Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
corolas frescas y frescos
ramos, Alegría!
Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos,
dulzura, Alegría!
El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena,
y el de esa negra, Alegría!
Y el vientre de esa pequeña
de quince años, y sus brazos
armoniosos, Alegría!
Y el aliento de la selva virgen,
y el de las vírgenes hembras,
y las dulces rimas de la Aurora,
Alegría, Alegría, Alegría!
corolas frescas y frescos
ramos, Alegría!
Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos,
dulzura, Alegría!
El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena,
y el de esa negra, Alegría!
Y el vientre de esa pequeña
de quince años, y sus brazos
armoniosos, Alegría!
Y el aliento de la selva virgen,
y el de las vírgenes hembras,
y las dulces rimas de la Aurora,
Alegría, Alegría, Alegría!
ALLÁ LEJOS
(1905)
BUEY que vi en mi niñez echando vaho un día
Bajo el nicaragüense sol de encendidos oros
En la hacienda fecunda, plena de la armonía
Del trópico; paloma de los bosques sonoros.
Del viento, de las hachas, de pájaros y toros
Salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
Que llamaba a la ordeña de la vaca lechera.
Cuando era mi existencia toda blanca y rosada,
Y tú, paloma arrulladora y montañera,
Significas en mi primavera pasada
Todo lo que hay en la divina Primavera.
Rubén Darío.
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
ALMA MÍA
Alma mía, perdura en tu idea divina.
Todo está bajo el signo de un destino supremo;
sigue en tu rumbo, sigue hasta el ocaso extremo
por el camino que hacia la Esfinge te encamina.
Corta la flor al paso, deja la dura espina;
en el río de oro lleva a compás el remo;
saluda el rudo arado del rudo Triptolemo,
y sigue como un dios que sus sueños destina...
Todo está bajo el signo de un destino supremo;
sigue en tu rumbo, sigue hasta el ocaso extremo
por el camino que hacia la Esfinge te encamina.
Corta la flor al paso, deja la dura espina;
en el río de oro lleva a compás el remo;
saluda el rudo arado del rudo Triptolemo,
y sigue como un dios que sus sueños destina...
Y sigue como un dios que la dicha estimula,
y mientras la retórica del pájaro te adula,
y los astros del cielo te acompañan, y los
ramos de la Esperanza surgen primaverales,
atraviesa impertérrita por el bosque de males
sin temer las serpientes; y sigue, como un dios...
y mientras la retórica del pájaro te adula,
y los astros del cielo te acompañan, y los
ramos de la Esperanza surgen primaverales,
atraviesa impertérrita por el bosque de males
sin temer las serpientes; y sigue, como un dios...
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Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
AMOR
El amor está en las rosas
las rosas son el amor,
Cupido anda entre las cosas
y hace de ellas una flor.
A veces despierta un nido,
y a veces se va a vagar,
y anda en el viento, en el ruido
en el bosque y en el mar.
las rosas son el amor,
Cupido anda entre las cosas
y hace de ellas una flor.
A veces despierta un nido,
y a veces se va a vagar,
y anda en el viento, en el ruido
en el bosque y en el mar.
Hace despertar los truenos
y hace rugir los leones,
y forma jardines buenos
dentro de los corazones.
Es la voz, la voz errante,
que no encuentra su vocablo,
y expresa al ángel flotante,
o expresa al prófugo diablo.
Se extenúa, se propaga,
se multiplica, se vierte,
y es profunda, triste, vaga,
toda vida o toda muerte.
Anda errante un silfo extraño
que llena mi alma invasora
con las perlas de la hora
y los diamantes del año.
y hace rugir los leones,
y forma jardines buenos
dentro de los corazones.
Es la voz, la voz errante,
que no encuentra su vocablo,
y expresa al ángel flotante,
o expresa al prófugo diablo.
Se extenúa, se propaga,
se multiplica, se vierte,
y es profunda, triste, vaga,
toda vida o toda muerte.
Anda errante un silfo extraño
que llena mi alma invasora
con las perlas de la hora
y los diamantes del año.
Yo al silfo le he visto. Y es
todo perlas y brillantes.
Las perlas se llaman: antes,
y los brillantes: después.
todo perlas y brillantes.
Las perlas se llaman: antes,
y los brillantes: después.
Y dijo la paloma: Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo, En el árbol en flor, junto a la poma Llena de miel, junto al retoño suave Y húmedo por las gotas de rocío, Tengo mi hogar. Y vuelo Con mis anhelos de ave, Del amado árbol mío Hasta el bosque lejano, Cuando, al himno jocundo Del despertar de Oriente, Sale el alba desnuda y muestra al mundo El pudor de la luz sobre su frente. Mi ala es blanca y sedosa; La luz la dora y baña Y céfiro la peina. Son mis pies como pétalos de rosa. Yo soy la dulca reina Que arrulla a su palomo en la montaña. En el fondo del bosque pintoresco Está el alerce en que formé mi nido; Y tengo allí, bajo el follaje fresco Un polluelo sin par, recién nacido. Soy la promesa alada, El juramento vivo; Soy quien lleva el recuerdo de la amada Para el enamorado pensativo; Yo soy la mensajera De los tristes y ardientes soñadores, Que va a revolotear diciendo amores Junto a una perfumada cabellera. Soy el lirio del viento. Bajo el azul del hondo firmamento Muestro de mi tesoro bello y rico Las preseas y galas; El arrullo en el pico, La caricia en las alas. Yo despierto a los pájaros parleros Y entonan sus melódicos cantares; Me poso en los floridos limoneros Y derramo una lluvia de azahares. Yo soy toda inocente, toda pura. Yo me esponjo en las ansias del deseo, Y me estremezco en la íntima ternura De un roce, de un rumor, de un aleteo. ¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora Das la lluvia y el sol siempre encendido; Porque siendo el palacio de la aurora, También eres el techo de mi nido. ¡Oh inmenso azul! Yo adoro Tus celajes risueños, Y esa niebla sutil de polvo de oro Donde van los perfumes y los sueños. Amo los velos, tenues, vagarosos, De las flotantes brumas, Donde tiendo a los aires cariñosos El sedeño abanico de mis plumas. ¡Soy feliz! Porque es mía la floresta Donde el misterio de los nidos se halla; Porque el alba es mi fiesta Y el amor mi ejercicio y mi batalla. Feliz, porque de dulces ansias llena Calentar mis polluelos es mi orgullo; Porque en las selvas vírgenes resuena La música celeste de mi arrullo; Porque no hay una rosa que no me ame, Ni pájaro gentil que no me escuche, Ni garrido cantor que no me llame. ¿Sí? dijo entonces un gavilán infame, Y con furor se la metió en el buche. Entonces el buen Dios, allá en su trono ( Mientras Satán, para distraer su encono Aplaudía a aquel pájaro zahareño ) Se puso a meditar. Arrugó el ceño, Y pensó, al recordar sus vastos planes, Y recorrer sus puntos y sus comas, Que cuando creó palomas No debía haber creado gavilanes.
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