Los antiguos nubios
Los antiguos nubios vivían en una región del noreste de África que se encuentra al sur del actual Egipto y al norte del actual Sudán. Nubia limitaba al oeste con el Nilo y el desierto del Sahara, y al este con el mar Rojo, una zona que en la actualidad es el desierto nubio.
El reino de los nubios, de tez negra, fue invadido en torno a 1920 a.C., cuando el rey Senuseret de Egipto envió a su ejércitos Nilo arriba. Los egipcios llamaban Kush a esta región y para ellos era una importante fuente de valiosos metales y minerales, en especial oro. Durante cientos de años hubo incursiones recíprocas entre los dos reinos, y los kushitas se las ingeniaron para capturar algunos tesoros egipcios, que llevaron de vuelta a su capital, Kerma, cerca de la tercera catarata del Nilo, en el actual Sudán.
Por aquel entonces Kush era un estado poderoso, gobernado por reyes que vivían rodeados de lujo. Las pruebas de ello fueron descubiertas a comienzos del siglo XX, cuando el arqueólogo norteamericano George Reisner halló una estructura en forma de castillo y un cementerio real con muchos túmulos funerarios, que contenían los esqueletos de personas y animales sacrificados. Los reyes se encontraron enterrados en tumbas más grandes. El cuerpo del soberano reposaba sobre una cama en una pequeña habitación; cerca de el se encontraron los esqueletos de cientos de hombres, mujeres y niños, todos ellos enterrados junto al soberano como sacrificio. Los historiadores creen que fueron enterrados vivos.
Los kushitas adoptaron algunas de las costumbres religiosas y artísticas de los egipcios. Entonces, en torno al año 740 a.C., el rey kushita Piankhi logro conquistar el propio Egipto. Los kushitas fundaron la XXV Dinastía egipcia, pero su gobierno no duró mucho. Sobre 654 a.C. tuvieron que retroceder hacia el sur empujados por los asirios. Se vieron obligados a situar su capital mucho más al sur, en Napata, cerca de la cuarta catarata del Nilo. Por aquel entonces los kushitas adoptaron el egipcio como su lengua oficial y comenzaron a construir pirámides como tumbas reales, al igual que habían hecho los egipcios muchos cientos de años antes.
El reino de los nubios, de tez negra, fue invadido en torno a 1920 a.C., cuando el rey Senuseret de Egipto envió a su ejércitos Nilo arriba. Los egipcios llamaban Kush a esta región y para ellos era una importante fuente de valiosos metales y minerales, en especial oro. Durante cientos de años hubo incursiones recíprocas entre los dos reinos, y los kushitas se las ingeniaron para capturar algunos tesoros egipcios, que llevaron de vuelta a su capital, Kerma, cerca de la tercera catarata del Nilo, en el actual Sudán.
Por aquel entonces Kush era un estado poderoso, gobernado por reyes que vivían rodeados de lujo. Las pruebas de ello fueron descubiertas a comienzos del siglo XX, cuando el arqueólogo norteamericano George Reisner halló una estructura en forma de castillo y un cementerio real con muchos túmulos funerarios, que contenían los esqueletos de personas y animales sacrificados. Los reyes se encontraron enterrados en tumbas más grandes. El cuerpo del soberano reposaba sobre una cama en una pequeña habitación; cerca de el se encontraron los esqueletos de cientos de hombres, mujeres y niños, todos ellos enterrados junto al soberano como sacrificio. Los historiadores creen que fueron enterrados vivos.
Los kushitas adoptaron algunas de las costumbres religiosas y artísticas de los egipcios. Entonces, en torno al año 740 a.C., el rey kushita Piankhi logro conquistar el propio Egipto. Los kushitas fundaron la XXV Dinastía egipcia, pero su gobierno no duró mucho. Sobre 654 a.C. tuvieron que retroceder hacia el sur empujados por los asirios. Se vieron obligados a situar su capital mucho más al sur, en Napata, cerca de la cuarta catarata del Nilo. Por aquel entonces los kushitas adoptaron el egipcio como su lengua oficial y comenzaron a construir pirámides como tumbas reales, al igual que habían hecho los egipcios muchos cientos de años antes.
El Reino de Meroe de los nubios
Pero quizá Napata estuviera demasiado cerca de Egipto, porque en 590 a.C. los kushitas volvieron a trasladar su capital, esta vez a Meroe, entre la quinta y la sexta cataratas. Su reino, más pequeño, floreció de nuevo, libre de la influencia egipcia. Los kushitas encontraron mena de hierro, que fundieron para crear herramientas y armas de hierro (puede que fuera aquí donde comenzara la práctica de la fundición del hierro en la antigua África).
Meroe y Napata estaban unidas mediante una antigua ruta caravanera. En Meroe, los kushitas construyeron un palacio real de ladrillo y piedra, así como un muelle fluvial y muchas pirámides escalonadas. Estas pirámides se iban edificando encima de las tumbas y eran mucho más pequeñas y empinadas que sus equivalentes egipcias. Pero desgraciadamente algunos exploradores del siglo XIX quitaron la parte superior de muchas de ellas en su vana y precipitada búsqueda de tesoros ocultos. Los habitantes de Meroe también construyeron templos al toro sagrado egipcio Apis y a la diosa Isis, que representaba para ellos la fuerza femenina de la naturaleza. También fue dedicado otro templo a una deidad que era netamente africana y que parece haber sido adorada únicamente por los habitantes de Meroe, el dios león Apedemak.
Gradualmente, los habitantes de Meroe se vieron menos influidos por Egipto: crearon nuevos estilos artísticos y arquitectónicos, utilizaron su propia lengua y desarrollaron su propio alfabeto y sistema de escritura a partir de los jeroglíficos faraónicos. Los signos meroíticos aparecen en estelas de piedra, pero los especialistas todavía no han sido capaces de descifrarlos por completo. Los mercaderes de Meroe comerciaban con sus excelentes productos de hierro, tanto en la región mediterránea como en Asia. Los granjeros de fuera de la ciudad canalizaban el agua del cercano Nilo y utilizaban norias accionadas por bueyes para llevar el agua a sus campos. Cultivaban algodón y otros productos; también criaban ganado.
Meroe y Napata estaban unidas mediante una antigua ruta caravanera. En Meroe, los kushitas construyeron un palacio real de ladrillo y piedra, así como un muelle fluvial y muchas pirámides escalonadas. Estas pirámides se iban edificando encima de las tumbas y eran mucho más pequeñas y empinadas que sus equivalentes egipcias. Pero desgraciadamente algunos exploradores del siglo XIX quitaron la parte superior de muchas de ellas en su vana y precipitada búsqueda de tesoros ocultos. Los habitantes de Meroe también construyeron templos al toro sagrado egipcio Apis y a la diosa Isis, que representaba para ellos la fuerza femenina de la naturaleza. También fue dedicado otro templo a una deidad que era netamente africana y que parece haber sido adorada únicamente por los habitantes de Meroe, el dios león Apedemak.
Gradualmente, los habitantes de Meroe se vieron menos influidos por Egipto: crearon nuevos estilos artísticos y arquitectónicos, utilizaron su propia lengua y desarrollaron su propio alfabeto y sistema de escritura a partir de los jeroglíficos faraónicos. Los signos meroíticos aparecen en estelas de piedra, pero los especialistas todavía no han sido capaces de descifrarlos por completo. Los mercaderes de Meroe comerciaban con sus excelentes productos de hierro, tanto en la región mediterránea como en Asia. Los granjeros de fuera de la ciudad canalizaban el agua del cercano Nilo y utilizaban norias accionadas por bueyes para llevar el agua a sus campos. Cultivaban algodón y otros productos; también criaban ganado.
En el 45 a.C., Amanishakhete se convirtió en la reina de la Meroe kushita, incrementando, como sus sucesores, el contacto con Egipto. Sin embargo, en el año 30 a.C., el gran reino egipcio cayó en manos de Roma y siete años después el prefecto romano Petronio condujo una expedición a la región de Meroe. Los romanos capturaron varias ciudades y destruyeron Napata. No tardaron en retirarse hacia el norte, pero a partir de entonces el poder y la riqueza de Meroe declinaron lentamente. Es posible que el declive tuviera que ver con una disminución de las cosechas; la tierra pudo haber quedado desprovista de árboles y haber sido sobreexplotada, de modo que el desierto se apoderó de la región. En el siglo III, nómadas del desierto arábigo se trasladaron aquí y, entonces, en torno a 350 d.C., fuerzas procedentes del poderoso reino de Aksum destruyeron la propia Meroe.
El ascenso de Aksum
La ciudad de Aksum estaba situada 600 kilómetros al sureste de Meroe, en las montañas septentrionales de la actual Etiopía. El montañoso reino que rodeaba la ciudad se encontraba entre el Nilo Azul y el mar Rojo, ocupando zonas de las actuales Eritrea, Yibuti y Sudán. En el siglo I d.C., el pueblo que habitaba esta región se había convertido en una importante potencia comercial. Utilizaban el puerto de Adulis, en el mar Rojo, para comerciar con el Imperio romano, Arabia y la India. La conquista de Meroe les dio a los aksumitas un mayor control sobre las rutas comerciales del valle del Nilo.
Aproximadamente por las mismas fechas en que tuvo lugar la conquista de Meroe, el rey Ezana de Aksum se convirtió al cristianismo. Su reino se transformó en un aliado del Imperio romano de Oriente, administrado desde Constantinopla. A lo largo de los siglos siguientes, Aksum incrementó su poder y conquistó parte de Arabia. Los monumentos de la capital, sus iglesias y sus 20.000 habitantes eran mantenidos con los impuestos que pagaban tanto los territorios conquistados como sus propios y exitosos mercaderes. Sin embargo, tras la conquista persa de Arabia, en el año 575 d.C., para los aksumitas se volvió difícil comerciar a lo largo del mar Rojo. En el siglo VII, árabes musulmanes conquistaron a los persas, destruyeron la flota aksumita y los aislaron del resto del mundo cristiano. Los aksumitas ya no pudieron competir con el poder musulmán y, para el año 1000 d.C., su civilización había perdido todo su poder.
Aproximadamente por las mismas fechas en que tuvo lugar la conquista de Meroe, el rey Ezana de Aksum se convirtió al cristianismo. Su reino se transformó en un aliado del Imperio romano de Oriente, administrado desde Constantinopla. A lo largo de los siglos siguientes, Aksum incrementó su poder y conquistó parte de Arabia. Los monumentos de la capital, sus iglesias y sus 20.000 habitantes eran mantenidos con los impuestos que pagaban tanto los territorios conquistados como sus propios y exitosos mercaderes. Sin embargo, tras la conquista persa de Arabia, en el año 575 d.C., para los aksumitas se volvió difícil comerciar a lo largo del mar Rojo. En el siglo VII, árabes musulmanes conquistaron a los persas, destruyeron la flota aksumita y los aislaron del resto del mundo cristiano. Los aksumitas ya no pudieron competir con el poder musulmán y, para el año 1000 d.C., su civilización había perdido todo su poder.
Las estelas de Aksum
Aksum es famosa por sus gigantescas estelas de granito: antiguos pilares con inscripciones talladas que parecen estilizados rascacielos. Los monumentos datan de antes del siglo IV d.C. y sus grabados contienen escenas que incluyen edificios aksumitas de caliza, barro y madera, similares a los que todavía se pueden ver en los poblados de las montañas del norte de Etiopía.
La más alta de las estela todavía en pie mide 21 metros de altura. Algunas de las estelas pueden haber sido más altas incluso, pero ahora yacen rotas en el suelo.
Los historiadores no están seguros de cuál era su propósito, pero creen que señalaban tumbas reales aksumitas. En la década de 1970, los arqueólogos encontraron una serie de tumbas debajo de las estelas, algunas de ellas con ocho metros de profundidad.
Una de las estelas más grandes fue trasladada por los italianos a su país en la década de 1930, durante su ocupación de Etiopía como parte del África oriental italiana. Este antiguo monumento aksumita se yergue hoy día cerca del Arco de Constantino, en Roma.
La más alta de las estela todavía en pie mide 21 metros de altura. Algunas de las estelas pueden haber sido más altas incluso, pero ahora yacen rotas en el suelo.
Los historiadores no están seguros de cuál era su propósito, pero creen que señalaban tumbas reales aksumitas. En la década de 1970, los arqueólogos encontraron una serie de tumbas debajo de las estelas, algunas de ellas con ocho metros de profundidad.
Una de las estelas más grandes fue trasladada por los italianos a su país en la década de 1930, durante su ocupación de Etiopía como parte del África oriental italiana. Este antiguo monumento aksumita se yergue hoy día cerca del Arco de Constantino, en Roma.
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