sábado, 13 de abril de 2019

POESÍAS

RUBEN DARÍO

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FUÉ en una hora divina para el género humano.
El Cisne antes cantaba sólo para morir.
Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano
Fué en medio de una aurora, fué para revivir.
 Sobre las tempestades del humano oceano
Se oye el canto del Cisne; no se cesa de oir,
Dominando el martillo del viejo Thor germano
O las trompas que cantan la espada de Argantir.

 ¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
Del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,
Siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

 Bajo tus blancas alas la nueva Poesía,
Concibe en una gloria de luz y de harmonía
La Helena eterna y pura que encarna el ideal.













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DIJO sus secretos el faisán de oro:—
En el gabinete mi blanco tesoro,
De sus claras risas el divino coro
Las bellas figuras de los gobelinos,
Los cristales llenos de aromados vinos,
Las rosas francesas en los vasos chinos.

(Las rosas francesas, porque fué allá en Francia
Donde en el retiro de la dulce estancia
Esas frescas rosas dieron su fragancia.)

La cena esperaba. Quitadas las vendas,
Iban mil amores de flechas tremendas
En aquella noche de Carnestolendas.

La careta negra se quitó la niña,
Y tras el preludio de una alegre riña
Apuró mi boca vino de su viña

Vino de la viña de la boca loca,
Que hace arder el beso, que el mordisco invoca.
¡Oh los blancos dientes de la loca boca!
En su boca ardiente yo bebí los vinos,
Y pinzas rosadas, sus dedos divinos,
Me dieron las fresas y los langostinos.

Yo la vestimenta de Pierrot tenía,
Y aunque me alegraba y aunque me reía,
Moraba en mi alma la melancolía.

La carnavalesca noche luminosa
Dió a mi triste espíritu la mujer hermosa,
Sus ojos de fuego, sus labios de rosa.

Y en el gabinete del café galante
Ella se encontraba con su nuevo amante,
Peregrino pálido de un país distante.

Llegaban los ecos de vagos cantares;
Y se despedían de sus azahares
Miles de purezas en los bulevares.
Y cuando el champaña me cantó su canto,
Por una ventana vi que un negro manto
De nube, de Febo cubría el encanto.

Y dije a la amada de un día:— ¿No viste
De pronto ponerse la noche tan triste?
¿Acaso la Reina de luz ya no existe?

Ella me miraba. Y el faisán cubierto de plumas de oro:
  — «¡Pierrot! ten por cierto
Que tu fiel amada, que la Luna, ha muerto!»

Prosas profanas - Pag 72 y 112.png















El Padre Nuestro de pan
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
EL PADRE NUESTRO DE PAN

Padre nuestro, padre ambiguo
de los milagros eternos
que admiramos los modernos
por tu gran prestigio antiguo.


 La ninfa junto a la fuente pasa
y tiene en su blancura
lo que inspira, lo que dura,
lo que aroma y lo que abrasa.

 Pues al ver la viva flor
o la estatua que se mueve,
hecha de rosa y de nieve,
nos toma el alma el amor.


 Pan nuestro que estás en la tierra,
porque el universo se asombre,
glorificado sea tu nombre
por todo lo que en él se encierra.


 Vuélvanos tu reino de fiesta
en que tú aparezcas y cantes
con los tropeles de bacantes
mancillando la floresta.


 Hunde siempre violento y vivo
y por tus ímpetus agrestes,
en el cielo cuernos celestes
y en la tierra patas de chivo.

 Danos ritmo, medida y pauta
al amor de tu melodía,
y que haya al amor de tu flauta
amor nuestro de cada día.


 Deudas que el alma amando trunca
están en tu disposición,
y no le concedas perdón
a aquel que no haya amado nunca.












Prosas profanas de Rubén Darío
El país del sol
Margarita →
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Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro—(¡oh, cruel, horrible destierro!)— ¿cómo es que tú, hermana harmoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical? ¿No te entristece recordar la primavera en que oíste a un pájaro divino y tornasol
en el país del sol?

 En el jardín del rey de la isla de Oro—(¡oh, mi ensueño que adoro!)—fuera mejor que íú, harmoniosa hermana amaestrases tus aladas flautas, tus sonoras arpas; tú que naciste donde más lindos nacen el clavel de sangre y la rosa de arrebol,
en él país del sol!


 O en el alcázar de la reina de la isla de Plata (Schubert, solloza la Serenata...) pudieras también, hermana armoniosa, hacer que las místicas aves de tu alma alabasen dulce, dulcemente, el claro de luna, los vírgenes lirios, la monia paloma y el cisne marques. La mejor plata se funde en un ardiente crisol,
en el país del sol!

Vuelve, pues, a tu barca, que tienes lista la vela—(resuena, lira, Céfiro, vuela)—y parte, harmoniosa hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos de oro bajo un regio azul parasol,
en el país del sol.


New Yoy, 1893.
Prosas profanas - Pag 79 y 191.png

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