lunes, 16 de octubre de 2017

Apuntes de Historia Universal

LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANOSIGUIENTE
En 470 llegó a Constantinopla el manto de la Virgen María, y desde entonces las iglesias y monasterios empezaron a llenarse con reliquias marianas.
Mientras en Occidente los germanos eran los únicos que podían sostener el ejército imperial, en Oriente León I se encontró con una alternativa. Al sur de Asia Menor había una agreste región llamada Isauria,cuyos habitantes eran lo suficientemente aguerridos como para resistir a los germanos. Paulatinamente León I fue formando una escolta personal de guerreros isaurios bajo la jefatura de Zenón. Para asegurarse su fidelidad le dio a éste la mano de su hija Ariadna. En 471 actuó rápidamente, hizo arrestar a Aspar, que al parecer trataba de convertir en emperador a su propio hijo, y poco después lo ejecutó. Se produjo un enfrentamiento entre los isaurios y los hombres de Aspar (fundamentalmente ostrogodos). Los germanos fueron desarmados y exiliados. A partir de entonces Constantinopla se defendió con tropas nativas, y durante varios siglos no necesitó recurrir a mercenarios.
Los ostrogodos exiliados de Constantinopla se unieron a los ostrogodos de Teodomiro, que seguían asolando el norte del Imperio de Oriente. Entre ellos estaba Teodorico, hijo de Teodomiro, que tendría entonces unos diecisiete años y había permanecido en Constantinopla desde los siete como rehén.
En 472 Ricimero culpó a Antemio de la derrota en Cartago (pues el Imperio de Occidente también había participado en la expedición), lo depuso y pactó con Genserico la elección de Olibrio como nuevo emperador. Sin embargo, tanto Olibrio como Ricimero murieron ese mismo año. También murió Eudoxia, la hija de Valentiniano III que Genserico había casado con su hijo. Unos años antes Genserico había decretado una persecución contra los católicos y Eudoxia se las arregló para huir a Jerusalén.
Gundebaldo, uno de los aspirantes al trono burgundio, era sobrino de Ricimero, y trató de sustituir a su tío como auténtico gobernante del Imperio Romano de Occidente. Para ello eligió su propio emperador-títere en 473: un soldado llamado Flavio Glicerio.
Ese año murió el jefe ostrogodo Teodomiro y dos Teodoricos se disputaron la sucesión. Uno era el hijo de Teodomiro, conocido como Teodorico el Joven, o Teodorico el Amalo (los Amalos eran una de las familias más prestigiosas de la aristocracia ostrogoda) y el otro es conocido como Teodorico el Viejo, o también Teodorico el Bizco. Éste último arreció los ataques contra el Imperio Romano de Oriente, y pronto León I hizo un pacto con él: lo nombró "rey de los godos" y "magister militum" y permitió que los ostrogodos se asentaran en territorios del Imperio (los que ya estaban ocupando de hecho). En otras palabras, Teodorico el Viejo hizo las paces a cambio de que el Imperio lo apoyara como rey de los ostrogodos frente a su rival Teodorico el Joven.
En 474 murió León I, el emperador del Imperio Romano de Oriente. El general isaurio Zenón había tenido un hijo con su esposa Ariadna, la hija del emperador, y éste lo había designado heredero. Se llamaba León, como su abuelo, pero sólo fue León II durante unos meses, ya que murió poco después de ser proclamado emperador. Tras su muerte hubo dos aspirantes a emperadores que lucharon entre sí: el propio Zenón y Basilisco, el general que había dirigido la fallida expedición contra Genserico, cuñado de León I y tío de León II. Ambos buscaron la ayuda de los ostrogodos. Basilisco logró la de Teodorico el Viejo y, por consiguiente, Teodorico el Joven apoyó a Zenón.
La alianza con Zenón sirvió para que Teodorico el Joven fuera reconocido ese mismo año como rey de los ostrogodos. Al mismo tiempo, Zenón logró instalar su propio emperador-títere en el Imperio de Occidente: Flavio Julio Nepote, que expulsó a Glicerio. Firmó una paz con el rey visigodo Eurico a cambio de cederle nuevos territorios.
Genserico perdió Sicilia a manos de Odoacro, un oficial romano de origen hérulo cuyo padre había sido ministro de Atila. Tras el desmembramiento del Imperio Huno había ingresado en las legiones romanas.
En 475 los soldados se levantaron contra Julio Nepote y lo derrocaron. La insurrección la dirigía un romano llamado Orestes, que había llegado a ser secretario de Atila, tras la muerte del cual había ingresado en el ejército romano. Nepote tuvo que huir. Orestes convirtió en emperador a su hijo de catorce años Rómulo Augusto. Los nativos italianos comprendían que los últimos emperadores eran sólo una farsa, y en el caso de Rómulo lo pusieron de manifiesto refiriéndose a él con el diminutivo burlesco Rómulo Augústulo, y así es como lo recuerda la historia.
Con la ayuda de su hermana, Basilisco logró expulsar a Zenón del trono, pero pronto se hizo impopular y éste no tardó en recuperarlo gracias al apoyo de los isaurios. En 476 encerró a Basilisco en una torre, donde murió de hambre. Zenón adoptó a Teodorico el Joven, y le concedió todos los títulos que Teodorico el Viejo había recibido de León I.
Hacía ya tiempo que el Zeus Olímpico de Fidias había sido retirado de su altar. Ahora un incendio hizo que se perdiera para siempre.
Nuevamente, los mercenarios germanos en Italia se amotinaron, pues Orestes no les concedió las tierras que les había prometido. Se agruparon bajo la dirección Odoacro, que capturó a Orestes y lo hizo decapitar. El 4 de septiembre de 476 depuso a Rómulo Augústulo, que fue confinado en una villa y desde ese momento no se tiene noticia de él.
Odoacro no se molestó en nombrar otro emperador. En su lugar envió las insignias imperiales a Zenón, que lo nombró patricio y lo "nombró" gobernador de Italia. Los historiadores consideran el derrocamiento de Rómulo Augústulo como la caída del Imperio Romano (de Occidente). Este hecho marca el fin de la llamada Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media. Naturalmente se trata de un mero convenio, pues en el momento nadie notó ningún cambio. De hecho, Zenón nunca había reconocido a Rómulo Augústulo como emperador, sino que, oficialmente, el emperador de Occidente seguía siendo Julio Nepote, exiliado en Iliria.
No obstante, Zenón comprendía la gravedad de la situación e inició una política de alianzas. A cambio de ciertas concesiones, reconoció a Genserico como gobernante de África, Sicilia, Córcega, Cerdeña y las Baleares. Igualmente, el visigodo Eurico vio reconocidas sus posesiones, que incluían toda la península ibérica y buena parte de la Galia. (En realidad el reino suevo todavía existía en un rincón de Hispania, pero era débil y aceptó la dominación visigoda.) Por esta época (tal vez unos años antes), se publicó el llamado Código de Eurico, el más antiguo de los códigos legales germanos. Sólo afectaba a los visigodos, y no a la población nativa de su reino, que seguía regida por sus tradiciones y las leyes romanas. El código regulaba herencias, matrimonios, etc. El reino visigodo era ahora la mayor potencia de Occidente. Su capital había pasado de Tolosa a Burdeos.
En 477 murió Genserico y fue sucedido por su hijo Hunerico, que aumentó la persecución del catolicismo en el reino vándalo.
En 479 la dinastía Song de emperadores Chinos fue derrocada por la dinastía Qi.
El poder cada vez mayor del rey ostrogodo Teodorico el Joven preocupaba al emperador Zenón, que decidió apoyar a Teodorico el Viejo. Los dos Teodoricos volvieron a enfrentarse. Mientras tanto murieron Chilperico y Gundemaro, dos de los cuatro hermanos que aspiraban al trono burgundio, y en 480 Gundebaldo fue proclamado rey. Su hermano Godegiselo quedó como gobernador de una parte del reino, con capital en Ginebra. Ese año murió asesinado Julio Nepote, con lo que definitivamente ya no había emperador romano de Occidente. Sin embargo, esto no significaba que el Imperio hubiera desaparecido. Oficialmente, el Imperio Romano volvía a estar unido bajo un solo emperador: Zenón.
Debemos tener presente que los invasores germanos eran relativamente pocos en comparación con la población nativa de los territorios que conquistaron. Por ejemplo, se estima que los bárbaros que entraron en la península ibérica no llegaban a los ciento cincuenta mil. Además no se mezclaron con los nativos, en parte porque valoraban las diferencias de clase, en parte por las diferencias de religión (la aristocracia era arriana, el pueblo católico). Ciertamente eran buenos guerreros y la población civil estaba indefensa, por lo que no tuvieron dificultades en convertirse en una aristocracia dominante, pero en tales circunstancias era importante para ellos que el pueblo los viera como gobernantes legítimos, por lo que, siempre que pudieron, los germanos buscaron de una u otra forma que el Imperio reconociera y legitimara su autoridad. También hay que apuntar que la mayoría de los gobernantes bárbaros no eran realmente tan bárbaros, sino que admiraban la cultura romana y no trataban de destruirla, sino de formar parte de ella (en una posición privilegiada, eso sí).
En la India murió el rey Skandagupta, y fue sucedido por su hijo Narasimhagupta, quien no tuvo el mismo éxito que su padre contra los hunos.
En 481 Teodorico el Viejo se rebeló contra Constantinopla y trató de tomarla, pero no pudo con sus murallas.
Tras la muerte de Childerico I, el nuevo rey franco pasó a ser su hijo de quince años, Clodoveo I.
El monofisismo contaba cada vez con más partidarios, sobre todo en Siria y Egipto. En vista de ello, el patriarca de Constantinopla, que a la sazón era Acacio, instó a Zenón a que mediara en la polémica entre católicos y monofisitas y en 482 el emperador promulgó un edicto con una fórmula que en teoría debería ser aceptada por ambas partes y poner fin a la división de la Iglesia, pero el edicto eludía los aspectos más conflictivos y no satisfizo a nadie.
En 483 murió el papa san Simplicio, y fue sucedido por Félix (Félix III, o Félix II para los que prefieren no contar como papa al obispo de Roma arriano nombrado por Constancio). El nuevo pontífice condenó el decreto de Zenón sobre el monofisismo, y se atrevió nada menos que a excomulgar tanto al emperador como al patriarca de Constantinopla.
En 484 los hunos invadieron de nuevo el Imperio Persa, y su rey Firuz murió al hacerles frente. Se inició así un periodo de anarquía en el Imperio. Ese año murió Teodorico el Viejo, todavía empeñado en tomar Constantinopla. Su muerte permitió una expansión a los ostrogodos de Teodorico el Joven.
Al vándalo Hunerico le sucedió Guntamundo, que continuó las persecuciones contra los católicos. También murió el rey visigodo Eurico, que fue sucedido por su hijo Alarico II.
En realidad, el rey franco Clodoveo (al igual que sus ascendientes) gobernaba únicamente a una pequeña parte de los francos, los llamados francos salios, porque originariamente habían habitado a orillas del río Salia, una de las corrientes que forman el delta del Rin. El resto de los francos eran conocidos como francos ripuarios, y su rey era Sigeberto. El joven rey apeló al orgullo nacional de los francos para combatir a Siagrio, al que llamaba "rey de los romanos". Es frecuente referirse a sus dominios como el Reino de Soissons, pues ésta era su capital. En 486 Clodoveo derrotó a Siagrio en la batalla de Soissons,con lo que triplicó la extensión de su reino. Siagrio se refugió en la corte de Alarico II, pero Clodoveo intimidó al rey visigodo y logró que le entregara a Siagrio, al que ejecutó poco después.
El ostrogodo Teodorico constituía una amenaza cada vez más seria para el Imperio Romano, pero Zenón encontró una forma de deshacerse de él. Lo convenció para que arrebatara Italia a Odoacro y la convirtiera de nuevo en parte del Imperio. Italia era ciertamente una buena presa, así que Teodorico aceptó encantado. Partió con su pueblo en otoño de 488 y en 489 venció a Odoacro en Isonzo y meses después en Verona. Se instaló en Ticinum (Pavía), donde recibió refuerzos visigodos. Salió de la ciudad en 490 y derrotó de nuevo a Odoacro, que tuvo que refugiarse tras las murallas de Ravena. El Senado romano se puso de parte de Teodorico.
En 491 murió Zenón. Como no había un sucesor claro, su viuda Ariadna se casó con un funcionario de finanzas que tenía fama de honrado y gozaba de popularidad ante el pueblo. Así se convirtió en Anastasio I. Se cuenta que durante su coronación le gritaron "que reine como ha vivido". Así lo hizo, pues mejoró sustancialmente la administración hasta el punto de que se pudo permitir una bajada de impuestos sin deteriorar el funcionamiento del Estado. En materia religiosa Anastasio se decantó por el monofisismo, lo cual era acertado, pues se trataba de la versión del cristianismo que más partidarios tenía en los territorios que gobernaba. Así confirmó la ruptura con Roma promovida por el papa Félix III.
San Félix III murió en 492 y fue elegido papa Gelasio I, que combatió a los maniqueos, pelagianos y arrianos. Defendió la supremacía de la Iglesia Católica Romana y negó toda preeminencia al patriarca de Constantinopla. También insistió en que el emperador no tenía ninguna legitimidad para intervenir en asuntos religiosos. Se le recuerda sobre todo por el decreto gelasiano, que distinguió entre los escritos canónicos y los apócrifos.
En 493 Teodorico el Joven prometió a Odoacro que se repartirían Italia entre ambos si se rendía, éste accedió y poco después fue asesinado por orden del ostrogodo. Éste se convirtió así en Teodorico I, rey de un nuevo reino que comprendía todos los dominios de Odoacro. No obstante, los ostrogodos no ocuparon Italia, sino que se situaron únicamente al norte del Po y no entraron en contacto con la población del sur. Teodorico admiraba la civilización romana, por lo que respetó su administración y sus leyes. La combinación entre la administración romana con el ejército ostrogodo hicieron su reino prácticamente indestructible. La capital fue establecida en Ravena.
Teodorico estableció una política de alianzas matrimoniales con los otros reyes germánicos. Ese mismo año se casó con Audofleda, hermana de Clodoveo, adoptó al rey de los hérulos y fue casando a sus hijas y sobrinas con los reyes de los visigodos, los vándalos, los burgundios y los turingios. (Los turingios eran un pueblo germano que constituyó un reino al este del Rin tras la caída del Imperio de Atila.)
A estas alturas Clodoveo había logrado la lealtad del otro rey franco, Sigeberto. El siguiente paso en su política expansiva era someter a los alamanes, pero antes de crearse un enemigo es conveniente entablar buenas relaciones con sus vecinos, así que Clodoveo se casó con Clotilde, hija de Chilperico, sobrina del rey burgundio Gundebaldo. Este matrimonio tuvo consecuencias que fueron mucho más allá de los cálculos de Clodoveo. En efecto, Clodoveo era pagano, mientras que Clotilde era cristiana. Más aún, Clotilde era católica. El hecho de que fuera católica en vez de arriana había sido irrelevante mientras sólo era una princesa burgundia sin ninguna influencia, pero ahora se había convertido en la esposa de un rey poderoso. Clotilde trató por todos los medios de persuadir a su marido para que se convirtiera al catolicismo, pero no tuvo mucho éxito. Cuando tuvo su primer hijo, logró al menos el permiso para bautizarlo, pero el niño murió poco después. Más tarde Clotilde tuvo un segundo hijo, y sólo después de considerables discusiones consiguió que Clodoveo aceptara bautizarlo. Este segundo hijo enfermó y, mientras Clodoveo maldecía el bautismo, el catolicismo y la Santísima Trinidad, Clotilde rezaba por la vida de su hijo. El niño se recuperó y Clodoveo quedó impresionado por el increíble poder curativo de la oración.
Estos incidentes acabaron con los prejuicios de Clodoveo hacia el catolicismo y Clotilde logró interesarlo por su religión. Probablemente fue ella quien le explicó la diferencia entre católicos y arrianos, que los visigodos, los burgundios y los ostrogodos eran arrianos, mientras que el pueblo que dominaban era católico, y que, aunque la diferencia pareciera tan nimia que sólo unos chiquillos sin juicio podrían discutir por algo así, en realidad era una cuestión trascendental, de la que dependía la salvación o la condenación eterna, y que, consecuentemente, unos y otros estarían dispuestos a morir por mantenerse fieles a sus creencias. Tal vez le habló de Constantino el Grande y Teodosio el Grande... El caso es que, de un modo u otro, el astuto rey comprendió finalmente lo importante que era para su futuro convertirse al catolicismo, si bien no debía de estar pensando en lo mismo que su piadosa reina.
En 496 los alamanes se vieron amenazados por Teodorico I y decidieron invadir el territorio franco. Era más de lo que Clodoveo hubiera podido desear, ahora podía combatirlos con la excusa de la defensa propia. La batalla fue dura, pues los alamanes eran tan rudos como los francos. Sin embargo Clodoveo obtuvo la victoria y tras ella se apresuró a anunciar que antes de la batalla había hecho un trato con el Cielo: si el dios de su mujer le concedía la victoria, no sólo él, sino todo su pueblo sería convertido al cristianismo (católico, por supuesto). Antes de que terminara el año, Clodoveo y tres mil de sus soldados fueron bautizados por Remigio, el obispo de Reims, en una grandiosa ceremonia. Desde ese momento Remigio se convirtió en consejero del rey en materia de religión y se encargó de organizar el clero católico entre los francos.
En realidad sólo unos pocos francos salios se convirtieron al catolicismo, mientras que los francos ripuarios siguieron siendo paganos (y adoptaron la costumbre de martirizar a los misioneros cristianos que se aventuraban en sus tierras). Esto aumentó las diferencias entre los dos grupos de francos: los francos salios no tuvieron inconveniente en mezclarse con la población nativa y pronto su lengua pasó a ser el latín. En cambio, los francos ripuarios conservaron su lengua germánica y nunca perdieron el contacto con los germanos bárbaros situados más hacia el oeste. De todos modos, para los planes de Clodoveo era suficiente con que la religión oficial de los francos fuera la católica.
El clero del reino visigodo celebró la noticia, para espanto de Alarico II, que de la noche a la mañana había visto convertidos en potenciales traidores a los incontables sacerdotes católicos de sus dominios, precisamente los hombres que más influencia tenían sobre sus súbditos. Inició una dura represión contra los católicos. Muchos obispos fueron expulsados del reino. Por otra parte, la nobleza visigoda empezó a sentirse insegura en la Galia, y una buena parte de ella se trasladó a Hispania, donde para instalarse allí tuvo que requisar tierras que aún seguían en poder de familias romanas.
Ese mismo año murió san Gelasio I y fue elegido papa Anastasio II, que decidió restablecer los lazos entre Roma y Constantinopla. También murió el rey vándalo Guntamundo y fue sucedido por Trasamundo. Poco después se casó con Amalafrida, la hermana de Teodorico I. Trasamundo era culto, aficionado a la poesía, y también era teólogo (arriano, por supuesto). Tuvo problemas con los mauritanos.
En 497 Teodorico I logró que el emperador Anastasio I lo reconociera como gobernador legítimo. En 498 murió el papa Anastasio II (el segundo papa que no ha sido reconocido como santo) y se entabló una disputa sobre su sucesión. Una facción eligió a Símaco, mientras que otra apoyó a Lorenzo. La disputa se prolongó durante varios años.
En 500, un grupo de emigrantes escotos partió del reino de Dalriada, en el norte de Irlanda, conducidos por Fergus Mor, y se asentaron en las costas occidentales de Caledonia. El territorio que ocuparon se consideró parte del reino, por lo que fue conocido también como Dalriada. Aunque no eran los primeros escotos que se asentaban en Caledonia, sí constituyen el primer territorio escoto organizado más allá de un simple régimen tribal del que tenemos noticia.
A lo largo del siglo que ahora terminaba, el reino irlandés de Munster había pasado por su periodo de mayor esplendor, pero poco después se dividió en dos reinos: Desmond, al norte y Thomond, al sur. Fueron gobernados por dos ramas de la familia real de Munster, los Eoghan Mor.  Los MacCarthy reinaron en Desmond y los O'Brien en Thomond.


Cuando Avito fue destronado por Ricimerio, Teodorico II regresó a la Galia. Desde ese momento, el reino visigodo de Tolosa actuó como Estado independiente. Contra Roma, donde Mayoriano era emperador, se unieron visigodos, burgundios y parte de la aristocracia galorromana. Una victoriosa expedición de Mayoriano deshizo esta coalición, obligando a los visigodos a levantar el sitio de Arles, tantas veces acosada. Mayoriano reconquistó Lyon, forzando a los burgundios a ratificar su pacto federal con el Imperio.
Durante este tiempo el Estado suevo renacía, desprendiéndose de la dominación de Teodorico II (que había llegado a nombrar un gobernador visigodo de la Galicia sueva), por los esfuerzos de su rey Maldras. Los objetivos militares de Teodorico II, que desde Tolosa envió refuerzos a la península hispánica, se concentraban en este momento en la Bética.
Lo mismo que los burgundios, los visigodos, acosados por el emperador Mayoriano, aceptaron su condición de auxiliares de Roma y colaboraron con el emperador en la sumisión de los rebeldes suevos. Esta vez el ejército visigodo estaba dirigido por el general godo Sunnerico, y el romano por el magister militum Nepociano. La lucha contra los suevos prosiguió con resultados insuficientes.
La expansión visigoda en la Galia
La anarquía que estaba acelerando la ruina del Imperio de Occidente era útil al reino visigodo. Si la alianza con Avito había sido mantenida con lealtad, desde que el noble galorromano fue destronado los visigodos aprovecharon el hundimiento del poder imperial para ensanchar sus dominios en la Galia. Cuando el romano Egidio se negó a reconocer al emperador Severo, y formó un pequeño Estado romano en la Galia (que sostendría su hijo Siagrio hasta después de la desaparición del Imperio de Occidente), los visigodos se apoderaron de Narbona, alcanzando la deseada costa mediterránea, de la que Constancio había expulsado a Ataúlfo, y que el Imperio había querido defender a toda costa. En cambio fracasó la expansión goda hacia el norte. Egidio derrotó a Teodorico II junto a Orleans.
En la península hispánica la restauración del reino suevo impidió a los visigodos nuevos avances. Una paz entre los dos pueblos delimitó durante algún tiempo sus zonas de ocupación.
En 466, Teodorico II fue asesinado por su hermano Eurico, que reinó hasta 484. El menor de los hijos de Teodoredo fue un político inteligente y hábil, y su reinado, que coincide con la muerte del Imperio romano occidental, es el más brillante del reino tolosano. En él alcanzó el Estado visigodo su máxima expansión en la Galia, al tiempo que comenzaba la ocupación definitiva de la península ibérica.
Desde que Avito fue destronado, muchos nobles galorromanos adoptaron una actitud separatista. Pero este nacionalismo galo fracasó por su incapacidad de concertar una acción unánime contra Roma. Unos apoyaban a Egidio, y muerto Egidio, a Siagrio, su hijo, que mantuvo el Estado romano independiente creado al norte del Loira hasta 486. Otros -entre ellos magistrados tan influyentes como el prefecto del pretorio de las Galias Arvando- preferían la alianza con los visigodos. Un tercer partido, fiel a Roma, contaba también con terratenientes poderosos: el auvernés Ecdicio, hijo del emperador destronado Avito, tan acaudalado que podía sustentar en épocas de escasez a 4.000 pobres y reclutar y mantener a sus expensas un ejército de caballería para oponerlo a Eurico; y su cuñado Sidonio Apolinar, nombrado prefecto de Roma por el emperador Antemio, y luego obispo de Clermont. Los bretones y los federados burgundios y francos salios acataban la autoridad del gobierno imperial.
Eurico no desperdició ni esas divisiones ni las oportunidades que la mudanza de emperadores romanos le facilitaba. Así, con la complicidad del prefecto Arvando, atacó a los bretones del Loira, y conquistó el Berry y la Auvernia, llevando hasta aquel río la frontera septentrional de su reino. Auvernia fue defendida por la nobleza gala, agrupada tras Ecdicio, y por Sidonio Apolinar, y Eurico no pudo tomar la capital, Clermont. Pero el emperador Julio Nepote dispuso que Clermont fuese entregada a Eurico, a cambio de la Provenza. Porque, a la vez que desarrollaba su campaña auvernesa, el rey godo había conquistado Arles, Aviñón, Valence y otras ciudades provenzales. En 475 un tratado entre el emperador Nepote y Eurico devolvía Provenza al Imperio, y reconocía a los visigodos la posesión de Auvernia. Un año después los sucesos de Roma dieron ocasión a Eurico para ocupar Marsella y toda la Provenza. El reino visigodo se extendía en ese momento de los Alpes al Atlántico y del Loira a los Pirineos. Era el Estado más poderoso de Occidente.
La evolución del reino visigodo del pacto federal a la soberanía
Al mismo tiempo la guerra hispánica entre suevos y visigodos fue proseguida por Eurico, que emprendió además la conquista de la única provincia que el Imperio conservaba en las Hispanias, la Tarraconense.
Hasta entonces todas las intervenciones militares de los visigodos en la península ibérica se habían realizado en nombre del Imperio.10 Valia, Teodorico I y Teodorico II combatieron contra vándalos, burgundios o suevos como federados de Roma, en cumplimiento de obligaciones derivadas de un foedus varias veces renovado. Teodorico I había enviado tropas a Hispania en 421 para combatir a los vándalos, y probó su fidelidad a Roma a costa de su vida guerreando contra Atila en los Campos Mauriacos. La política antirromana de su sucesor Turismundo parece haber sido cuanto menos un pretexto para que sus hermanos Teodorico II y Federico le asesinaran. En los años que siguen a la muerte de Valentiniano III, mientras el Imperio de Occidente se disgrega, el reino visigodo se fortalece y ensancha, pero no rebelado contra Roma, sino colaborando con el gobierno imperial. Teodorico II hace proclamar emperador a su amigo Avito. Ricimerio fue en aquel momento el obstáculo que impidió al rey visigodo alcanzar en el Imperio el poder de Estilicón o de Aecio. Para estorbarlo, Ricimerio, que aspiraba a ese poder, destronó a Avito.
Pero si un rey visigodo había logrado imponer en el trono imperial a su candidato; si había podido arrogarse el derecho de intervenir en el nombramiento de emperadores, en lo sucesivo los monarcas godos aceptarán o recusarán, según su conveniencia, a los emperadores proclamados sin su intervención.
Así Teodorico II reconoce al emperador Severo sólo cuando éste acepta la incorporación de Narbona al reino visigodo, y Julio Nepote es reconocido por Eurico a cambio de la cesión de la Auvernia y del Berry.
Este comercio político se efectúa sin que el reino visigodo se enfrente con el Imperio. Lo que se discute nunca es la relación jurídica entre Imperio romano y Estado visigodo, sino la legitimidad de un emperador. Cuando Eurico se opone al emperador de turno, siempre tiene aliados romanos, lo que da a sus conflictos con Roma el carácter de un problema político interno, o de guerra civil en los casos más graves.
Pero los cambios de emperador -y por tanto, las relaciones del monarca visigodo con tan fugaces soberanos- se suceden aceleradamente, y por eso la evolución del reino visigodo hacia la soberanía se precipita. Cuando Odoacro se proclamó rex gentium, Eurico, que no había reconocido a Rómulo Augústulo, y que seguía considerando a Nepote como emperador legítimo, ocupó la Provenza, disputada a los borgoñones, y autorizó en 477 la reunión en Arles de la Asamblea provincial de la Galia,11 que tomó la decisión de enviar una embajada al emperador de Constantinopla Zenón, pidiéndole el restablecimiento de Nepote como emperador de Occidente. La muerte de Julio Nepote proporcionó a Eurico la soberanía de los territorios que el visigodo había ocupado en nombre de aquel, puesto que el emperador Zenón no los reclamó nunca.
Todas las regiones que constituían el reino de Eurico, excepto Provenza, habían sido cedidas a los visigodos por un emperador romano: la Aquitania había sido asignada a Valía por Honorio; la Narbonense, por Severo a Teodorico II; la Auvernia (y acaso Hispania, según supone Abadal) por Nepote a Eurico. Y al extinguirse el Imperio romano occidental, el reino visigodo quedó desvinculado del pacto de 418, y convertido, por el desarrollode los acontecimientos y no por la violencia, en un Estado independiente.
La penetración visigoda en Hispania durante el reinado de Eurico
La conquista de la Tarraconense es la única iniciativa agresiva de Eurico que no encaja en el proceso que se acaba de analizar. La Tarraconense era la sola provincia hispánica que ni suevos ni vándalos habían ocupado nunca. La bagauda tarraconense había sido combatida y sofocada por el Imperio unas veces con auxiliares suevos, con tropas visigodas o romanas otras, pero aun en las más graves situaciones Roma encontró recursospara conservar esta provincia.
La guerra entre suevos y visigodos continuaba, y las tropas de Eurico habían ocupado Mérida en 468. Para mantenerse en la Lusitania, los visigodos necesitaban dominar la gran calzada romana que, desde Mérida, llegaba a Zaragoza a través de Toledo, Guadalajara, Segovia y Calatayud, y desde Zaragoza seguía a los Pirineos, ya por Jaca, ya por Pamplona. La conquista de la Tarraconense fue, pues, una exigencia derivada de la posesión de Lusitania.12
Las noticias sobre la campaña visigoda en la Tarraconense escasas y contradictorias. Ramón de Abadal13 sugiere la hipótesis de dos expediciones diferentes, una dirigida por el general godo Gauderico, que penetró por Pamplona, conquistó Zaragoza y ocupó sin resistencia la región central del valle del Ebro,14 y otra simultánea, con tropas mandadas por el visigodo Hidefredo y el dux de las Hispanias, el general romano Vincencio, que avanzó por la costa mediterránea y conquistó Tarragona después de vencer la larga resistencia de la nobleza hispanorromana.
Como en Auvernia, la nobleza no se sometió sin lucha, concentrando la defensa en las capitales de las provincias, Clermont y Tarragona. En ambas conquistas, observa Abadal, Eurico envió generales romanos para dirigir la ocupación. Si las dos campañas estaban concebidas en el marco de un plan de expansión territorial, es posible que fueran realizadas a la vez, entre los años 470 y 475.
Así, cuando desaparece el Imperio de Occidente, los dominios visigodos en Hispania abarcaban Extremadura, parte de Portugal, la meseta del Duero, Navarra, Aragón y Cataluña. Barcelona y Tarragona al Norte y Mérida al Sur, eran las principales bases de esta expansión territorial. Se ignora si Eurico poseía ya Tortosa y si los visigodos se extendieron en esos años por el litoral valenciano y cartaginés. Probablemente la ocupación total de la Hispania no dominada por los suevos no fue el resultado de una sola campaña, sino de un lento proceso de penetración, y también de poblamiento, que no finalizó hasta que los visigodos fueron expulsados de la Galia a comienzos del siglo VI.
Las emigraciones visigodas en Hispania15
¿Cuándo comenzó la emigración visigoda de la Galia a la península hispánica? Desde mediados del siglo V las tropas visigodas combatían a los suevos en la Tierra de Campos (comarca que fue llamada en la Edad Media Campi Gothorum, campo de los godos), que era la tierra de nadie entre los dominios suevos e imperiales, con alternativas de guerra y de paz, pero sin que los visigodos abandonaran sus guarniciones, que se hicieron permanentes. Ya no se movieron de ellas. Eurico les encomendó la conquista de Mérida, y probablemente participaron en la expedición que sometió la Tarraconense, pero regresaron a sus bases. Acabaron por establecerse allí con sus familias. Así surgió una corriente emigratoria desde Aquitania hacia la altiplanicie castellana, a través de la ruta de Roncesvalles, que ya no cesó hasta el asentamiento definitivo de los visigodos en Hispania.
Los hallazgos arqueológicos confirman esta hipótesis. Los visigodos no ocuparon toda la península. Los invasores eran pocos.16 Poblaron únicamente una parte de Castilla la Vieja que tiene su centro en la provincia de Segovia, abarcando territorios de las provincias de Burgos, Soria, Guadalajara, Toledo, Madrid, Avila, Valladolid y Palencia. Allí recibieron tierras por el sistema habitual de la hospitalitas.
Esta exigua población goda no alteró la estructura social y eco. nómica de la región. Ocasionó el parcelamiento de algunos latifundios, pero no modificó el régimen tradicional de explotación del agro.
Las humildes familias de campesinos y soldados godos17 no se mezclaron con la población hispanorrornana, pero fueron absorbidas por su cultura. Abandonaron su idioma, sus costumbres y su indumentaria, adoptando las de los habitantes del país. Tres siglos más tarde los poblados godos desaparecieron sin dejar ni la huella de sus nombres (los arqueólogos han encontrado necrópolis visigodas, mas no poblados), cuando en la iniciación de la Reconquista se despobló la meseta del Duero. Sus habitantes, ya completamente romanizados, se establecieron en Galicia y en el Portugal septentrional, como lo acreditan numerosos topónimos godos de aquellos territorios: Gotos, Godo, Gude, Godin, Gutino, Godinhos, Valgoda, Aldegoda.18 Puede asegurarse que nada o muy poco aportaron al acervo de lo hispánico.
Paralelamente a esta emigración popular, circunscrita -conviene repetirlo- a la altiplanicie castellana, la aristocracia goda fue estableciéndose en Hispania a medida que los reyes visigodos extendían su soberanía sobre la península. Esta emigración se inició en tiempos de Eurico, completándose cuando los francos obligaron a los visigodos a abandonar la Galia. La nobleza visigoda formó superestructura militar que sustituyó progresivamente a las autoridades civiles romanas y ejerció, en nombre del monarca godo, el poder político, administrativo y judicial.
Las gentes Gothorum, el pueblo de los godos, estaba constituido por doscientas o trescientas familias nobles, que habían jurado personalmente fidelidad al rey, unidas entre sí por el vínculo nacional. Eran los seniores, oficiales de la casa del rey y miembros del Aula Regia, o encargados por el monarca del gobierno de las provincias: los duques gobernadores de provincia; los condes de las ciudades; los tiufados, jefes militares; los vicarios, encargados de regir las circunscripciones rurales; los numerarios, que dirigían la recaudación de impuestos. Los seniores reciben de sus reyes fincas rústicas en recompensa de sus servicios, y se convierten en propietarios de grandes latifundios.19 En un plano inferior de nobleza, unidos también al monarca por lazos de fidelidad personal, los gardingos constituyen la base del ejército y el más firme soporte del poder real. Seniores y gardingos forman la clase dominante, los goti, que los documentos diferencian de los romani, la población hispanorrornana. La fusión de godos y romanos, autorizada desde el siglo VI por una ley de Leovigildo, estaba apenas iniciada cuando los musulmanes derribaron el Estado visigodo. La aristocracia goda ofreció la resistencia a la unión con otro grupo social que es peculiar de toda oligarquía. Si la nobleza hispanorromana llegó a participar en el poder fue sólo a través de la Iglesia.
El predominio del latifundismo y la ruralización de Hispania son desenlaces de un proceso iniciado, como en las otras provincias del Imperio, en el siglo III. Los visigodos se limitaron a acelerarlo desde el poder, y a rematarlo para su aprovechamiento. Más que comenzar una época nueva (la Edad Media española, como tanto tiempo se ha creído), la dominación visigoda en España fue la última y empobrecida fase de la Hispania romana, lo que Vicens Vives ha llamado «el epigonismo visigodo».20
El Código de Eurico
Mientras Odoacro procuraba acomodarse en el sistema -caduco, pero todavía legítimo- de un Imperio romano unificado, Eurico no sólo se independizaba políticamente de Roma, sino que acometía la tarea de sustituir el orden romano por un orden germánico nuevo. Era la empresa que Ataúlfo había considerado innecesaria e imposible. Pero en los sesenta años transcurridos desde Ataúlfo hasta Eurico el prestigio de la universalidad romana, aunque vigente en muchas conciencias romanas y bárbaras, empezaba a desmoronarse, sin que por eso dejara de irradiar sus valores permanentes sobre los pueblos germánicos. Pero la tradición romana ya no bastaba para conservar la unidad cultural de la Romania, ni pudo impedir la germanización de Occidente, germanización injertada, eso sí, de influencias romanas.
Antes de que Eurico se desligara jurídicamente del Imperio21 el reino visigodo era un Estado dentro de otro Estado (un Estado étnico dentro de un Estado territorial). Los reyes eran soberanos de su pueblo, pero como jefes militares al servicio de Roma carecían de autoridad sobre los ciudadanos romanos. Pero de hecho, si no de derecho, la fuerza militar goda se fue imponiendo a los inermes súbditos del Imperio, y los monarcas germánicos se apoderaron paso a paso de la soberanía territorial de las provincias que ocupaban. Mas cuando Eurico completó el proceso de emancipación política, los visigodos siguieron respetando las leyes, las costumbres y la religión de los provinciales. El gobierno de los súbditos romanos fue confiado en el primer momento a nobles romanos, como el conde Víctor en Auvernia y el duque Vicente en la Tarraconense.
La convivencia de dos pueblos distintos en un mismo territorio dio lugar a la implantación en él de dos legislaciones diferentes, la visigoda y la hispanorromana.22 Los visigodos, lo mismo que todos los pueblos germánicos, se rigieron durante la época de establecimiento por un derecho popular no escrito, formado por usos y costumbres, o establecido por las asambleas deliberantes, y por un derecho real, constituido por las disposiciones escritas de sus reyes, llamadas "edictos" como las romanas. Eurico encargó a una comisión de juristas -probablemente todos ellos galorromanos- la redacción de un Código que compilara el derecho visigodo, destinado a la población goda (aunque sus prescripciones rigiesen también para los provinciales en las cuestiones que implicaran relaciones entre visigodos y romanos).
El Código de Eurico es la primera ley germánica escrita, y la más importante por su influjo en las codificaciones de otros pueblos, como los bávaros y los burgundios. En esta recopilación -que fue redactada en latín-, el derecho consuetudinario godo está fuertemente influido por el derecho romano, por el helenístico y por el canónico. El Código de Eurico es el puente entre el derecho de la Antigüedad clásica y el de la Edad Media occidental.
La corte de Burdeos
El Estado organizado por Eurico fue la primera potencia militar de la segunda mitad del siglo V. Sidonio Apolinar, adversario vencido, nos describe la protocolaria corte del monarca godo en Burdeos. El primer ministro de Eurico es un noble galorromano, León de Narbona, que comparte con Sidonio Apolinar la afición a la literatura latina y la amistosa inclinación a los eruditos. La corte del victorioso y legislador Eurico es el centro del mundo occidental. En Burdeos halla Sidonio una vida alegre, pintoresca y brillante, animada por los representantes de los más diversos pueblos: embajadores del Imperio romano de Oriente y de Persia; emisarios francos, burgundios, sicambros, ostrogodos, que piden la paz o solicitan una alianza.
La política religiosa de Eurico
El mismo principio jurídico que hizo posible la convivencia pacífica de los dos pueblos, fue aplicado por Eurico a sus súbditos arrianos y católicos. Los godos arrianos y los provinciales católicos fueron invitados a la tolerancia religiosa. Las persecuciones contra los católicos atribuidas a Eurico y a su hijo Alarico II por algunos historiadores no tienen otro fundamento documental que el testimonio de Sidonio Apolinar y el destierro de obispos católicos. Pero, como observa Ramón de Abadal,23 Sidonio se limita a suponer en Eurico actitudes anticatólicas sin aseverarlas: «Temo que este rey de los godos -escribe en una carta- enardecido por sus éxitos militares, no resulte más enemigo aún de las leyes de los cristianos que de las ciudades romanas, porque, según se dice, el nombre de católico le horroriza, y está obsesionado por asegurarse el predominio de su raza y de su secta.» En otro escrito sigue diciendo de Eurico: «Detesta el nombre de católico [...],da la impresión de un jefe de secta más bien que de su pueblo [ ... ]. Burdeos, Perigord, Rodez, Limoges, Javols, Eauze, Bazas, Comminges, Auch y otras ciudades han sido decapitadas de sus pontífices; a la muerte de éstos no se han sucedido nuevos obispos para conferir órdenes, los daños espirituales se han extendido [...]. Las diócesis, las parroquias están desoladas, sin ministerio. En las iglesias se derrumban los techos, caen las puertas, los espinos y matorrales cierran las entradas; los rebaños van allí a reposar y a comer la hierba que crece en los altares. No sólo quedan desiertas las parroquias rurales; hasta en las iglesias de las ciudades se hacen escasas las reuniones.»
Sidonio escribe estas cartas cuando, junto a su cuñado Ecdicio, está en guerra con Eurico, defendiendo la capital de Auvernia, Clermont, del acoso godo. Algunas de sus frases son deliberadamente equívocas. Las ciudades «decapitadas de sus obispos» son simplemente obispados no provistos a la muerte de su titular. La desintegración de la máquina política romana pudo afectar por breve tiempo a la organización eclesiástica.
Los obispos desterrados por Eurico lo fueron por motivos políticos, como el mismo Sidonio, luego repuesto en su sede de Clermont Ferrand. Las persecuciones contra los obispos católicos cesaron cuando Eurico completó sus conquistas, lo que hubiera sido inexplicable si la actitud del monarca visigodo frente al clero romano hubiera sido adoptada por razones religiosas. Al desmoronarse la administración imperial muchos obispos se convirtieron en defensores de las ciudades, y sustituyeron a las autoridades civiles romanas.24 Los conflictos de competencia jurídica y fiscal (y no necesariamente religiosa) entre las autoridades germánicas y romanas eran inevitables. Pero en cambio (y también como consecuencia de la misión política que los obispos se atribuyeron) los monarcas godos recurrieron a la mediación del clero romano en sus conflictos con Roma. Teodorico I envió como embajadores a obispos de Aquitania, entre ellos al de Auch, Oriencio, para proponer la paz a Aecio en 439. Julio Nepote se sirvió como emisarios de los obispos BasiIio de Aix, Leoncio de Arles, Fausto de Riez y Greco de Marsella, para concertar en 474 una paz con Eurico que éste no aceptó, y que gestionó con éxito al año siguiente el obispo Epifanio de Pavía.
El sucesor de Eurico, Alarico II, ordenó una recopilación legislativa que pusiera término a la confusión originada por la variedad de fuentes jurídicas romanas. Cuando esta compilación, la Lex romana visigothorum, la más importante del derecho romano de Occidente, estuvo terminada, Alarico II reunió en Aire-sur-l'Adour una asamblea de obispos y de provinciales elegidos en representación de la población indígena para que la aprobaran, y sólo entonces fue promulgada por el rey visigodo. Todavía el concilio reunido en 506 en Agde, al que acudieron 34 obispos galos o sus legados, autorizado por Alarico II, hacía votos por la prosperidad del rey godo.
Alarico II quiso atraerse a la población galorromana. Aunque arriano, equiparó a todos sus súbditos, godos o romanos, arrianos o católicos. Sólo cuando el clero galorromano apoya la causa del rey franco Clodoveo, convertido al catolicismo, Alarico II, como Eurico antes, destierra a algunos obispos galos, Volusiamo de Tours, Cesáreo de Arles, que pronto retornan a sus sedes.
Fin del reino visigodo de Tolosa
Eurico murió en Arles, la ciudad que había sido capital romana de la Galia. Su hijo Alarico II fue elegido rey. La emigración visigoda a la península hispánica debió de intensificarse en estos años, hasta merecer la atención del Cronicón Cesaraugustano, que en 494 dice: «los godos entraron en Hispania», y en 497: «recibieron morada dentro de las Españas», sin precisar los lugares de asentamiento. Esta emigración popular debió de ser la mayor, pero no la primera -como ya se dijo- ni la última. Debilitó la posición en la Galia de los visigodos en el momento menos oportuno, cuando surgía al otro lado del Loira una nueva potencia militar, el reino de Clodoveo. Al ser vencido Siagrio, último representante de la romanidad en la Galia del Norte, por el monarca franco, el general romano se refugió en el norte de Tolosa, y Alarico II tuvo la debilidad de entregarlo a Clodoveo.
Pronto se halló el rey visigodo amenazado por un peligro doble: la frontera septentrional de su reino, el curso del Loira, fue atacada por los francos, y la oriental, el valle del Ródano, por los burgundios. Los esfuerzos del rey ostrogodo Teodorico el Grande,25 con cuya hija estaba casado Alarico II, para conservar en la Galia la hegemonía goda o conservar al menos la paz, fracasaron.
Tours, Saintes y Burdeos fueron ocupadas por los francos y recobradas por los visigodos. Una precaria paz conseguida por Teodorico en 502, permitió al reino de Tolosa realizar la magna obra legislativa de Alarico II, la Lex Romana Visigothorum. Pero el año 507 Clodoveo, que en estos cinco años había fortalecido su ejército y su popularidad entre la población galorromana del sur del Loira, y que contaba además con la alianza de los burgundios, invadió los dominios visigodos. Cerca de Poitiers, en Vouillé, derrotó a Alarico II, quien murió en el campo de batalla. Los francos tomaron Burdeos y Tolosa, mientras los burgundios saqueaban Narbona. El ataque franco fue rápido, enérgico, imprevisto y el aparato político visigodo se desmoronó.26
Así acabó el reino visigodo de Tolosa. Hasta que, pasados más de sesenta años, organice Leovigildo el reino de Toledo, la nobleza visigoda se irá estableciendo en Hispania como una superestructura militar, y en esa nobleza se insertarán muchos oficiales ostrogodos, enviados por Teodorico desde Italia a la Galia Narbonense y a Hispania para salvar del desastre lo que pudiese ser salvado y el trono visigodo para su nieto Amalarico. Esos sesenta años de transición del reino de Tolosa al reino de Toledo han sido llamados por Abadal el "intermedio visigodo".27

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