La Virgen niña en éxtasis es un cuadro de Francisco de Zurbarán expuesto en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, Estados Unidos. Está pintado al óleo sobre lienzo y mide 117 cm de alto por 94 cm de ancho.
Zurbarán pintó en la última fase de su obra una serie de lienzos dedicados a María durante su infancia y en su vida familiar. Dentro de este grupo de cuadros, encargados todos por clientes particulares, encontramos esta Virgen Niña en éxtasis. Es muy similar a otras del mismo tema, y además coincide con ellas en las ropas, e incluso en los motivos bordados que adornan su blusa. La niña aparece rezando, tras haber interrumpido su labor femenina, con el rostro absorto y enmarcado por una aureola de angelitos mofletudos. A sus pies están esparcidas diversas florecillas de colores, que además de adornar la imagen, simbolizan las virtudes de la futura madre: flores azules que indican fidelidad, flores amarillas que significan la inteligencia y la madurez, rosas para el amor, azucenas blancas por su virginidad... Estos objetos que la rodean son detalles de naturalezas muertas, que de ser pintadas aisladamente podrían formar bodegones de gran calidad. El lienzo aparece enmarcado en un cortinaje rojo, que evoca la cortina del templo, constituyendo una especie de altar campesino.
La Visión de San Alonso Rodríguez es un cuadro de Francisco de Zurbarán expuesto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, España. Está pintado al óleo sobre lienzo y mide 266 cm de alto por 167 cm de ancho.
Cuando una comunidad de monjes encargaba una serie de lienzos a Zurbarán, con frecuencia le especificaba quién debía aparecer en los cuadros y de qué manera. Lo más habitual es que se tratara de retratar idealmente a los principales santos y personajes de la Orden a la cual pertenecían los monjes en cuestión. Es el caso del lienzo dedicado a la Visión de San Alonso Rodríguez. Este monje era uno de los padres fundadores de la Orden de los Jesuitas, que ostentaban un enorme poder en el mundo católico en general, y en la Sevilla del siglo XVII en particular. Zurbarán trabajó para ellos en diversas iglesias bajo su protección, así como en el Colegio de Doctores que tenían en Sevilla. El cuadro sigue una división que había tenido gran éxito en Andalucía, según modelos vigentes desde El Greco. Esta división consiste en presentar un milagro en dos partes: la mitad inferior muestra el mundo terrestre, donde se encuentra el santo que sirve de enlace entre el mundo de los fieles y el mundo divino. Esta parte celestial se representa en la mitad inferior, y es hacia la que se dirigen tanto las miradas del santo y el ángel, como las de aquellos espectadores que vienen a implorar la protección de San Alonso. Zurbarán nuevamente demuestra sus dotes para el retrato, que solía emplear para pintar figuras que no había podido conocer en vida, pero que parecen estar copiadas del natural. En la escena, San Alonso es asistido por un ángel y recibe los estigmas de los dos corazones de María y de Jesús, quedando sus nombres grabados en el pecho del místico. En la parte celestial, María y su Hijo lanzan rayos divinos con sus corazones hacia el pecho del santo. Un coro de ángeles adolescentes vestidos con túnicas blancas ambienta la visión que, según las narraciones de los santos místicos del Siglo de Oro, incluían siempre visiones de los cinco sentidos.
La Visión de San Pedro Nolasco es un cuadro de Francisco de Zurbarán pintado en 1629 y conservado en el Museo del Prado de Madrid, España. Está trabajado al óleo sobre lienzo y mide 179 cm de alto por 223 de ancho.
Representa a San Pedro Nolasco, fundador de los mercedarios, soñando con una imagen de la Jerusalén celeste, que aparece recortada entre unas nubes a la izquierda del espectador, en presencia de un ángel que la señala.
La obra forma pareja con la Aparición de San Pedro a San Pedro Nolasco, y ambos fueron realizados para el claustro del Convento de la Merced Calzada de Sevilla (actual edificio del Museo de Bellas Artes), en una serie dedicada al monje catalán. Se trata de dos obras de la época inicial de la trayectoria de Zurbarán. En ellas el pintor extremeñomuestra su habilidad para plasmar la expresión de las fiugras, los valores táctiles y calidad de las texturas y el cromatismo de blancos y grises en composiciones austeras.
La aparición de la ciudad fantástica se reviste de sobriedad, en conjunción con las figuras del resto del cuadr y el estilo sobrio habitual de Zurbarán para las pinturas de historia de los santos de las órdenes de Sevilla, que fueron su principal cliente.
En 1808 el lienzo fue comprado por López Cepero, deán de la Catedral de Sevilla, que en 1821 lo donó a la colección del rey Fernando VII.
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