EL SAQUEO DE ROMA | SIGUIENTE |
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Desde que los ejércitos romanos abandonaron Britania, la isla se sumió en la confusión: los britanos tuvieron que enfrentarse a los pictos y escotos del norte, a los piratas irlandeses por el oeste y también a las incursiones cada vez más frecuentes de los germanos por el este. Al norte de la península que ahora forma Dinamarca (la península de Jutlandia) estaban los jutos. Más al sur estaban los anglos, y al sur de éstos, ya en lo que actualmente es Alemania, estaban los sajones. A mediados del siglo V, estas tres tribus invadieron Britania en proporciones masivas. La poca información disponible sobre el modo en que esto sucedió está envuelta en leyendas poco fiables. Éstas hablan de un caudillo britano llamado Vortigern, que incapaz de resistir por sí solo a los enemigos del norte pidió ayuda a los jutos, que entonces estaban gobernados por dos hermanos, Hengist y Horsa. Hay quien sostiene que estos nombres significan "semental" y "caballo", por lo que no sería extraño que toda la historia fuera ficticia. Los jutos aceptaron la petición y Vortigern se casó con Rowena, la hija de Hengist, pero durante la fiesta posterior a la boda los jutos emborracharon a los britanos, mataron a Vortigern y se hicieron con el mando. Es posible que los jutos fueran realmente llamados por los britanos, pero también sería creíble que inventaran esta historia para legitimar la invasión. En cualquier caso, lo cierto es que hubo un primer asentamiento juto en la actual Kent, los anglos no tardaron en asentarse al norte del Támesis, mientras que los sajones ocuparon la parte sur de la isla, rodeando a los jutos. Un grupo de britanos huyó de los invasores y se instaló en la Galia, fueron llamados bretones, y la región que ocuparon se sigue llamando Bretaña.
Otro motivo que pudo favorecer la invasión, aparte de una posible petición de ayuda, es la cada vez más agobiante presión que los hunos ejercían sobre los germanos. Los hunos parecían imparables en todas partes. Por esta época penetraron en el Imperio Persa por Sogdiana, llegaron a la India y empezaron a hacer incursiones en el Imperio Gupta. Las fuentes indias hablan de un rey huno llamado Toramana. En el oeste sólo el oro los contenía: el tributo que tenía que pagar el Imperio Romano ascendía ya a una tonelada de oro al año.
En 450 murió Teodosio II, y su hermana Pulqueria se las arregló para conservar el gobierno, pero comprendía que una mujer sola no sería consentida mucho tiempo como emperatriz, así que se apresuró a buscar marido. Tal vez el más adecuado hubiera sido Aspar, el mejor general con que contaba el Imperio en aquel momento, pero era arriano, y eso jamás lo habría admitido la población, así que eligió a Marciano, que también era un general competente, de origen tracio, pero que además era católico. Ese mismo año se convirtió en el nuevo emperador. Empezó apostando fuerte, pues cuando los hunos llegaron para recaudar el último plazo del tributo anual, Marciano se negó a pagarlo y se mostró dispuesto a ir a la guerra. Le salió bien, pues Atila se negó a aceptar el desafío. Sabía lo bien protegida que estaba Constantinopla y debió de pensar que ya la había exprimido suficiente, mientras que la mitad occidental del Imperio era más débil y le resultaría más fácil sacarle partido. Así que marchó hacia el Rin con un ejército de hunos acompañados de otros pueblos sometidos, principalmente ostrogodos. También fue el año de la muerte de Gala Placidia, la madre de Valentiniano III.
Aecio se preparó para hacer frente a Atila. Su principal aliado fue el rey visigodo Teodorico I, pero los francos y los burgundios, conscientes de que los hunos eran una amenaza para ellos tanto como para los romanos, se unieron a sus filas. En 451 se produjo un enfrentamiento al este de París, en un territorio conocido como los Campos Cataláunicos, por el nombre de una tribu celta que antiguamente los había poblado. Aecio situó sus propias tropas a la izquierda, las de los visigodos a la derecha y en el centro dejó a los aliados más débiles. Confiaba en que Atila siguiera su costumbre de atacar por el centro con el grueso de su ejército, y así fue. Mientras los hunos avanzaban por el centro, los romanos y los visigodos destrozaron los laterales del ejército de Atila y luego se cerraron sobre su núcleo central.
Aecio pudo conseguir una victoria completa, pero consideró que unos visigodos inflados por haber derrotado a los hunos serían mucho más difíciles de manejar, así que sacrificó la victoria. En la batalla murió Teodorico I, y Aecio se apresuró a recomendar a su hijo Turismundo que marchase rápidamente a Tolosa para asegurarse la sucesión. (Aecio había retenido a Turismundo como rehén por si Teodorico I decidía cambiar de bando a mitad de la batalla.) Así Turismundo se llevó a las tropas visigodas y los hunos pudieron retirarse.
Mientras sucedían estos hechos, en el Imperio oriental se ocupaban de las cuestiones realmente importantes: Marciano y Pulqueria, católicos estrictos, convocaron un concilio en Calcedonia, donde se condenó tanto el monofisismo como el nestorianismo y se restituyó a León, el obispo de Roma, que había sido condenado en el sínodo de Éfeso celebrado dos años antes. Así, la doctrina de la doble naturaleza de Jesucristo se convirtió en parte del dogma católico, mientras que el monofisismo fue declarado herético y Eutiques fue desterrado a Egipto. Allí siguió ganando partidarios. Ese mismo año murió Nestorio. En el concilio de Calcedonia también se ratificó la condición de patriarca para el obispo de Jerusalén y se aumentó la autoridad del patriarca de Constantinopla, pese a la oposición de León.
Atila reorganizó su ejército y en 452 invadió Italia. Puso sitio a la ciudad de Aquileya, en el extremo norte del mar Adriático. Al cabo de tres meses la tomó y la destruyó. Se cuenta que parte de sus habitantes se refugiaron en unas zonas cenagosas, formando un asentamiento que más tarde se convertiría en la ciudad de Venecia. Atila siguió avanzando hacia el Sur. Decía de sí mismo que donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba. Los sacerdotes extendieron la teoría de que era el "azote de Dios", esto es, la forma en que Dios castigaba a los hombres por sus pecados. Valentiniano III se quedó en Ravena, protegido por sus murallas y sin hacer nada, mientras que Atila se dirigía hacia Roma.
Los habitantes de Roma, viendo que el emperador había abandonado la ciudad a su suerte, se confiaron a la única autoridad que tenían entre ellos: el obispo León. Es difícil saber qué sucedió entonces: lo único cierto es que Atila dio media vuelta y dejó a Roma en paz. La versión tradicional afirma que León fue a entrevistarse con Atila vestido con toda la gala y magnificencia de que fue capaz, y que logró asustar al supersticioso guerrero que no temía enfrentarse a los romanos, pero sí exponerse a la cólera de su dios. Otra versión más prosaica habla de un sustancioso donativo. En cualquier caso, no cabe duda de que León tenía una personalidad carismática y que, de un modo u otro, ello influyó decisivamente en la negociación.
Desde la batalla de los Campos Cataláunicos, el rey visigodo Turismundo había iniciado una política expansiva, tal y como se había temido Aecio. En 453 sufrió una derrota al tratar de asediar Arles, derrota que Aecio supo aprovechar. Poco después Turismundo fue asesinado por su hermano, que se convirtió en rey con el apoyo de Aecio. Se le conoce como Teodorico II.
Ese mismo año murió santa Pulqueria. Por su parte, Atila añadió una esposa a su harén y, tras los festejos de la boda, murió en circunstancias misteriosas. Tal vez Aecio logró introducir un traidor entre sus allegados. A su muerte el Imperio se dividió entre sus numerosos hijos y se debilitó. Más aún, en 454 los germanos, que ya habían aprendido todas las novedades bélicas traídas por los hunos, se rebelaron tan pronto como les llegó la noticia de la muerte de Atila, y el Imperio Huno se disolvió en la nada. Muchos de sus ministros y soldados germanos, principalmente ostrogodos, terminaron en las filas de los ejércitos romanos. Los hunos habían arrastrado consigo a los búlgaros, un pueblo asiático que originariamente había estado asentado junto al Volga (es muy probable que "búlgaro" venga de "Volga"). Los búlgaros se asentaron a orillas del Danubio, donde antes habían estado los visigodos. Allí se mezclaron con pueblos eslavos, que, libres de la opresión ostrogoda, habían iniciado un proceso de expansión que los llevó tanto hacia el Este (hacia la actual Rusia) como hacia el Sur, hacia los Balcanes. Los búlgaros adoptaron la lengua y las costumbres eslavas, por lo que al cabo de un tiempo se convirtieron en la práctica en un pueblo eslavo.
También fue el año en que murió Eutiques, pero el monofisismo le iba a sobrevivir por mucho tiempo.
Tras su enfrentamiento con Atila, la fama de León había crecido como la espuma hasta convertirse casi en una leyenda viva. En sus primeros años, la lengua del cristianismo era el griego, y los primeros cristianos que llegaron a Italia importaron la costumbre de llamar papas (padres, en griego) a los sacerdotes. Durante el siglo III el término "papa" se usaba en Italia para referirse a los obispos, pero ahora León estaba dejando de ser "el papa de Roma" para convertirse en "el papa", por antonomasia. No es una mera cuestión de lenguaje: en contraste con la situación en Oriente, donde los patriarcas de Constantinopla y Alejandría se declaraban mutuamente herejes a la mínima ocasión, ahora en Occidente el papa no tenía rival. León recuperó para sí el título de pontifex maximus, que habían usado los emperadores romanos, y desde entonces el papa tiene el tratamiento de sumo pontífice. León carecía de la cultura teológica de san Ambrosio o san Agustín, su doctrina era meramente moral, pero se daban las circunstancias para aspirar a convertirse en la cabeza de la Iglesia Católica, y así lo hizo. En realidad, el uso de "papa" como sinónimo de "obispo de Roma" o cabeza de la Iglesia en Occidente no se consolidó hasta varios siglos después, pero puede considerarse a León como el primer papa en el sentido estricto de la palabra, y a partir de este momento llamaremos así a los obispos de Roma. De hecho León es recordado como san León I Magno, el padre del papado.
El visigodo Teodorico II se mostró fiel al Imperio Romano. El pacto entre el Imperio y el Reino de Tolosa fue renovado y los visigodos vieron aumentado su territorio. Aecio estaba en la cúspide de la fama, y se las arregló para concertar un matrimonio entre su hijo y Placidia, la hija de Valentiniano III. El emperador no sólo no estaba conforme, sino que algunos cortesanos le metieron en la cabeza que Aecio pensaba asesinarlo tras la boda, para convertir a su hijo en emperador. Valentiniano III hizo un viaje a Roma, donde Aecio fue a verlo sin escolta alguna (era arrogante y no temía nada de un mentecato como Valentiniano), pero el emperador sacó repentinamente su espada y se la clavó al general. Otros cortesanos terminaron el trabajo.
En 455 Valentiniano III ofendió a la esposa de un patricio romano llamado Petronio Máximo, que pronto encontró una ocasión para matar al emperador y sustituirlo en el cargo. Poco después murió su esposa y obligó a Eudoxia, la viuda de Valentiniano, a casarse con él. Eudoxia decidió pedir ayuda al hombre más poderoso de Occidente: el vándalo Genserico. Su reino no era muy poderoso en tierra firme, pues los mauritanos dominaban la mayor parte de lo que habían sido las posesiones romanas en África, pero su debilidad en tierra quedaba compensada con su flota, con la que ejercía la piratería por el Mediterráneo. No necesitó que Eudoxia le repitiera la invitación. Al poco tiempo sus barcos estaban en la desembocadura del Tíber. Máximo trató de huir, pero fue asesinado por la multitud que trató así de aplacar a Genserico. Los vándalos entraron en Roma, como medio siglo antes habían entrado los visigodos. Sin embargo, ahora la situación fue distinta. Los visigodos dejaron a Roma prácticamente intacta, mientras que los vándalos la saquearon. Durante dos semanas, los hombres de Genserico revolvieron Roma hasta acumular cuanto de valor pudieron encontrar y se lo llevaron a África.
Los historiadores posteriores se complacieron en denunciar la crueldad de los vándalos en el saqueo de Roma, hasta el punto de que hoy en día la palabra "vándalo" se usa para denominar a quien comete destrozos y actos violentos. Sin embargo, parece ser que la fama no se corresponde con la realidad. Ciertamente, los vándalos expoliaron Roma, pero en su "trabajo" no recurrieron a la violencia gratuita, sino que el saqueo de Roma fue mucho menos cruento que cualquier otro saqueo cometido en la historia por muchos otros pueblos "civilizados", como los griegos y los propios romanos. Así lo reconocen indirectamente los historiadores cuando atribuyen al papa León I el mérito de que los vándalos causaran daños mínimos. Si ciertamente fue mérito suyo, lo cierto es que poco más podía lograr, pues para el pagano Atila León I era un poderoso sacerdote, mientras que para el arriano Genserico no era más que un hereje. Genserico se llevó consigo a Eudoxia y a sus hijas, y a una de ellas, que se llamaba también Eudoxia, la casó con su hijo Hunerico.
Un historiador galo llamado Cayo Solio Sidonio Apolinar, que tendría unos veinticinco años cuando Genserico entró en Roma, elaboró una teoría no muy científica sobre el suceso, pero que consiguió cierta fama: Según la tradición Roma fue fundada por Rómulo, para lo cual previamente discutió con su hermano Remo el lugar propicio para edificarla. Resolvieron la cuestión consultando a las aves: Rómulo divisó doce, mientras que Remo sólo seis. Luego se dijo que las aves representaban siglos, de modo que una Roma fundada por Remo habría durado sólo seis siglos (lo que significa que habría caído en manos de Aníbal), mientras que la Roma de Rómulo tenía que durar doce siglos. El saqueo de Roma se produjo el año 1208 a. u. c., es decir, apenas doce siglos después de la fundación de la ciudad. "Ahora, Roma, ya conoces tu destino", escribió Sidonio Apolinar.
Genserico se apoderó con su flota de Córcega, Cerdeña y las Baleares, y desde estas posiciones tenía a Italia a su merced.
En la India murió el rey Kumaragupta I, que fue sucedido por Skandagupta. Llevó a cabo una victoriosa campaña contra los hunos, si bien el coste económico fue elevado y tuvo que reducir la proporción de oro en las monedas.
Tras la muerte de Valentiniano III, un general romano de origen galo llamado Marco Mecilio Avito logró el apoyo de Teodorico II (del cual había sido preceptor) y se proclamó emperador. Requiario, el rey suevo, se negó a reconocer este nombramiento e invadió el noreste de Hispania, que pertenecía al Reino de Tolosa. Teodorico salió a su encuentro y lo derrotó en varias ocasiones, hasta que finalmente lo ejecutó en 456. El desastre hizo turbulenta la sucesión de Requiario. Finalmente se hizo con el trono Maldra, pero tuvo que luchar contra otros dos pretendientes.
En vista de las circunstancias, Marciano reconoció a Avito como emperador, pero no hizo lo mismo Ricimero, un general romano de origen suevo, que no sentía ninguna simpatía hacia un amigo del rey visigodo que había destrozado a los suevos. Ese mismo año expulsó de Córcega a la flota vándala, y todo aquel que infligiera una derrota a los odiados vándalos se volvía favorito de Roma. Así Ricimero pudo deponer a Avito, el cual no tuvo más remedio que abdicar.
Ricimero no podía proclamarse él mismo emperador, pues era arriano y nunca habría sido aceptado. En su lugar puso en el trono a otro general llamado Flavio Julio Valerio Mayoriano, aunque el auténtico gobernante fue Ricimero.
En 457 Maldra había acabado con sus rivales, pero Teodorico II envió un ejército contra él, pues apoyaba a uno de éstos, que era godo. Los visigodos se apropiaron así de algunos territorios más en Hispania, y Teodorico II realizó un reparto de tierras, pero entonces le llegó la noticia de la caída de Avito y, tras sufrir una derrota ante Maldra, llamó a sus soldados de nuevo a la Galia para lanzarlos contra Ricimero. Mayoriano trató de reconstruir el Imperio de Occidente, enfrentándose a los visigodos y a los vándalos.
Tras la muerte de Meroveo, Childerico I, probablemente hijo suyo, se convirtió en rey de los francos. El general romano Egidio contuvo sus intentos de expansión.
Ese mismo año murió el emperador Marciano. El hombre más poderoso del Imperio era Aspar, y en otros tiempos se habría convertido inmediatamente en emperador, pero era arriano y eso lo excluía rotundamente, pues jamás habría contado con la aprobación de la ciudadanía. Aspar se apresuró a buscar a un católico que pudiera poner en el trono, y finalmente se decidió por un general que se convirtió en León I. Por primera vez, fue el patriarca de Constantinopla quien coronó al emperador, y se inició así una tradición que se prolongaría durante siglos. Primero era el Senado el que designaba a los emperadores, luego fue el ejército y ahora era la Iglesia. Se asentaba así una idea ya esbozada por Constantino I: el emperador era emperador por la gracia de Dios. León I aumentó las atribuciones del patriarca de Constantinopla.
También murió el rey persa Yazdgard II, que fue sucedido por su hijo Firuz. El nuevo rey decidió proteger a los nestorianos, pues comprendió que unos herejes perseguidos por el Imperio Romano serían súbditos fieles. Paulatinamente, los cristianos de Persia y Armenia fueron adoptando el nestorianismo.
En 458 el rey suevo Maldra devastaba Lusitania, mientras su hijo Remismundo se hacía fuerte en el noroeste de Hispania (en Galaecia, la actual Galicia). Teodorico II envió a Hispania al duque Cirilo para tratar de contener a los suevos, pero el grueso de su ejército se concentraba en la Galia, contra Ricimero. Puso sitio a Arles, pero en 459 Egidio le infligió una derrota y tuvo que desistir. De hecho, Mayoriano había tenido un éxito poco antes contra la flota de Genserico y planeaba atacar África. Teodorico II pensó que le convendría más aliarse con Mayoriano contra los vándalos en vez de batallar contra el Imperio. Sin embargo, en 460 Genserico logró tomar por sorpresa a la flota romano-goda, reunida en Cartagena, y la destruyó.
Ese año murió el rey suevo Maldra, y se inició una larga disputa por el trono entre su hijo Remismundo y un primo de éste llamado Frumario. Se sospecha que Frumario había asesinado a Maldra.
Al norte de China, los Yuan-Yuan sometieron a vasallaje al reino de Wei.
En 461 murió el papa san León I, y fue sucedido por Hilario, que había sido el principal ayudante de su antecesor. Había sido su representante en el II concilio de Éfeso, donde se condenó a san León I y se reivindicó el monofisismo. El nuevo papa volvió a condenar tanto el monofisismo como el nestorianismo. También combatió el arrianismo de los soldados germanos en Italia.
También murió san Patricio, o St. Patrick, como llaman actualmente los irlandeses al santo patrón de su país. No es posible decir qué progresos realizó exactamente en la isla, pero lo cierto es que unas décadas después florecían los monasterios.
Tras la derrota que el emperador Mayoriano había sufrido ante los vándalos, su prestigio se vio seriamente dañado. Tal vez Ricimero vio signos de que la mancha pudiera salpicarle a él también, así que obligó a Mayoriano a abdicar. A los cinco días el exemperador murió misteriosamente, quizá envenenado. En su lugar Ricimero colocó a Libio Severo, un italiano al que no permitió hacer nada relevante. Sin embargo, la sucesión no fue tan fácil. En primer lugar, el emperador de Oriente, León I, aspiraba a reconquistar el Imperio de Occidente, y para ello necesitaba tener como emperador a su propio títere, no a uno de Ricimero. Su candidato era Antemio, yerno de Marciano, y su forma de presión consistió en no reconocer como legítimo a Severo.
En segundo lugar, el vándalo Genserico tenía también un candidato a emperador. Se trataba de Anicio Olibrio, el marido de Placidia, una de las hijas de Valentiniano III que el vándalo se había llevado como rehén tras saquear Roma. Su forma de presión consistió en devastar las costas italianas durante varios años.
En tercer lugar estaba el visigodo Teodorico II, que también quiso tomar partido en la decisión, pero Agripino, un general romano, le cedió en 462 la Galia Narbonense a cambio de que aceptara la autoridad de Severo. Teodorico II aceptó, Severo ratificó la donación y así el Reino de Tolosa tuvo por primera vez salida al Mediterráneo. Ese año Teodorico II firmó una alianza con el suevo Remismundo, en la que se repartieron Hispania. Luego trató de expandir su reino hacia el norte, pero le frenó Egidio en 463, que era rival de Agripino.
En 464 murió Egidio, y su hijo Afranio Siagrio se convirtió en gobernador de la parte de la Galia que aún dominaban los romanos. Remismundo obtuvo una victoria definitiva sobre su primo Frumario que lo confirmó como rey de los suevos. Entonces ratificó la alianza que había establecido dos años atrás con Teodorico II.
En 465 murió el emperador Severo y Ricimero aceptó la propuesta del otro emperador, León I, y así Antemio se convirtió en emperador. Siagrio dejó de reconocer la autoridad imperial y sus dominios en la Galia se convirtieron en un Estado independiente, el último reducto de la población romana en la región. En 466 Ricimero se casó con la hija de Antemio. Teodorico II fue asesinado por su hermano Eurico,que se convirtió en el nuevo rey de los visigodos. En 468 rompió la alianza con Remismundo y extendió sus dominios en Hispania hasta arrinconar a los suevos en Galaecia. Remismundo murió ese mismo año. El reino suevo siguió existiendo, pero apenas se tienen datos sobre lo que fue de él en este periodo. Luego Eurico rompió también los vínculos con el Imperio Romano e inició una expansión por la Galia.
Tras la muerte de san Hilario, fue elegido papa Simplicio, que se enfrentó al emperador León I y al patriarca de Constantinopla, pues se decantaron hacia el monofisismo.
Los ataques de Genserico arreciaban, y ya no se limitaban a Italia, sino que alcanzaron el Peloponeso. León I se propuso acabar con él, para lo cual preparó una gigantesca flota de más de mil naves. La puso bajo el mando de Basilisco, hermano de la emperatriz Verina, que no estuvo a la altura de la misión. Empezó bien, pues en 469 logró expulsar a los vándalos de Cerdeña, y luego desembarcó cerca de Cartago. Pero apiñó todos los barcos de forma que apenas podían maniobrar, y por la noche no dispuso una vigilancia adecuada. Durante la noche, Genserico envió barcos en llamas a la deriva contra la flota romana, que fue completamente destruida. Las tropas imperiales tuvieron que huir como pudieron. En 470 Genserico no tuvo dificultades para apropiarse de Sicilia.
Tras la muerte del rey burgundio Gundicaro, sus hijos Chilperico, Godegiselo, Gundebaldo y Gundemaro se disputaron la herencia. Los ostrogodos, conducidos por su jefe Teodomiro, entraron en Mesia y en los Balcanes, sembrando el caos durante varios años.
saqueos de Roma llevados a cabo por los pueblos bárbaros fue el saqueo de Roma del año 455, llevado a cabo por los vándalos, que estaban en guerra con Petronio Máximo, emperador romano durante poco tiempo en el año 455.
En ese año, el rey vándalo Genserico zarpó con su poderosa flotade su capital en Cartago, subiendo el Tíber para saquear la ciudad de Roma. El asesinato de Valentiniano III y la ocupación del trono por Petronio Máximo había sido la excusa para que Genserico considerase que había quedado invalidado el tratado de paz firmado con Valentiniano en 442.
Tras la llegada de los vándalos, y según los relatos del cronista Próspero, el Papa León I el Magno imploró a Genserico para que no destruyese la ciudad o matase a sus habitantes. Genserico accedió y las puertas de Roma se abrieron para él y para sus hombres. Máximo huyó para no enfrentarse al jefe vándalo, pero murió a manos de una muchedumbre de ciudadanos romanos a las afueras de la ciudad.
Se acepta el hecho de que Genserico saqueó grandes cantidades de tesoros de la ciudad, y que incluso tomó a la emperatriz Licinia Eudoxia, viuda de Valentiniano, y a sus hijas como rehenes. Una de estas hijas fue Eudocia, que más tarde se casaría con el hijo de Genserico, Hunerico.
Existe, sin embargo, bastante debate acerca de la severidad del saqueo vándalo. El saqueo del año 455 generalmente es visto por los historiadores como más duro que el saqueo de Roma llevado a cabo por los visigodos en el año 410, debido a que los vándalos estuvieron quince días mientras que los visigodos sólo pasaron tres en la ciudad. La causa de la controversia, sin embargo, es la afirmación de que el saqueo fue relativamente limpio, y que se produjeron pocas muertes y hubo poca violencia, habiendo respetado los vándalos los edificios de la ciudad. Esta interpretación parece que procede del relato de Próspero de que León I logró persuadir a Genserico para que no fuera violento.
En cualquier caso, Víctor de Vita hace un recuento de los cargamentos de cautivos que llegaron a África desde Roma para ser vendidos como esclavos. Al mismo tiempo, el historiador bizantino Procopio de Cesarea cuenta cómo al menos una iglesia fue incendiada.
El saqueo de Roma del año 546 fue realizado por el rey godo Totila, durante la Guerra Gótica entre los ostrogodos y el Imperio bizantino. Totila estaba asentado en Tívoli y, buscando la reconquista de la región del Lacio, se desplazó en dirección a Roma. Sin embargo, las defensas de la ciudad aguantaron su ataque, por lo que decidió asediarla hasta que se rindiese por hambre.
El papa Vigilio, que había huido de la ciudad hasta Siracusa, envió una pequeña flota de barcos con cereales para abastecer Roma, pero la armada de Totila la interceptó y capturó cerca de la desembocadura del Tíber. La flota imperial, dirigida por Belisario, no tuvo éxito en su intento de liberar la ciudad, por lo que Roma se vio obligada finalmente a abrir sus puertas a los godos.
Roma fue saqueada pero Totila, que normalmente destruía las fortificaciones de cada ciudad que tomaba, no desmanteló las murallas de la ciudad.1 Cuando Totila se retiró, las murallas y otras fortificaciones pronto volvieron a levantarse, por lo que Totila volvió a marchar contra la ciudad. En este caso, Belisario tuvo éxito en su defensa, pero no cobró ventaja de su victoria. Los godos tomaron varias ciudades, incluyendo Perugia, mientras que Belisario permaneció inactivo hasta que fue llamado de vuelta desde Italia. En 549 Totila volvió a marchar contra Roma, capturándola gracias a la traición de algunos defensores hambrientos.
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