El hechicero de Les Trois-Frères
La cueva de Les Trois-Freres (situada en Ariege, Francia) es uno de los yacimientos prehistóricos de mayor relevancia que se encuentran en el país galo. Alberga una serie de pinturas de gran interés que han sido datadas entre el año 12000 y 10000 a.C. Sin lugar a dudas, la figura de “El hechicero” es la más conocida de las pintadas sobre las paredes de esta cueva.
Les Trois-Frères (descubierta en el año 1912 por los tres hijos del conde Bégouen en lo que eran entonces sus terrenos) destaca por sus manifestaciones de figuras fantásticas y pertenecen cronológicamente al período magdalaniense. Así, aparte de estas imágenes de carácter más popular, también se puede contemplar un hombre-bisonte con un instrumento musical y otra figura de hombre-bisonte, pero que en este caso aparece mucho más hibridada.
En casi un metro, e independientemente de otras pinturas de la misma cueva, se representa la figura que se conoce con el nombre de “El hechicero” Se trata de una figura antropomorfa, con partes humanas (el sexo, su postura bípeda) y animales (cuernos, orejas, barba, cola), mientras que la disposición de las piernas recuerda algún tipo de danza de encantamiento. El cuerpo está recorrido por finas líneas grabadas, mientras que los espacios intermedios presentan una pigmentación negra. Llama asimismo la atención el tratamiento expresivo de unos ojos desmesuradamente abiertos. Pese a su sintetismo, resulta de una gran calidad.
En casi un metro, e independientemente de otras pinturas de la misma cueva, se representa la figura que se conoce con el nombre de “El hechicero” Se trata de una figura antropomorfa, con partes humanas (el sexo, su postura bípeda) y animales (cuernos, orejas, barba, cola), mientras que la disposición de las piernas recuerda algún tipo de danza de encantamiento. El cuerpo está recorrido por finas líneas grabadas, mientras que los espacios intermedios presentan una pigmentación negra. Llama asimismo la atención el tratamiento expresivo de unos ojos desmesuradamente abiertos. Pese a su sintetismo, resulta de una gran calidad.
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DESCRIPCIÓN: Nos encontramos ante la imagen de una cueva conocida como Les Tróis Frères, en los Pirineos franceses. En uno de los enclaves más prolíficos en pintura paleolítica. En la cueva se aprecia una pintura, naturalista y figurativa representando distintas especies animales. Podemos situarla dentro del Paleolítico en el período Magdaleniense entre el 16.000 y el 10.000 a. C. y sería realizada por un artista anónimo, que seguramente tendría el papel de chamán dentro dentro de la tribu. Podemos enmarcar esta obra dentro del estilo conocido como franco-cantábrico.
ASPECTOS MATERIALES Y TÉCNICOS: A la hora de hablar de los aspectos materiales y técnicos debemos centrar la atención en la localización de la pintura, es habitual en las pinturas paleolíticas, que se buscasen lugares cerrados y poco accesibles, encontrándose habitualmente en las zonas más profundas y recónditas de la cueva. A menudo en zonas de difícil acceso también, como esta cueva que se encuentra a unos 465 metros de altitud y alejada, casi con total seguridad, del asentamiento habitual. Esto ha propiciado en gran medida un buen estado de conservación. En cuanto a la técnica es posible que utilizaran varios procedimientos como el grabado sobre la roca y la pintura, la policromía se basa en la utilización del negro, seguramente a partir de la utilización de carbón vegetal y el blanco a partir de arcillas o arenas, que se mezclarían con aglutinantes como grasa animal o resinas. Para su aplicación o bien se utilizarían los dedos de las manos o bien rudimentarios pinceles realizados con pelo de animal.
ANÁLISIS FORMAL: Como podemos observar, se trata de una escena de animales, que se dispone en de forma horizontal y donde seguramente serían aprovechados los relieves de la pared de la gruta para dotar de volumen a los animales. La representación de tipo naturalista representa animales hoy desaparecidos en Europa, como leones, rinocerontes y bisontes o búfalos. La gran mayoría se dispone de perfil, sin que ello de lugar a una pérdida de vitalidad y se utilizan recursos para expresar el movimiento. En general se disponen unos al lado de otros, yuxtaponiendose en muchas ocasiones y aunque no podemos decir que respondan a una escena preconcebida, se advierte cierto sentido de la composición. En esta cueva, además encontramos una figura humana, una representación que no suele ser habitual en el Arte Paleolítico Rupestre, sin embargo, no aparece de forma naturalista, sino deformada, es un híbrido entre hombre y animal, que se ha dado en conocer como "el mago de Les Tróis Frères" o "el hechizero de Les Tróis Frères", quizá sólo se trate de un hombre disfrazado de animal, aún así es un hallazgo excepcional dentro del Magdaleniense.
FUNCIÓN Y SIGNIFICADO: Se ha especulado mucho sobre el significado de las pinturas de la Cueva Les Tróis Frères, una de las interpretaciones más admitidas la debemos a S. Reinach, que basándose en estudios comparativos con tribus actuales, establece una motivación mágico-religiosa, siendo el animal una fuente de alimento, al tiempo que un objeto de culto. Entraríamos así en una especie de magia propiciatoria, la misma acción de pintar implica la posesión del animal representado lo que propiciaría la magia del mismo. Otra interpretación se la debemos a Leroi Gourhan quien pretende ver en las escenas de animales una especie de rito de fertilidad, donde algunos animales representarían la masculinidad y otros la feminidad, sin embargo, la discusión continúa abierta entre los prehistoriadores y antropólogos.
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La cueva de Lascaux
Junto con las famosas Cuevas de Altamira, la de Lascaux (que se encuentran en Montignac, Dordoña, Francia) representa el otro gran hito del arte rupestre que se ha descubierto hasta el día de hoy. No fue hallada hasta 1940, por Ravidat y Marsal, pues era casi imposible dar con ella debido a su difícil acceso ya que la entrada la bloqueaban dos grandes piedras. Luego fueron objeto de estudio del gran especialista, el abate francés H. Breuil. El apogeo del perigordiense pictórico se encuentra en Lascaux, donde triunfan el modelado, los hábiles difuminados, y los silueteados sobre el blanco de la roca. Las grandiosas figuras de la “Sala de los Toros” son auténticas obras maestras.
Entre los diferentes espacios hallados, quizás los más significativos sean la Sala de los Toros (por su calidad y cantidad de animales representados), en una de las primeras composiciones circulares, la galería axial, donde se puede contemplar el llamado caballito chino; el camarín de los felinos; así como el “pozo”, donde se halla una escena mágico-cinegética bien conocida, con la presencia de un chamán.
La mayoría de las pinturas son de la etapa final del auriñaciense, o de principios del magdaleniense, e impresionan las dimensiones de algunas de las figuras representadas, como los toros (de hasta 5 metros), así como las técnicas dinámicas y seguras con las que están realizadas (figuras amarillas, bícromas, negras con degradación).
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La Venus de Laussel
Entre todo el conjunto de descubrimientos de yacimientos prehistóricos que se han conseguido realizar hasta la fecha, puede parecer complicado, incluso temerario, señalar un hallazgo que suponga toda una iluminación para comprender mejor el arte de aquellos tiempos tan lejanos.
La Venus de Laussel resulta ser una de las obras esenciales para conocer el arte de las sociedades prehistóricas, una obra que sí supone un auténtico hito para los investigadores. Se descubrió en el 1911 en el departamento francés de la Dordoña, por el equipo del Dr. Lalanne. Actualmente, forma parte de la colección del Museo arqueológico en Saint Germain-en-Laye, al oeste de París.
La Venus de Laussel, esculpida en relieve sobre la roca caliza en época solutrense, mide unos 46 cm de altura, dimensiones mayores que las presentes en las Venus de bulto redondo. La figura femenina se halla plasmada desde una perspectiva frontal, desnuda, y sostiene un cuerno de bisonte con su mano derecha. Como es habitual en las representaciones de este tipo, la cabeza aparece tan sólo esbozada, mirando al cuerno, mientras el resto del cuerpo presenta una exageración respecto a sus carácteres genéricos.
Se piensa que esta escultura presentaba pigmentos rojizos en el momento de su ejecución. Fue tallada en un bloque de piedra, probablemente el elemento central de un santuario que se cree relacionado con los ritos de fecundidad.
La Venus de Lespugue
Cabe destacar el hecho de que de las dos tipologías de Venus que se conviene en diferenciar, la de Lespugue pertenece a aquellas que se representan de frente en contraposición a las que aparecen de perfil. Asimismo, dentro de las figuras prehistóricas denominadas “venus”, es la más joven de las que, hasta el momento, han podido hallarse.
En ella se evidencia un evolución en la técnica escultórica. En este sentido, sobre todo se puede apreciar un notable cambio con respecto a Venus anteriores en cuanto a la calidad de pulido. Es evidente que quien realizara esta venus lo hizo de una forma algo más delicada, por lo cual se puede inferir también una evolución en las herramientas utilizadas para la elaboración de la pieza. Se cree que este tipo de imágenes femeninas representan la concepción de la Gran Diosa Madre, donadora de la vida, protectora y símbolo de fecundidad, de manera que no son representaciones de un modelo o canon de belleza.
En ella se evidencia un evolución en la técnica escultórica. En este sentido, sobre todo se puede apreciar un notable cambio con respecto a Venus anteriores en cuanto a la calidad de pulido. Es evidente que quien realizara esta venus lo hizo de una forma algo más delicada, por lo cual se puede inferir también una evolución en las herramientas utilizadas para la elaboración de la pieza. Se cree que este tipo de imágenes femeninas representan la concepción de la Gran Diosa Madre, donadora de la vida, protectora y símbolo de fecundidad, de manera que no son representaciones de un modelo o canon de belleza.
El creador de la Venus de Lespugue ha resaltado las dimensiones del vientre, el sexo y los senos, haciendo alusión, quizás, a un significado maternal; y ha descuidado las extremidades de una forma que llama la atención. Y es que este aspecto no deja de ser sorprendente teniendo en cuenta el especial detalle y cuidado que se ha puesto en la representación de las citadas partes del cuerpo. De este modo, la Venus tiene apenas sugeridos los brazos y también es notable la desproporción en el volumen de las piernas.
El cuerpo está tratado de manera sencilla, mientras que las pantorrillas y los antebrazos son delgados y carentes de fuerza, en contraposición con lo voluminoso del resto del cuerpo. Por tanto, las partes del cuerpo que no tienen relación directa con la fecundidad no han sido tomadas en cuenta; no tenían, para el autor, la misma importancia que el simbolismo maternal de otras partes del cuerpo. Este hecho no es en absoluto infrecuente en las Venus que se han encontrado de ese período. Asimismo, la cabeza es ovoide y no presenta definición en los rasgos faciales. Esta deformación expresiva hacia remarcar, aún más si cabe, los senos rellenos, el vientre y la pelvis abultados, y las caderas prominentes, elementos en los que residían los secretos de la fertilidad. Por su tamaño, se puede suponer que haya sido concebida como amuleto transportable.
Es importante señalar que la gran mayoría de imágenes humanas hasta 5000 a.C. representan figuras femeninas. Puede apreciarse actualmente esta pieza en el Musée de l’Homme de París.
Es importante señalar que la gran mayoría de imágenes humanas hasta 5000 a.C. representan figuras femeninas. Puede apreciarse actualmente esta pieza en el Musée de l’Homme de París.
El gran bisonte de Altamira
El conjunto de pinturas rupestres de las cuevas de Altamira, población situada en las proxirnidades de Santillana del Mar, en la región de Cantabria, España, es un descubrimiento histórico-artístico de primer orden, pues representa la primera manifestación pictórica en la Historia del Arte. Las pinturas fueron descubiertas en 1879 por María Sautuola, la hija de nueve años del erudito en paleontología Marcelino Sanz de Sautuola, y datan de entre 15000 y 12000 a C., perteneciendo, por tanto, al período Magdaleniense III.
Son numerosas y sumamente interesantes todas las pinturas rupestres que forman parte de este conjunto. Y entre ellas, cabe destacar el especial protagonismo que cobran las figuras de bisontes. De este modo, el conjunto alberga, aproximadamente, treinta y ocho figuras de bisontes realizadas en el techo de la sala principal, la llamada “Sala de los Polícromos”, una bóveda de 18 metros de longitud por 9 de ancho. Sólo con la visión de esta fascinante sala bastaría para incluir las cuevas de Altamira entre los lugares imprescindibles de la Historia de la Humanidad. Aquí, el ser humano muestra un decidido intento por representar de una forma tan real como su mente y utensilios le permitían. En estos bisontes, su creador ha ofrecido una habilidad asombrosa para seguir con el color las irregularidades de la roca y dar de esta manera volumen a sus representaciones. De esta forma, esta última característica se ha tomado como un indicio que puede argumentar la teoría de elementos azarosos en el nacimiento del arte.
Conviene señalar que en Altamira se combinaron todos los medios de expresión pictórica conocidos hasta el momento: la pintura con pincel, la pintura soplada y la pintura restregada. Se trata, por tanto, de un enclave ideal para conocer el “estilo artístico” que predominaba en esa época y lugar. Volviendo de nuevo a la “Sala de los Polícromos”, no se puede dejar de señalar que la más representativa de estas figuras es el Gran bisonte de Altamira. En esta imponente figura, sin duda uno de los tesoros principales de todo el conjunto de las cuevas, puede observarse cómo la postura del animal se encuentra determinada por la forma de la roca que le da cuerpo. Así, el creador adapta sus trazos a las grietas de la cueva, que marcan, de este modo, el contorno del dibujo. Los bordes de la representación están realizados con negro manganeso y está coloreado con ocres y rojos.
Es conveniente destacar el espíritu de observación naturalista de su realizador y la enorme capacidad expresiva de la composición. Uno de los sentidos que se atribuye a estas pinturas habla no tanto del embellecimiento decorativo de las cuevas como de una necesidad humana de dominar de manera conceptual la naturaleza. Cabe destacar por otro lado, que esta “Sala de los Polícromos” ha aumentado de tamaño en el último siglo. La longitud y la anchura de la bóveda siguen siendo las mismas, pero no la altura originaria, que actualmente oscila entre los 110 y los 190 cm dependiendo de la zona. El motivo de este aumento era permitir que los visitantes pudieran acceder de una forma más o menos cómoda a la sala.
Stonehenge
Sin lugar a dudas, el conjunto megalítico de Stonehenge es una de las construcciones más fascinantes que quedan en pie en el mundo entero. Datado hacia 1600-1400 a.C., este conjunto fue construido en la llanura de Salisbury, al suroeste de Inglaterra, entre los últimos períodos del Neolítico, finales de la Edad de Piedra y los primeros de la Edad del Bronce. Por tanto, su edificación se prolongó durante un extenso período de tiempo y es lógico suponer, por tanto, que debió de sufrir no pocas modificaciones a lo largo de esos años.
Está constituido por menhires, que en bretón significa “piedra” (‘men’) “alta” (“hir”), los cuales en algunos casos se elevan hasta los cuatro metros de altura y llegan a pesar más de cuarenta toneladas. A partir del menhir entendido como unidad elemental, se establecen las diferentes organizaciones espaciales que caracterizan la arquitectura megalítica. El conjunto de Stonehenge, con sus avenidas de menhires y sus círculos concéntricos, es un cromlech, palabra que en gaélico quiere decir “círculo de piedras” y que normalmente se identifica con un templo; por lo tanto, es probable que fuera ésta la naturaleza de la construcción. Asimismo, todo el conjunto está rodeado por un foso circular que mide 104 metros de diámetro.
Aparentemente, el cromlech de Stonehenge fue construido en tres etapas. Durante la primera de ellas, fue una gran plataforma circular de tierra, en la cual se practicaron fosas de incineración. La segunda etapa supuso la construcción de dos círculos concéntricos de menhires y de un alineamiento de cerca de medio kilómetro de longitud. Durante la última etapa, tuvo lugar la colocación de otro círculo de treinta piedras. De esta etapa, la más próxima a la actualidad, es de la que se conservan más restos.
Desde que se apreciara la importancia de este conjunto megalítico, uno de los debates que ha suscitado mayores discusiones y opiniones encontradas es el de su posible significado religioso. Parece ser, aunque no está establecido con completa certeza, que esta construcción cumplía las funciones de templo. Pero, como es sabido, se han realizado numerosos estudios acerca de la relación astral de este tipo de construcciones, y el orden de la disposición de los menhires en el conjunto de Stonehenge suele relacionarse con el firmamento. Se cree, además, que el carácter vertical del menhir implica una relación de “elevación” de la Tierra hacia el Cielo.
Desde que se apreciara la importancia de este conjunto megalítico, uno de los debates que ha suscitado mayores discusiones y opiniones encontradas es el de su posible significado religioso. Parece ser, aunque no está establecido con completa certeza, que esta construcción cumplía las funciones de templo. Pero, como es sabido, se han realizado numerosos estudios acerca de la relación astral de este tipo de construcciones, y el orden de la disposición de los menhires en el conjunto de Stonehenge suele relacionarse con el firmamento. Se cree, además, que el carácter vertical del menhir implica una relación de “elevación” de la Tierra hacia el Cielo.
Por otra parte, su estructura central, en forma de herradura, está orientada de tal manera que el eje principal coincide exactamente con el lugar por donde sale el Sol. Como una prueba que se ha querido definitiva de la relación con los astros de Stonehenge, hay que señalar que el lugar en el que se levanta es el único en una zona de amplio diámetro en el que la luna llena está completamente perpendicular a la salida del sol durante el solsticio de verano. Todos estos elementos, por lo tanto, permiten pensar en un templo dedicado a los ciclos de la vida y la muerte, poderes invisibles de la naturaleza de carácter sagrado.
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