sábado, 13 de abril de 2019

POESÍAS

RUBEN DARÍO

Dama
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
DAMA

A una chilena.

 Como son cosas de niño
y de visión y de ilusión
recordar el parque Cousiño
como una divina visión,


 recordar las frondas espesas,
la opulencia de los carruajes,
y aquellas damas con sus trajes,
que eran a mí todas marquesas.

 Y no haberte visto, señora,
encarnación de poesía,
saludarte en nombre del día
y besarte en nombre de aurora.


 Brindarte por el sol y el agua
y por el granizo y el trueno,
una chispa de sol chileno
en un verso de Nicaragua.


 Tú eres la luz y eres el templo
cuando con tu manto chileno
sabes hacer al hijo bueno
y brindas belleza y ejemplo.


 Perla pura entre perlas buenas,
dulce belleza hecha de bien,
tu beldad nos viene de Atenas,
tu bondad de Jerusalén.

 En ti veo paloma y honda,
todo misterio y poesía,
la sonrisa de la Yoconda
hecha por la Virgen María.


 Si hay alguien que te llama bella
buscando el adularte, dile:
— ¡Yo soy la más hermosa estrella
sobre la bandera de Chile!













Prosas profanas - Pag 47.png
 ¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
Quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
Hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
Respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

 Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
Que brota de las ramas de tu durazno en flor;
Formada de rosales tu calle de Florida
Mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.
 Un pájaro poeta, rumia en su buche versos;
Chismoso y petulante, charlando va un gorrión;
Las plantas trepadoras conversan de política;
Las rosas y los lirios, del arte y del amor.

 Rigiendo su cuadriga de mágicas libélulas,
De sueños millonarios, pasa el travieso Puck;
Y, espléndida sportwoman, en su celeste carro,
La emperatriz Titania seguida de Oberón.

 De noche, cuando muestra su medio anillo de oro,
Bajo el azul tranquilo, la amada de Pierrot,
Es una fiesta pálida la que en el huerto reina,
Toca en la lira el aire su do-re-mi-fa-sol.

 Curiosas las violetas a su balcón se asoman.
Y una suspira: «¡lástima que falte el ruiseñor!»
Los silfos acompasan la danza de las brisas
En un walpurgis vago de aroma y de visión.
 De pronto se oye el eco del grito de la pampa;
Brilla como una puesta del argentino sol;
Y un espectral jinete, como una sombra cruza,
Sobre su espalda un poncho; sobre su faz, dolor.

 —«¿Quién eres, solitario viajero de la noche?»
—«Yo soy la Poesía que un tiempo aquí reinó:
¡Yo soy el postrer gaucho que parte para siempre,
De nuestra vieja patria llevando el corazón!»

Prosas profanas49.png















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Desde la Pampa
de Rubén Darío 


    ¡Yo os saludo desde el fondo de la pampa!
    ¡Yo os saludo bajo el gran sol argentino
    que como un glorioso escudo
    cincelado en oro fino
    sobre el palio azul del viento,
    se destaca en el divino
    firmamento!

    Os saludo desde el campo lleno de hojas y de luces
    cuya verde maravilla cruzan potros y avestruces,
    o la enorme vaca roja,
    o el rebaño gris, que a un tiempo luz y hoja
    busca y muerde,
    en el mágico ondular
    que simula el fresco y verde
    trebolar.

    En la pampa solitaria
    todo es himno o es plegaria;
    escuchad
    cómo cielo y tierra se unen en un cántico infinito;
    todo vibra en este grito:
    ¡Libertad!

    Junto al médano que finge
    ya un enorme lomo equino, ya la testa de una esfinge,
    bajo un aire de cristal,
    pasa el gaucho, muge el toro,
    y entre fina flor de oro
    y entre el cardo episcopal,
    la calandria lanza el trino
    de tristezas o de amor:
    la calandria misteriosa, ese triste y campesino
    ruiseñor.

    Yo os saludo en el ensueño
    de pasadas epopeyas gloriosas;
    el caballo zahareño
    del vencedor; la bandera,

    los fusiles con sus truenos y la sangre con sus rosas;
    la aguerrida hueste fiera,
    la aguerrida hueste fiera que va a toque de clarín,
    el que guía, el Héroe, el Hombre;
    y en los labios de los bravos, este nombre:
    ¡San Martín!

    De la pampa en las augustas
    soledades,
    al clamor de las robustas
    cien bocinas del pampero, yo saludo a las ciudades
    de la mar,
    con sus costas erizadas de navíos,
    con sus ríos
    donde mil urnas colmadas su riqueza han de volcar.

    ¡Argentinos, Dios os guarde!
    Ven mis ojos cómo riega
    perla y rosa de la tarde
    el crepúsculo que llega,
    mientras la pampa ilumina
    rojo y puro, como el oro en el crisol,
    el diamante que prefiere la República Argentina:
    ¡Vuestro Sol! 

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