los pies. Cada parte tenía una composición metálica diferente (Daniel 2:31-33). Las cinco partes representaban una sucesión de reinos —o gobiernos— que empezó con Babilonia y que continúa hasta el día de hoy con la potencia mundial angloamericana, la séptima de la historia bíblica (Daniel 2:36-41).
El profeta Daniel señaló que en la composición de los pies y los dedos de los pies de la imagen había una diferencia notable. En lugar de ser de un metal puro, estaban hechos de hierro mezclado con barro húmedo. Daniel le dio la siguiente explicación a Nabucodonosor: “Como contemplaste hierro mezclado con barro húmedo, llegarán a estar mezclados con la prole de la humanidad; pero no resultará que se mantengan pegados, este a aquel, tal como el hierro no se mezcla con barro moldeado” (Daniel 2:43). Y es cierto, la mezcla de hierro y barro resulta frágil: los dos materiales no se “mant[ienen] pegados”. ¡Qué bien le encaja esta descripción al mundo políticamente dividido en el que vivimos!
Daniel también reveló otro importante dato. En el sueño, el rey Nabucodonosor vio una piedra cortada de una montaña que “dio contra la imagen en sus pies de hierro y de barro moldeado, y los trituró” (Daniel 2:34). ¿A qué se refieren esas palabras? Daniel mismo lo explicó: “En los días de aquellos reyes [durante el tiempo de la última potencia mundial] el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). Esta profecía señaló a un Reino muy diferente de los gobiernos que el hombre conoce. Su Rey es Jesucristo, el Mesías. Y como se ha indicado previamente en esta serie de artículos, este Rey aplastará a Satanás y a todos sus seguidores —tanto humanos como espirituales—, logrando con ello que impere la paz y la armonía en todo el universo (1 Corintios 15:25).
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