LIRIO divino, lirio de las Anunciaciones; Lirio, florido príncipe, Hermano perfumado de las estrellas castas, Joya de los abriles.
A ti las blancas dianas de los parques ducales; Los cuellos de los cisnes, Las misticas estrofas de cánticos celestes Y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes.
Lirio, boca de nieve donde sus dulces labios La primavera imprime, En tus venas no corre, la sangre de las rosas pecadoras. Sino el ícor excelso de las flores insignes.
Lirio real y lírico Que naces con la albura de las hostias sublimes De las cándidas perlas Y del lino sin mácula de las sobrepellices, ¿Has visto acaso el vuelo del alma de mi Stella, La hermana de Ligeia, por quien mi canto a veces es tan triste?
UNA selva suntuosa En el azul celeste su rudo perfil calca. Un camino. La tierra es de color de rosa, Cual la que pinta fra Doménico Cavalca En sus Vidas de santos. Se ven extrañas flores
De la flora gloriosa de los cuentos azules, Y entre las ramas encantadas, papemores Cuyo canto extasiara de amor a los bulbules. (Papemor: ave rara, Bulbules: ruiseñores.)
Mi alma frágil se asoma a la ventana obscura De la torre terrible en que ha treinta años sueña. La gentil Primavera primavera le augura. La vida le sonríe rosada y halagüeña. Y ella exclama: «¡Oh fragante día! ¡Oh sublime dia! Se diría que el mundo está en flor; se diría Que el corazón sagrado de la tierra se mueve Con un ritmo de dicha; luz brota, gracia llueve. ¡Yo soy la prisionera que sonríe y que canta!» Y las manos liliales agita, como infanta Real en los balcones del palacio paterno.
¿Qué són se escucha, són lejano, vago y tierno? Por el lado derecho del camino, adelanta El paso leve una adorable teoría Virginal. Siete blancas doncellas, semejantes A siete blancas rosas de gracia y de harmonía Que el alba constelara de perlas y diamantes.
¡Alabastros celestes habitados por astros: Dios se refleja en esos dulces alabastros! Sus vestes son tejidas del lino de la luna. Van descalzas. Se mira que posan el pie breve Sobre el rosado suelo como una flor de nieve, Y los cuellos se inclinan, imperiales, en una Manera que lo excelso pregona de su origen. Como al compás de un verso su suave paso rigen. Tal el divino Sandro dejara en sus figuras, Esos graciosos gestos en esas líneas puras. Como a un velado són de liras y laudes. Divinamente blancas y castas pasan esas Siete bellas princesas. Y esas bellas princesas Son las siete Virtudes.
Al lado izquierdo del camino y paralela- Mente, siete mancebos— oro, seda, escarlata, Armas ricas de Oriente— hermosos, parecidos A los satanes verlenianos de Ecbatana, Vienen también. Sus labios sensuales y encendidos, De efebos criminales, son cual rosas sangrientas; Sus puñales de piedras preciosas revestidos —Ojos de víboras de luces fascinantes- Al cinto penden; arden las púrpuras violentas
En los jubones; ciñen las cabezas triunfantes Oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes, Son dos carbunclos mágicos de fulgor sibilino, Y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes, Relucen como gemas las uñas de oro fino. Bellamente infernales, Llenan el aire de hechiceros beneficios Esos siete mancebos. Y son los siete Vicios, Los siete poderosos pecados capitales.
Y los siete mancebos a las siete doncellas Lanzan vivas miradas de amor. Las Tentaciones. De sus liras melifluas arrancan vagos sones. Las princesas prosiguen, adorables visiones En su blancura de palomas y de estrellas.
Unos y otras se pierden por la vía de rosa, Y el alma mía queda pensativa a su paso. — ¡Oh! ¿qué hay en ti, alma mía? «¡Oh! ¿qué hay en ti, mi pobre infanta misteriosa? ¿Acaso piensas en la blanca teoría? Acaso ¿Los brillantes mancebos te atraen, mariposa?»
Ella no me responde. Pensativa se aleja de la obscura ventana, —Pensativa y risueña, De la Bella-durmiente-del-Bosque tierna hermana— Y se adormece en donde Hace treinta años sueña.
Y en sueño dice: «¡Oh dulces delicias de los cielos! ¡Oh tierra sonrosada que acarició mis ojos! —¡Princesas, envolvedme con vuestros blancos velos! —¡Príncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!»
METRO mágico y rico que al alma expresas Llameantes alegrías, penas arcanas, Desde en los suaves labios de las princesas Hasta en las bocas rojas de las gitanas.
Las almas harmoniosas buscan tu encanto, Sonora rosa métrica que ardes y brillas, Y España ve en tu ritmo, siente en tu canto Sus hembras, sus claveles, sus manzanillas.
Vibras al aire alegre como una cinta, El músico te adula, te ama el poeta; Rueda en ti sus fogosos paisajes pinta Con la audaz policromia de su paleta.
En ti el hábil orfebre cincela el marco En que la idea-perla su oriente acusa, O en tu cordaje harmónico formas el arco Con que lanza sus flechas la airada musa.
A él tu voz en baile crujen las faldas, Los piececitos hacen brotar las rosas E hilan hebras de amores las Esmeraldas En ruecas invisibles y misteriosas.
La anudaluza hechicera, paloma arisca, Por ti irradia, se agita, vibra y se quiebra, Con el lánguido gesto de la odalisca O las fascinaciones de la culebra.
Pequeña ánfora lírica de vino llena Compuesto por la dulce musa Alegría Con uvas andaluzas, sal macarena, Flor y canela frescas de Andalucía.
Subes, creces y vistes de pompas fieras; Retumbas en el ruio de las metrallas, Ondulas con el ala de las banderas, Suenas con los clarines de las batallas.
Tienes toda la lira: tienes las manos Que acompasan las danzas y las canciones; Tus órganos, tus prosas, tus cantos llanos Y tus llantos que parten los corazones.
Ramillete de dulces trinos verbales, Javalina de Diana la Cazadora, Ritmo que tiene el filo de cien puñales, Que muerde y acaricia, mata y enflora.
Las Tirsis campesinas de ti están llenas Y aman, radiosa abeja, tus bordoneos; Así riegas tus chispas las nochebuenas Como adornas la lira de los Orfeos.
Que bajo el sol dorado de Manzanilla Que esta alzulada concha del cielo baña, Polítona y triunfante, la seguidilla Es la flor del sonoro Pindo de España.
Madrid, 1892.
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