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Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
LA GRAN COSMÓPOLIS
(Meditaciones de la madrugada.)
Casas de cincuenta pisos,
servidumbre de color,
millones de circuncisos,
máquinas, diarios, avisos
y dolor, dolor, dolor...!
¡Estos son los hombres fuentes
que vierten áureas corrientes
y multiplican simientes
servidumbre de color,
millones de circuncisos,
máquinas, diarios, avisos
y dolor, dolor, dolor...!
¡Estos son los hombres fuentes
que vierten áureas corrientes
y multiplican simientes
por su ciclópeo fragor,
y tras la Quinta Avenida
la Miseria está vestida
con dolor, dolor, dolor...!
¡Sé que hay placer y que hay gloria
allí, en el Waldorff Astoria,
en donde dan su victoria
la riqueza y el amor;
pero en la orilla del río
sé quiénes mueren de frío,
y lo que es triste, Dios mío,
de dolor, dolor, dolor...!
Pues aunque dan millonarios
sus talentos y denarios,
son muchos más los calvarios
y tras la Quinta Avenida
la Miseria está vestida
con dolor, dolor, dolor...!
¡Sé que hay placer y que hay gloria
allí, en el Waldorff Astoria,
en donde dan su victoria
la riqueza y el amor;
pero en la orilla del río
sé quiénes mueren de frío,
y lo que es triste, Dios mío,
de dolor, dolor, dolor...!
Pues aunque dan millonarios
sus talentos y denarios,
son muchos más los calvarios
donde hay que llevar la flor
de la Caridad divina
que hacia el pobre a Dios inclina
y da amor, amor y amor.
Irá la suprema villa
como ingente maravilla
donde todo suena y brilla
en un ambiente opresor,
con sus conquistas de acero,
con sus luchas de dinero,
sin saber que allí está entero
todo el germen del dolor.
Todos esos millonarios
viven en mármoles parios
con residuos de Calvarios,
y es roja, roja su flor.
de la Caridad divina
que hacia el pobre a Dios inclina
y da amor, amor y amor.
Irá la suprema villa
como ingente maravilla
donde todo suena y brilla
en un ambiente opresor,
con sus conquistas de acero,
con sus luchas de dinero,
sin saber que allí está entero
todo el germen del dolor.
Todos esos millonarios
viven en mármoles parios
con residuos de Calvarios,
y es roja, roja su flor.
No es la rosa que el Sol lleva
ni la azucena que nieva,
sino el clavel que se abreva
en la sangre del dolor.
Allí pasa el chino, el ruso,
el kalmulko y el boruso;
y toda obra y todo uso
a la tierra nueva es fiel,
pues se ajusta y se acomoda
toda fe y manera toda,
a lo que ase, lima y poda
el sin par tío Samuel.
Alto es él, mirada fiera,
su chaleco es su bandera
como lo es sombrero y frac;
si no es hombre de conquistas
todo el mundo tiene vistas
ni la azucena que nieva,
sino el clavel que se abreva
en la sangre del dolor.
Allí pasa el chino, el ruso,
el kalmulko y el boruso;
y toda obra y todo uso
a la tierra nueva es fiel,
pues se ajusta y se acomoda
toda fe y manera toda,
a lo que ase, lima y poda
el sin par tío Samuel.
Alto es él, mirada fiera,
su chaleco es su bandera
como lo es sombrero y frac;
si no es hombre de conquistas
todo el mundo tiene vistas
las estrellas y las listas
que bien sábese están listas
en reposo o en vivac.
Aquí el amontonamiento
mató amor y sentimiento;
mas en todo existe Dios
y yo he visto mil cariños
acercarse hacia los niños
del trineo y los armiños
del anciano Santa Claus.
Porque el yanqui ama sus hierros,
sus caballos y sus perros,
y su yacht y su foot-ball;
pero adora la alegría,
con la fuerza, la armonía:
un muchacho que se ría
y una niña como un sol.
que bien sábese están listas
en reposo o en vivac.
Aquí el amontonamiento
mató amor y sentimiento;
mas en todo existe Dios
y yo he visto mil cariños
acercarse hacia los niños
del trineo y los armiños
del anciano Santa Claus.
Porque el yanqui ama sus hierros,
sus caballos y sus perros,
y su yacht y su foot-ball;
pero adora la alegría,
con la fuerza, la armonía:
un muchacho que se ría
y una niña como un sol.
Mis ojos miraban en hora de ensueños
la página blanca.
Y vino el desfile de ensueños y sombras.
Y fueron mujeres de rostros de estatua, Mujeres de rostros de estatuas de mármol, ¡Tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!
Y fueron visiones de extraños poemas,
De extraños poemas de besos y lágrimas, ¡De historias que dejan en crueles instantes Las testas viriles cubiertas de canas! ¡Qué cascos de nieve que pone la suerte! ¡Qué arrugas precoces cincela en la cara! ¡Y cómo se quiere que vayan ligeros Los tardos camellos de la caravana! Los tardos camellos—, Como las figuras en un panorama—, Cual si fuese un desierto de hielo, Atraviesan la página blanca. Este lleva una carga De dolores y angustias antiguas, Angustias de pueblos, dolores de razas; ¡Dolores y angustias que sufren los Cristos Que vienen al mundo de víctimas trágicas!
Otro lleva
en la espalda El cofre de ensueños, de perlas y oro, Que conduce la Reina de Saba. Otro lleva una caja En que va, dolorosa difunta, Como un muerto lirio la pobre Esperanza. Y camina sobre un dromedario la Pálida, La vestida de ropas obscuras, La Reina invencible, la bella inviolada: La Muerte. Y el hombre, A quien duras visiones asaltan, El que encuentra en los astros del cielo Prodigios que abruman y signos que espantan,
Mira al dromedario
de la caravana Como al mensajero que la luz conduce, ¡En el vago desierto que forma la página blanca!
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
LA VIDA Y LA MUERTE
Quién nos brinda la urna henchida?
¿Quién nos da la estrella escondida? ¿Quién le da sangre al Panida? La Vida. ¿Quién la copa fragante vierte? ¿Quién detiene el paso a la suerte? ¿Quién a la Esperanza pervierte? La Muerte.
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