sábado, 13 de abril de 2019

POESÍAS

RUBEN DARÍO

Corre, Atalanta
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
ÁLBUM

A Regina Alcalde de Zafra.

Corre, Atalanta, corre, y tu rosas al viento
dejen de su perfume la embriagadora estela;
corre, Atalanta, corre, vuela, Atalanta, vuela
veloz como el relámpago o como el pensamiento.


 Deja atrás las montañas pintorescas,
en donde Diana
y sus ninfas hermosas,
al triunfo de la lírica mañana,
se coronan de rosas
frescas.

 Y cuando hayas dejado el terrestre elemento,
vuela sobre la mar como las golondrinas,
y bajo las estrellas que en su azul firmamento
se coronan de rosas diamantinas.


 Y en lo azul infinito, detén tu raudo empeño
cuando llegues a la isla en donde mora
la princesa que un día vió un Simbad del Ensueño
que se guió por la huella del carro de la Aurora.


 ¡Atalanta, alma mía!
¡Alma mía, Atalanta!
Es allí donde eternamente canta
su noche un ruiseñor, una alondra su día.


 Hay un jardín y en el jardín hay una
fuente donde se abrevan
pavorreales del Sol y cisnes de la Luna.
Limoneros fragantes sus azahares nievan

y regula las horas una invisible lira.
 Y en un palacio de oro maravilloso mira
a la bella señora
que nostálgica mora;
y dile de mi parte si ha llegado la hora
que mi espíritu anhela...


 Y si dice que sí, ven al momento.
Corre, Atalanta, corre, vuela, alma mía, vuela
veloz como el relámpago y como el pensamiento.












Prosas profanas - Pag 175.png
CUENTA Barbey, en versos que valen bien su prosa
Una hazaña del Cid, fresca como una rosa,
Pura como una perla. No se oyen en la hazaña
Resonar en el viento las trompetas de España,
Ni el azorado moro las tiendas abandona
Al ver al sol el alma de acero de Tizona.

 Babieca descansando del huracán guerrero,
Tranquilo pace, mientras el bravo caballero
Sale a gozar del aire de la estación florida.
Ríe la primavera, y el vuelo de vida
Abre lirios y sueños en el jardín del mundo.
Rodrigo de Vivar pasa, meditabundo.
Por una senda en donde, bajo el sol glorioso,
Tendiéndole la mano, le detiene un leproso.

 Frente a frente, el soberbio príncipe del estrago
Y la victoria, joven, bello como Santiago,
Y el horror animado, la viviente carroña
Que infecta los suburbios de hedor y de ponzoña.

 Y al Cid tiende la mano el siniestro mendigo,
Y su escarcela busca y no encuentra Rodrigo.
—¡Oh, Cid, una limosna!— dice el precito.
 —Hermano
Te ofrezco la desnuda limosna de mi mano!—
Dice el Cid; y, quitando su férreo guante, extiende
La diestra al miserable, que llora y que comprende.

 Tal es el sucedido que el Condestable escancia
Como un vino precioso en su copa de Francia.
Yo agregaré este sorbo de licor castellano:

 Cuando su guantelete hubo vuelto a la mano
El Cid, siguió su rumbo por la primaveral
Senda. Un pájaro daba su nota de cristal
En un árbol. El cielo profundo desleía
Un perfume de gracia en la gloria del día.
Las ermitas lanzaban en el aire sonoro
Su melodiosa lluvia de tórtolas de oro;
El alma de las flores iba por los caminos
A unirse a la piadosa voz de los peregrinos,
Y el gran Rodrigo Díaz de Vivar, satisfecho,
Iba cual si llevase una estrella en el pecho.
Cuando de la campiña, aromada de esencia
Sutil, salió una niña vestida de inocencia,
Una niña que fuera una mujer, de franca
Y angélica pupila, y muy dulce y muy blanca.
Una niña que fuera un hada o que surgiera
Encarnación de la divina primavera.

 Y fué al Cid y le dijo: «Alma de amor y fuego,
Por Jimena y por Dios un regalo te entrego,
Esta rosa naciente y este fresco laurel.»

 Y el Cid, sobre su yelmo las frescas hojas siente,
En su guante de hierro hay una flor naciente,
Y en lo íntimo del alma como un dulzor de miel.

Prosas profanas - Pag 86 y 174.png

















Cantos de vida y esperanza (page 43 crop).jpg

V.

CYRANO EN ESPAÑA

He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa.
¿No es en España, acaso, la sangre vino y fuego?
Al gran gascón saluda y abraza el gran manchego.
¿No se hacen en España los más bellos castillos?
Roxanas encarnaron con rosas los Murillo,
y la hoja toledana que aquí Quevedo empuña
conócenla los bravos cadetes de Gascuña.
Cyrano hizo su viaje a la luna; mas, antes,
ya el divino lunático de don Miguel Cervantes
pasaba entre las dulces estrellas de su sueño
jinete en el sublime pegaso Clavileño.
Y Cyrano ha leído la maravilla escrita
y al pronunciar el nombre del Quijote, se quita
Bergerac el sombrero; Cyrano Balazote
siente que es lengua suya la lengua del Quijote.
Y la nariz heroica del gascón se diría
que husmea los dorados vinos de Andalucía.
Y la espada francesa, por él desenvainada,
brilla bien en la tierra de la capa y la espada.
¡Bienvenido; Cirano de Bergeracl Castilla
te da su idioma, y tu alma como tu espada brilla
al sol que allá en tus tiempos no se ocultó en España.
Tu nariz y penacho no están en tierra extraña,
pues vienes a la tierra de la Caballería.
Eres el noble huésped de Calderón. María
Roxana te demuestra que lucha la fragancia
de las rosas de España con las rosas de Francia,
y sus supremas gracias, y sus sonrisas únicas
y sus miradas, astros que visten negras túnicas,
y la lira que vibra en su lengua sonora
te dan una Roxana de España, encantadora.
¡Oh poeta! ¡Oh celeste poeta de la facha
grotesca! Bravo y noble y sin miedo y sin tacha,
príncipe de locuras, de sueños y de rimas:
Tu penacho es hermano de las más altas cimas,
del nido de tu pecho una alondra se lanza,
un hada es tu madrina, y es la Desesperanza;
y en medio de la selva del duelo y del olvido
las nueve musas vendan tu corazón herido.
¿Allá en la luna hallaste algún mágico prado
donde vaga el espíritu de Pierrot desolado?
¿Viste el palacio blanco de los locos del Arte?
¿Fué acaso la gran sombra de Píndaro a encontrarte?
¿Contemplaste la mancha roja que entre las rocas
albas forma el castillo de las Vírgenes locas?
¿Y en un jardín fantástico de misteriosas flores
no oiste al melodioso Rey de los ruiseñores?
No juzgues mi curiosa demanda inoportuna,
pues todas esas cosas existen en la Luna.
¡Bienvenido, Cyrano de Bergeracl Cyrano
de Bergerac, cadete y amante, y castellano
que trae los recuerdos que Durandal abona
al país en que aun brillan las luces de Tizona.
El Arte es el glorioso vencedor. Es el Arte
el que vence el espacio y el tiempo; su estandarte,
pueblos, es del espíritu el azul oriflama.
¿Qué elegido no corre si su trompeta llama?
Y a través de los siglos se contestan, oid:
La Canción de Rolando y la Gesta del Cid.
Cyrano va marchando, poeta y caballero,
al redoblar sonoro del grave Romancero.
Su penacho soberbio tiene nuestra aureola.
Son sus espuelas finas de fábrica española.
Y cuando en su balada Rostand teje el envío,
creeríase a Quevedo rimando un desafío.
¡Bienvenido, Cyrano de Bergeracl No seca
el tiempo el lauro; el viejo corral de la Pacheca
recibe al generoso embajador del fuerte
Moliere. En copa gala Tirso su vino vierte.
Nosotros exprimimos las uvas de Champaña
para beber por Francia y en un cristal de España.

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