San Benito es una obra de El Greco, realizada entre 1577 y 1579. Se conserva y exhibe en una de las salas del Museo Nacional del Prado en Madrid, España.
Análisis[editar]
La elaboración del retablo para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo fue uno de los primeros encargos de El Greco después de su llegada a España. El conjunto fue solicitado al pintor por su amigo Diego de Castilla, considerado su primer mecenas.
Aquí aparece representado san Benito de Nursia, fundador de la Orden Benedictina a la que pertenecían los monjes del convento de Santo Domingo desde el siglo XI. Viste un hábito negro y sostiene con la mano izquierda un báculo ricamente decorado en oro y plata. Las nubes y el celaje articulan un nimbo, única referencia espacial de El Greco. No se aprecia la anatomía del personaje, cubierta por pesados ropajes. Destaca el sólido modelado y las pinceladas, que permiten construir un fondo abocetado.
San Bernardino es una obra de El Greco, realizada en 1603. Pertenece al Museo del Prado, pero está depositado en el Museo de El Greco de Toledo.
Análisis[editar]
Esta obra, encargada al pintor por el colegio universitario de San Bernardino de Toledo, representa a san Bernardino de Siena. Esta obra, por la que se pagaron tres mil reales en febrero de 1603, estuvo lista en septiembre. El santo, de proporciones muy estilizadas, aparece aquí cubierto con el hábito de la Orden Franciscana y empuñando un bastón coronado por un anagramade Jesucristo.
Bajo su brazo izquierdo porta un libro encuadernado al estilo plateresco. Junto a sus pies se aprecian tres mitras, una por cada obispado que rechazó: Siena, Urbino y Ferrara. Al fondo se distinguen algunos edificios de Toledo, mientras que la figura del santo adquiere un gran sentido de monumentalidad al recortarse sobre nubes de tormenta.
San Francisco de Asís y el hermano León es una obra de El Greco, realizada en 1609 durante su último período toledano. Se conserva en Monforte de Lemos (Lugo).
Análisis[editar]
Se conocen casi cuarenta obras que abordan este tema en la producción artística del cretense, aunque la mayoría fueron pergeñadas por su taller de ayudantes. San Francisco de Asís, aquí representado como un anacoreta penitente en meditación, como lo exigían los cánones artísticos de la Contrarreforma, se encuentra arrodillado y sosteniendo una calavera. A sus pies encontramos al hermano León, en actitud orante. El fondo es un cielo nublado, las figuras son alargadas y las telas engullen su anatomía.
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