La batalla de Alesia
La victoria de César en la batalla de Alesia, donde la capacidad de la ingeniería militar romana le permitió derrotar a un vasto ejército galo que acudía a socorrer a su caudillo Vercingétorix, aseguró el dominio romano de la Galia. Aunque, con todas sus fortificaciones, César tuvo que entablar un duro combate.
Datos de la batalla de Alesia
Quiénes: Cayo Julio Cesar (100-44 a.C.), con un ejército de 45.000 hombres, asedió a un ejército de unos 70.000 galos bajo el mando de Vercingétorix de los arvernos (m. 46 a.C.) y se enfrentó a una fuerza que presuntamente alcanzaba 250.000 guerreros.
Cómo: César se valió de la pericia romana en las operaciones de asedio, construyendo líneas de fortificaciones de asedio dirigidas hacia dentro y hacia fuera, y de la disciplina romana para derrotar las amenazas de las fuerzas asediadas y de las de socorro.
Dónde: Alesia, a unos 50 km al noroeste de la actual Dijon (Francia).
Cuándo: Finales de septiembre/principios de octubre del 52 a.C.
Porqué: César trataba de aplastar, de una vez por todas, la amenaza de Vercingétorix contra el dominio romano.
Resultado: La batalla fue el último esfuerzo de los galos contra César. La derrota del carismático Vercingétorix terminó con La capacidad de los galos para resistir a los romanos.
Cómo: César se valió de la pericia romana en las operaciones de asedio, construyendo líneas de fortificaciones de asedio dirigidas hacia dentro y hacia fuera, y de la disciplina romana para derrotar las amenazas de las fuerzas asediadas y de las de socorro.
Dónde: Alesia, a unos 50 km al noroeste de la actual Dijon (Francia).
Cuándo: Finales de septiembre/principios de octubre del 52 a.C.
Porqué: César trataba de aplastar, de una vez por todas, la amenaza de Vercingétorix contra el dominio romano.
Resultado: La batalla fue el último esfuerzo de los galos contra César. La derrota del carismático Vercingétorix terminó con La capacidad de los galos para resistir a los romanos.
Antecedentes de la batalla de alesia
En el 59 a.C. Cayo Julio César fue elegido cónsul en Roma. Cuando terminó su consulado, utilizó su posición y sus contactos políticos para lograr su nombramiento como gobernador de la Galia Cisalpina y Transalpina y de Iliria. Ocupó el cargo de gobernador el año siguiente y utilizó la emigración de los helvecios, y la inquietud que esto causó entre los aliados galos de Roma, como pretexto para intervenir militarmente en la Galia. Aunque no parece que la intención inicial de César fuese conquistar la Galia, su victoria sobre los helvecios pudo haberle ofrecido la oportunidad de considerar esta opción. A lo largo de los cinco años siguientes, César dirigió con éxito una serie de campañas en la Galia, aunque a veces con un estrecho margen, obligando a muchas tribus a someterse a él, al menos temporalmente. Es más, César emprendió también campañas al otro lado del Rin, e invadió Inglaterra dos veces.
A pesar de su éxito, había un claro malestar en la Galía, que se empezó a manifestar a finales del 54 a.C. A causa de la mala cosecha. César se vio obligado a dispersar a sus soldados en cuarteles de invierno a lo largo del nordeste de la Calia, exigiendo a las diversas tribus que les suministraran provisiones. Esto provocó un fuerte resentimiento que estalló en una rebelión abierta. Durante del invierno del 54/53 a.C., una legión de 10 cohortes, con cinco cohortes adicionales, bajo el mando de Quinto Titurio Sabino y Lucio Arunculeyo Cota, fue destruida cuando las romanos fueron atraídos fuera de su campamento fortificado, emboscados y aniquilados. A esto le siguió un ataque a una legión en su campamento de invierno, que estaba bajo el mando de Quinto Tulio Cicerón (el hermano del famoso orador Marco Tulio Cicerón). Cicerón permaneció dentro de sus fortificaciones y, aunque sus fuerzas se vieron muy presionadas y sufrieron grandes pérdidas, pudo resistir hasta que fue socorrido. César pasó el resto del 53 a.C. reclutando fuerzas adicionales, intimidando a las tribus galas y ocupándose de los germanos, tanto en campañas al otro lado del Rin como rechazando una incursión importante.
A pesar de su éxito, había un claro malestar en la Galía, que se empezó a manifestar a finales del 54 a.C. A causa de la mala cosecha. César se vio obligado a dispersar a sus soldados en cuarteles de invierno a lo largo del nordeste de la Calia, exigiendo a las diversas tribus que les suministraran provisiones. Esto provocó un fuerte resentimiento que estalló en una rebelión abierta. Durante del invierno del 54/53 a.C., una legión de 10 cohortes, con cinco cohortes adicionales, bajo el mando de Quinto Titurio Sabino y Lucio Arunculeyo Cota, fue destruida cuando las romanos fueron atraídos fuera de su campamento fortificado, emboscados y aniquilados. A esto le siguió un ataque a una legión en su campamento de invierno, que estaba bajo el mando de Quinto Tulio Cicerón (el hermano del famoso orador Marco Tulio Cicerón). Cicerón permaneció dentro de sus fortificaciones y, aunque sus fuerzas se vieron muy presionadas y sufrieron grandes pérdidas, pudo resistir hasta que fue socorrido. César pasó el resto del 53 a.C. reclutando fuerzas adicionales, intimidando a las tribus galas y ocupándose de los germanos, tanto en campañas al otro lado del Rin como rechazando una incursión importante.
La campaña y los ejércitos
Al principio del 52 a.C., los galos planificaron una rebelión general dirigida a expulsar a los romanos. La revuelta se inició a principios del año con la masacre de los ciudadanos romanos que vivían en Cenabum, ciudad estado de la tribu de los camutos. Esta señal inspiró a los galos, y a un joven y carismático noble de las arvernos, Vercingétorix, para reunir una coalición de tribus y poner en campaña un ejército significativo. Los galos empezaron por atacar la capital de los boii, una tribu aliada con Roma, pero César, que estaba en Italia, regresó y obligó a los galos a retirarse. Entre tanto, César atacó varias poblaciones galas, con el fin de procurarse provisiones. Vercingétorix se dio cuenta de que la logística era el punto débil de César, y así los galos adoptaron una estrategia fabiana, en la que evitarían combatir abiertamente contra los romanos y se retirarían y defenderían sus propios pueblos fortificados, en un intento de privar a los romanos de las provisiones que tanto necesitaban.
Entre tanto, César continuó con los ataques a poblados galos e intentó forzar una confrontación. Penetró en el territorio de los bituriges y atacó su principal fortaleza, Avaricium. Vercingétorix intentó convencer a los bituriges para que abandonaran la población, pero estos tenían confianza en sus defensas. Aunque acampó fuera de la población, no pudo impedir que los romanos la sitiaran. César atacó la población mientras llovía torrencialmente, cuando menos se esperaba, obligando a Vercingétorix a retirarse. César tomó seis legiones y marchó contra la capital de los arvernos: Gergovia.
Entre tanto, César continuó con los ataques a poblados galos e intentó forzar una confrontación. Penetró en el territorio de los bituriges y atacó su principal fortaleza, Avaricium. Vercingétorix intentó convencer a los bituriges para que abandonaran la población, pero estos tenían confianza en sus defensas. Aunque acampó fuera de la población, no pudo impedir que los romanos la sitiaran. César atacó la población mientras llovía torrencialmente, cuando menos se esperaba, obligando a Vercingétorix a retirarse. César tomó seis legiones y marchó contra la capital de los arvernos: Gergovia.
Gergovia
Esta población era muy importante para Vercingétorix, quien tenía intención de defenderla. Cuando César llegó a la población, que estaba situada en un terreno muy quebrado, ocupó una colina y estableció allí un campamento fortificado. Rápidamente tomó otra colina, estableció allí un pequeño campamento y conectó ambas con un par de zanjas paralelas. César observó una colina pequeña que daba acceso a la población y que estaba prácticamente indefensa. Ordenó a algunos de sus soldados que iniciaran una maniobra de distracción y lanzó un ataque sobre la colina, que tomó con relativa facilidad. Los soldados, no obstante, continuaron su avance hasta las murallas de la población, ya fuera bajo las órdenes de Cesar o, como él lo relata, simplemente entusiasmados por su éxito; encontraron allí una fuerte resistencia y fueron rechazados con importantes pérdidas, especialmente entre los centuriones. En este punto, César se vio obligado a levantar el asedio y retirarse de Gergovia.
La derrota de Gergovia fue un duro golpe para César y una ventaja para Vercingétorix. La derrota hizo que algunos de los aliados galos más antiguos de César se pasasen al enemigo.
La derrota de Gergovia fue un duro golpe para César y una ventaja para Vercingétorix. La derrota hizo que algunos de los aliados galos más antiguos de César se pasasen al enemigo.
Retirada a alesia
Vercingétorix empezó a reclutar tropas adicionales para la rebelión y, utilizando una gran fuerza de caballería, empezó a interceptar los esfuerzos romanos para reunir provisiones. César, para compensar las pérdidas provocadas por las defecciones, especialmente en su caballería, reclutó caballería e infantería ligera germana para respaldarla. Vercingétorix comprendió que sus fuerzas no podían enfrentarse a las de César en campo abierto, y decidió retirarse a la ciudad fortificada de Alesia, esperando repetir la derrota de los romanos en Gergovia. César le siguió y se preparó para sitiar la ciudad.
Disposiciones
Vercingétorix y su ejército construyeron un campamento fortificado adyacente a Alesia. defendido por un foso y un terraplén de 1,8 m de altura. César concluyó que Alesia y el campamento galo eran demasiado fuertes para ser asaltados, y decidió en cambio rodear y bloquear la ciudad. Empezó construyendo siete campamentos fortificados apoyados por 23 reductos para defender posiciones clave. Mientras se construían estas fortificaciones, Vercingétorix envió a su caballería para obstaculizar a los romanos. Se produjo una batalla de caballería, en la cual los galos fueron duramente vapuleados por la caballería de César, especialmente por los germanos. Vercingétorix decidió entonces que su caballería intentara una evasión durante la noche. Los jinetes galos se deslizaron por las brechas de las filas romanas y regresaron a sus comunidades para reunir un nuevo ejército a fin de socorrer a los sitiados.
Con la huida de la caballería gala y la probable aparición de un ejército de socorro, César decidió aumentar sus construcciones de asedio.
Primero, construyó un foso de 6 m, con los lados perpendiculares, para evitar que los galos de Alesia pudieran obstaculizar la construcción de fortificaciones más completas. Tras este foso, se excavaron dos
fosos adicionales, y el interior fue llenado de agua. Tras estos se erigió un terraplén de 3,6 m de altura con la tierra extraída de las fosos. Este fue coronado con una empalizada y protegido por estacas afiladas. Para reforzar aún más el terraplén, se dispusieron torres espaciadas regularmente a lo largo de él. La longitud de estas construcciones era de casi 16 km.
Vercingétorix, durante la construcción de las fortificaciones, realizó una serie de salidas importantes y coordinadas fuera de la ciudad, que interferían con la construcción y dificultaban el envío de partidas de aprovisionamiento por parte de César. Este, añadió tres líneas de trampas. La primera constaba de cinco hileras de troncos de árbol y ramas fuertes afiladas, colocados en zanjas; frente a estas había hoyos de 90 cm de profundidad dispuestos en forma de tablero de ajedrez, con estacas afiladas en su interior; y, por delante, se esparcieron ganchos de hierro fijados a bloques de madera.
Para defenderse del ejército de socorro, se construyó un conjunto similar de fortificaciones, de 28 km de longitud, dirigido hacia fuera, con bastante espacio en medio para que César moviera sus tropas. Los galos que estaban dentro de Alesia reconocieron que las provisiones serían insuficientes, así que enviaron fuera de la ciudad a todos los que no podían luchar. Los no combatientes se dirigieron a las líneas romanas, pero fueron rechazados por César, y así quedaron esperando a morir de hambre en tierra de nadie.
Con la huida de la caballería gala y la probable aparición de un ejército de socorro, César decidió aumentar sus construcciones de asedio.
Primero, construyó un foso de 6 m, con los lados perpendiculares, para evitar que los galos de Alesia pudieran obstaculizar la construcción de fortificaciones más completas. Tras este foso, se excavaron dos
fosos adicionales, y el interior fue llenado de agua. Tras estos se erigió un terraplén de 3,6 m de altura con la tierra extraída de las fosos. Este fue coronado con una empalizada y protegido por estacas afiladas. Para reforzar aún más el terraplén, se dispusieron torres espaciadas regularmente a lo largo de él. La longitud de estas construcciones era de casi 16 km.
Vercingétorix, durante la construcción de las fortificaciones, realizó una serie de salidas importantes y coordinadas fuera de la ciudad, que interferían con la construcción y dificultaban el envío de partidas de aprovisionamiento por parte de César. Este, añadió tres líneas de trampas. La primera constaba de cinco hileras de troncos de árbol y ramas fuertes afiladas, colocados en zanjas; frente a estas había hoyos de 90 cm de profundidad dispuestos en forma de tablero de ajedrez, con estacas afiladas en su interior; y, por delante, se esparcieron ganchos de hierro fijados a bloques de madera.
Para defenderse del ejército de socorro, se construyó un conjunto similar de fortificaciones, de 28 km de longitud, dirigido hacia fuera, con bastante espacio en medio para que César moviera sus tropas. Los galos que estaban dentro de Alesia reconocieron que las provisiones serían insuficientes, así que enviaron fuera de la ciudad a todos los que no podían luchar. Los no combatientes se dirigieron a las líneas romanas, pero fueron rechazados por César, y así quedaron esperando a morir de hambre en tierra de nadie.
La batalla
La batalla se inició cuando llegaron las fuerzas de socorro y, tras haber acampado a 1,5 km de las líneas romanas, enviaron a su caballería a una llanura de 5 km de anchura. Los jinetes galos tenían intercalados arqueros e infantería ligera, mientras que el cuerpo principal de infantería formaba para velar por su caballería, que era la élite del ejército.
Enfrentamiento fuera de las fortificaciones
Cuando los galos de Alesia vieron a la caballería formada para la batalla, salieron de la ciudad y rellenaron los fosos romanos con fajinas, en preparación de una salida. César respondió guarneciendo los terraplenes con toda su infantería, procurando que todos los hombres supieran cuál era su puesto, y enviando a sus jinetes galos aliados y germanos a enfrentarse con la caballería enemiga. La acción de la caballería fue muy disputada, pues los jinetes galos se beneficiaban del apoyo de la infantería, cosa que los romanos no esperaban, pero finalmente los romanos llevaron la mejor parte, cuando César concentró a su caballería germana en un solo punto y desbandó a la caballería gala. Esta última huyó, dejando que su infantería de apoyo fuera masacrada. Los galos que estaban dentro de las fortificaciones de asedio perdieron la esperanza y se retiraron de regreso a Alesia.
Asalto a la fortificación romana
Los galos de la fuerza de socorro dedicaron el día siguiente a preparar los materiales necesarios para un asalto importante, entre ellos escaleras, ganchos de asalto y fajinas. A medianoche, avanzaron silenciosamente y, cuando llegaron cerca de las fortificaciones romanas de asedio, dieron una voz para indicar a los sitiados que iban a iniciar el asalto. Vercingétorix salió con sus fuerzas para atacar a los romanos al mismo tiempo, de forma que estos se vieran combatidos por delante y por detrás. Aunque los galos pudieron causar una serie de bajas lanzando jabalinas, piedras con honda y otros proyectiles, los obstáculos puestos por los romanos ante sus terraplenes provocaron fuertes pérdidas. Los galos, incapaces de continuar, se retiraron.
Final de la batalla en alesia
Los galos celebraron un consejo de guerra y decidieron utilizar el ejército principal para amenazar las fortificaciones de asedio, mientras una fuerza de 60.000 hombres escogidos atacaba el campamento romano en la parte norte de la ciudad. Este fuerte estaba defendido por dos legiones, pero, debido a la naturaleza del terreno, se hallaba fuera de las líneas de circunvalación. Entre tanto, Vercingétorix dirigiría de nuevo un ataque para que los romanos se vieran obligados a defender tanto las fortificaciones interiores como las exteriores contra unos ataques simultáneos. La fuerza de guerreros galos realizó una marcha nocturna y descansó hasta el mediodía, en cuyo momento atacó. Al mismo tiempo, Vercingétorix atacó las fortificaciones interiores para que los romanos se vieran en apuros en varios lugares. César observó que los 60.000 galos estaban teniendo cierto éxito contra el fuerte aislado, así que envió a su lugarteniente de mayor confianza Tito Atio Labieno, para que lo socorriera con seis cohortes. Ordenó a Labieno la defensa del fuerte, aunque debía contraatacar en caso de que no pudiera defenderlo. Mientras tanto, los soldados de Vercingétorix habían abierto brecha en una sección pronunciada de la pared interior, donde las fortificaciones no estaban tan completas.César envió refuerzos a esta posición, rechazando finalmente a los galos cuando condujo personalmente a algunos soldados a la brecha. La situación se había vuelto desesperada, y Labieno se estaba preparando para un contraataque final. César acudió rápidamente para reforzar el contraataque al frente de apenas cuatro cohortes; también ordenó a su caballería que hiciera una salida y atacara a los guerreros galos desde atrás. Aunque los galos lucharon enérgicamente, la aparición de la caballería por detrás fue demasiado y fueron derrotados. La caballería romana pudo causar enormes bajas entre los galos que huían. Los galos asediados quedaron consternados y se retiraron al interior de Alesia.
Secuelas
Con la dispersión del ejército de socorro, los galos que estaban dentro de Alesia se vieron obligados a rendirse. Vercingétorix fue entregado a César. Algunos de los galos fueron utilizados para conseguir la lealtad de sus tribus; sin embargo, muchos fueron repartidos entre la tropa como botín y terminaron como esclavos. La victoria de Alesia quebró la resistencia gala, aunque César dedicaría los dos años siguientes a consolidar su posición. Vercingétorix quedaría prisionero durante unos seis años hasta que, tras ser exhibido en un desfile por Roma durante el gran triunfo de César, fue estrangulado públicamente.
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La batalla de Cannas
La destrucción de un ejército romano por Aníbal en la batalla de Cannas, mediante una brillante doble envolvente, ofreció un modelo para los comandantes durante siglos. No obstante, ni siquiera esta, la tercera de sus grandes victorias tácticas sobre la República romana, dio fin a las guerras púnicas.
Datos de cannas
Quiénes: Aníbal Barca (247-183 o 182 a.C.), con un ejército cartaginés de 50.000 hombres, se enfrentó a los cónsules romanos Paulo y Varrón, con un ejército de 86.000 hombres.
Cómo: Aníbal aprovechó su ventaja en la caballería y planeó una doble envolvente de los romanos. Debilitó el centro de su infantería y fortaleció sus alas con una buena infantería y caballería.
Dónde: En la desembocadura del río Aufidio en Apulia (Italia).
Cuándo: 2 de agosto del 216 a.C.
Por qué: Aníbal invadió Italia para debilitar a Roma y separarla de sus aliados italianos.
Resultado: La batalla fue una devastadora derrota táctica para los romanos, con más de 48.000 muertos y 20.000 prisioneros. Aunque la batalla tuvo un profundo efecto psicológico sobre los romanos durante siglos, las ventajas estratégicas de los recursos humanos de Roma y sus leales aliados redujeron al mínimo el impacto general de la batalla.
Cómo: Aníbal aprovechó su ventaja en la caballería y planeó una doble envolvente de los romanos. Debilitó el centro de su infantería y fortaleció sus alas con una buena infantería y caballería.
Dónde: En la desembocadura del río Aufidio en Apulia (Italia).
Cuándo: 2 de agosto del 216 a.C.
Por qué: Aníbal invadió Italia para debilitar a Roma y separarla de sus aliados italianos.
Resultado: La batalla fue una devastadora derrota táctica para los romanos, con más de 48.000 muertos y 20.000 prisioneros. Aunque la batalla tuvo un profundo efecto psicológico sobre los romanos durante siglos, las ventajas estratégicas de los recursos humanos de Roma y sus leales aliados redujeron al mínimo el impacto general de la batalla.
Antecedentes
Tras su derrota en la primera guerra púnica (264-241 a.C.), los cartagineses trataron de ampliar sus posesiones en España y recuperar Sicilia y Cerdeña. Buena parte de ello fue realizado por la familia Barca, especialmente Amílcar, el joven y distinguido general de la primera guerra contra Roma, y su hijo Aníbal. Bajo los Barca, los cartagineses extrajeron los recursos minerales y humanos que España podía ofrecerles.
Los romanos contemplaron la subyugación de España por parte de los cartagineses con cierta inquietud y así, en el 226 a.C., se firmó un tratado que situaba a España, al sur del Ebro, bajo la esfera de influencia cartaginesa, y dejaba el territorio del norte en manos romanas. Sin embargo, el tratado había de ser efímero. En el 221 a.C. el Imperio cartaginés se había enriquecido (de nuevo) y había reconstruido su ejército, compuesto principalmente por los súbditos libios de Cartago, mercenarios númidas y levas de las tribus españolas sometidas. En esta época, los cartagineses, con Aníbal al frente, respaldaron a uno de sus aliados contra Sagunto, una población situada al sur del Ebro, la sitiaron y tomaron a finales del 219 o principios del 218 a.C. Por desgracia, los romanos invocaron una alianza preexistente con Sagunto y exigieron que los cartagineses desistieran y les entregaran a Aníbal. Los ultrajados cartagineses respondieron que no harían tal cosa, y se inició así la segunda guerra púnica.
Los romanos contemplaron la subyugación de España por parte de los cartagineses con cierta inquietud y así, en el 226 a.C., se firmó un tratado que situaba a España, al sur del Ebro, bajo la esfera de influencia cartaginesa, y dejaba el territorio del norte en manos romanas. Sin embargo, el tratado había de ser efímero. En el 221 a.C. el Imperio cartaginés se había enriquecido (de nuevo) y había reconstruido su ejército, compuesto principalmente por los súbditos libios de Cartago, mercenarios númidas y levas de las tribus españolas sometidas. En esta época, los cartagineses, con Aníbal al frente, respaldaron a uno de sus aliados contra Sagunto, una población situada al sur del Ebro, la sitiaron y tomaron a finales del 219 o principios del 218 a.C. Por desgracia, los romanos invocaron una alianza preexistente con Sagunto y exigieron que los cartagineses desistieran y les entregaran a Aníbal. Los ultrajados cartagineses respondieron que no harían tal cosa, y se inició así la segunda guerra púnica.
La segunda guerra púnica
Aníbal tomó rápidamente la ofensiva y emprendió una invasión de Italia con un ejército de 59.000 hombres, incluyendo 9.000 de caballería. Se movió con rapidez y evitó así los esfuerzos romanos para interceptarle en la Galia. El veloz paso de su ejército no careció, no obstante, de consecuencias, y Aníbal penetró en Italia en noviembre del 218 a.C. con una fuerza muy debilitada por la campaña: solo 6.000 soldados de caballería y 20.000 de infantería habían sobrevivido al paso de los Alpes. La estrategia cartaginesa era que Aníbalentablase batalla con rapidez, y venció una escaramuza de caballería en el río Ticino, obligando a los romanos a retirarse. Al mes siguiente, Aníbal disputó el combate clásico de la guerra cuando indujo a un ejército romano a cruzar el río Trebia. Inmovilizando a los romanos con su infantería, Aníbal utilizó su superior caballería y una fuerza oculta para atacarles por los flancos y por la retaguardia, respectivamente. Los romanos fueron aplastados decisivamente, perdiendo tal vez tres cuartas partes de sus 40.000 hombres como bajas o prisioneros de guerra.
Aníbal controlaba el norte de Italia y, en la primavera del 217 a.C, inició su marcha hacia el centro y después hacia el sur de la península. Aunque los romanos intentaron mantener a Aníbal y a su ejército confinados en el norte, este consiguió pasar junto a ellos inadvertidamente. Los cartagineses fueron perseguidos por un ejército romano y, en las orillas del lago Trasimeno, el 21 de junio, Aníbal tendió una emboscada a las tropas romanas. Atrapado entre el lago y los cartagineses, el ejército romano fue pulverizado y perdió 15.000 hombres.
Aníbal controlaba el norte de Italia y, en la primavera del 217 a.C, inició su marcha hacia el centro y después hacia el sur de la península. Aunque los romanos intentaron mantener a Aníbal y a su ejército confinados en el norte, este consiguió pasar junto a ellos inadvertidamente. Los cartagineses fueron perseguidos por un ejército romano y, en las orillas del lago Trasimeno, el 21 de junio, Aníbal tendió una emboscada a las tropas romanas. Atrapado entre el lago y los cartagineses, el ejército romano fue pulverizado y perdió 15.000 hombres.
Fabio máximo
Tras sufrir dos derrotas importantes, los romanos tomaron la singular medida de suspender su constitución, según la cual el estado y el ejército estaban controlados por dos cónsules elegidos anualmente, y eligieron un dictador, que proseguiría la guerra con poderes supremos durante un período de seis meses. El hombre elegido fue Quinto Fabio Máximo. Fabio diseñó una estrategia basada en que los romanos evitarían combatir con Aníbal y seguirían a su ejército. Esta «estrategia fabiana» permitía a los romanos intercambiar espacio por tiempo mientras le dificultaban a Aníbal la dispersión de sus fuerzas durante el invierno. Como los romanos y sus aliados controlaban la mayor parte de las poblaciones, esto planteaba algunas dificultades logísticas a los cartagineses. Aníbal había esperado que sus victorias convencieran a muchos de los aliados italianos de Roma para que la abandonaran, pero, en realidad, la mayoría de ellos siguieron firmes en su lealtad a los romanos. Además, el tiempo favorecía a los romanos, puesto que les permitía reunir, junto con sus aliados, un gran ejército a partir de sus significativas reservas, estimadas en más de tres cuartos de millón de hombres. El ejército romano estaba formado por soldados ciudadanos, reclutados anualmente para su entrenamiento y preparación para la próxima batalla con los cartagineses. Los romanos siguieron al ejército de Aníbal hasta Apulia, Samnio y Campania. La estrategia parecía funcionar, ya que el lugarteniente de Fabio pudo incluso infligir una derrota a los cartagineses, cuando estos últimos estaban dispersos buscando provisiones. Los romanos, no obstante, no estaban contentos con la estrategia de Fabio, especialmente porque Aníbal, en más de una ocasión, había podido superar tácticamente a los romanos cuando parecía que le tenían atrapado.
La campaña y los ejércitos
Aunque el mandato de Fabio como dictador concluyó a finales del 217 a.C., sus sucesores continuaron evitando a Aníbal, esperando la llegada de refuerzos bajo los nuevos cónsules para el año 216 a.C. Estos eran Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. Paulo, un hombre de considerable experiencia militar, había combatido contra los ilirios y había ocupado el consulado en ocasiones anteriores. Incluso se le había concedido un triunfo por la campaña. Varrón, con menos experiencia, era un político popular con mucho apoyo, tanto de la aristocracia como del pueblo llano. Los cónsules, elegidos en marzo, habían pasado la primavera reclutando soldados adicionales y se incorporaron al ejército que vigilaba a Aníbal en Apulia en el mes de julio. Cuando llegaron, el ejército bajo su mando era el mayor que los romanos habían puesto jamás en campaña. Estaba compuesto por ocho legiones, 40.000 soldados de infantería y 2.400 de caballería, y un número equivalente de aliados italianos, con un total de 40.000 infantes y 3.600 hombres a caballo. La mitad de la fuerza romana tenía cierta experiencia, pero el resto eran soldados reclutados recientemente, con un modesto entrenamiento, y no habían combatido nunca.
Aníbal, entre tanto, había pasado el invierno en la población de Geronium, donde permaneció hasta que pudo recoger una parte de la cosecha local de cereales.
Después se desplazó unos 100 km hacia la población de Cannas, en la desembocadura del río Aufidio. Cannas era un depósito de suministro romano y le permitía controlar Apulia. En este momento el ejército cartaginés tenía unos 40.000 soldados de a pie y 10.000 de caballería. Unos 16.000 de estos infantes eran veteranos del cruce de los Alpes y de posteriores victorias; unos 10.000 de ellos eran libios y 6.000 españoles. Otros 16.000 eran celtas reclutados en el norte de Italia. El resto de la infantería eran tropas ligeras reclutadas de diversas fuentes. La caballería de Aníbal constaba de unos 2.000 españoles y 4.000 celtas de caballería pesada, y 4.000 númidas de caballería ligera. A finales de julio, los romanos habían avanzado cautelosamente sobre el ejército cartaginés en Cannas. El 31 de julio, los romanos habían acampado a la vista de las posiciones cartaginesas. La mayoría de las fuerzas romanas estaban al norte del río Aufidio, frente al campamento de Aníbal; sin embargo, una fuerza más pequeña ocupaba un campamento al sur del río.
Aníbal, entre tanto, había pasado el invierno en la población de Geronium, donde permaneció hasta que pudo recoger una parte de la cosecha local de cereales.
Después se desplazó unos 100 km hacia la población de Cannas, en la desembocadura del río Aufidio. Cannas era un depósito de suministro romano y le permitía controlar Apulia. En este momento el ejército cartaginés tenía unos 40.000 soldados de a pie y 10.000 de caballería. Unos 16.000 de estos infantes eran veteranos del cruce de los Alpes y de posteriores victorias; unos 10.000 de ellos eran libios y 6.000 españoles. Otros 16.000 eran celtas reclutados en el norte de Italia. El resto de la infantería eran tropas ligeras reclutadas de diversas fuentes. La caballería de Aníbal constaba de unos 2.000 españoles y 4.000 celtas de caballería pesada, y 4.000 númidas de caballería ligera. A finales de julio, los romanos habían avanzado cautelosamente sobre el ejército cartaginés en Cannas. El 31 de julio, los romanos habían acampado a la vista de las posiciones cartaginesas. La mayoría de las fuerzas romanas estaban al norte del río Aufidio, frente al campamento de Aníbal; sin embargo, una fuerza más pequeña ocupaba un campamento al sur del río.
Disposiciones
El 1 de agosto, Aníbal desplegó sus tropas al norte del río y ofreció batalla a los romanos. Los dos cónsules se alternaban el mando y ese día le correspondía a Paulo. Decidió no aceptar la oferta de batalla, probablemente porque Aníbal había formado al norte del río y se había situado de manera que el terreno le era favorable, tanto para sus soldados como, muy probablemente, para su superioridad en la caballería. Al día siguiente, cuando Varrón estaba al mando, los romanos desplegaron su ejército, con la excepción de 10.000 hombres que dejaron para proteger el campamento principal, al sur del Aufidio, y ofrecieron batalla. Aníbal aceptó, y ambas partes organizaron sus líneas de combate.
Disposición romana
Los romanos se dispusieron según su orden de combate acostumbrado. La infantería ligera, llamada los vélites, estaba desplegada delante de la línea principal. Tras ellos, las legiones y los aliados estaban dispuestos por compañías, llamadas manípulos, en tres líneas de apoyo. Esta formación se llamaba acies triplex, o triple línea de combate, en la cual los manípulos de cada línea se colocaban de manera que los de la línea siguiente pudieran adelantarse para respaldarlos: esto daba al acies triplex el aspecto de un tablero de ajedrez. Había, sin embargo, una diferencia con respecto a un acies triplex normal, en cuanto que los manípulos estaban desplegados en formaciones mucho más profundas de lo normal. Los romanos querían que las legiones tuvieran la profundidad necesaria para perforar la infantería pesada cartaginesa. Otro factor pudo haber sido el enorme tamaño del ejército romano en Cannas, que exigía formaciones más profundas y un frente más estrecho. Las líneas principales de infantería estaban protegidas por la caballería en las alas, los jinetes romanos a la derecha y la caballería italiana aliada a la izquierda. Los comandantes romanos se situaron con esta caballería: Paulo mandaba a las romanos y Varrón a los italianos.
Disposición carteginense
Aníbal dispuso sus fuerzas de manera que aprovechaba al máximo sus ventajas, especialmente su caballería, más numerosa y mejor, mientras reducía al mínimo sus puntos débiles, en particular su inferioridad numérica general. Desplegó su infantería ligera como una pantalla por delante de su línea de combate principal, para contener a los volites romanos. El centro de su línea estaba formado por unidades alternas de infantería española y celta, esperando probablemente que los veteranos españoles reforzaran a los celtas, notoriamente frágiles. Además, estos soldadas se colocaron en una formación cóncava, de manera que el centro de la línea estaba más cerca del enemigo que los que se movían por las alas. A ambos lados de los españoles y de los celtas estaban los veteranos libios, dispuestos en profundas columnas. Protegiendo el flanco izquierdo de la línea de infantería estaba la caballería pesada, celtas y españoles. El flanco derecho estaba ocupado por la ágil caballería ligera númida, que era experta en tácticas de escaramuza. Aníbal se situó en el centro de esta línea de batalla, dejando las alas de caballería a sus comandantes subordinados.
La batalla
La batalla se inició con un choque de las infanterías ligeras contrarias, que se enfrentaron con armas arrojadizas, entre ellas jabalinas y hondas. Ninguno de los lados parecía haber obtenido mucha ventaja y, a medida que las líneas principales opuestas se aproximaban entre sí, la infantería ligera se retiró tras sus respectivas infanterías pesadas. Entre tanto, en los flancos, la caballería española y celta avanzó a la carrera para entablar estrecho combate con los jinetes romanos. En este flanco, la ventaja estaba de parte de la caballería cartaginesa, que era más numerosa y probablemente estaba más fuertemente armada, con más armadura. El resultado fue que la caballería romana fue aplastada. Paulo fue herido y derribado de su caballo en el combate, y finalmente fue abatido. En el otro flanco, los númidas trabaron combate con la caballería italiana en una prolongada escaramuza, sin que ninguno de los bandos lograra imponerse. Por desgracia para los italianos, los jinetes celtas y españoles, en lugar de continuar su persecución de la caballería romana, cabalgaron por detrás del ejército romano y atacaron a los jinetes italianos por el flanco mientras estos combatían todavía con los númidas. Esto fue demasiado para los italianos, que se desbandaron y huyeron. La persecución de los italianos quedó para los númidas, mientras que la caballería pesada cartaginesa se reagrupó en la retaguardia del ejército romano.
Mientras se desarrollaban las batallas de la caballería, las dos líneas de combate de infantería se enfrentaron. En el combate inicial, las romanos empezaron a adquirir ventaja. El centro desprotegido de los celtas y españoles se vio fuertemente presionado por los romanos a medida que los manípulos romanos avanzaban para atacar el ápice de la formación cóncava. Aunque estos soldados se vieron muy presionados por los romanos, no se desbandaron. Al mismo tiempo, las veteranas tropas libias avanzaron hasta presionar los flancos de la línea de batalla de los legionarios, que había avanzado para atacar a los celtas y a los españoles.
Mientras se desarrollaban las batallas de la caballería, las dos líneas de combate de infantería se enfrentaron. En el combate inicial, las romanos empezaron a adquirir ventaja. El centro desprotegido de los celtas y españoles se vio fuertemente presionado por los romanos a medida que los manípulos romanos avanzaban para atacar el ápice de la formación cóncava. Aunque estos soldados se vieron muy presionados por los romanos, no se desbandaron. Al mismo tiempo, las veteranas tropas libias avanzaron hasta presionar los flancos de la línea de batalla de los legionarios, que había avanzado para atacar a los celtas y a los españoles.
Fin de la batalla
El resultado fue una enorme doble envolvente de las legiones romanas. Cuando los libios atacaron los flancos, las formaciones romanas no podían mantener ya el ímpetu para rechazar a la infantería española y celta en el centro. La destrucción casi total del ejército romano se completó cuando la caballería pesada española y celta cargó contra su retaguardia. Las bajas resultantes fueron asombrosas; los romanos contaron unos 48.000 muertos, entre ellos el cónsul Paulo, y más de 20000 prisioneros, que convirtieron a Cannas en una de las derrotas más sangrientas de ningún otro ejército europeo en un solo día de combate.Secuelas
Aníbal, incapaz de convencer a los aliados de Roma de que desertaran, dejó a la urbe con significativos recursos humanos. Los romanos abrieron nuevos teatros de operaciones en España y Africa, que les permitieron obtener la victoria final.
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