RUBEN DARÍO
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Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
EVA
Si eres tan bella y pura y misteriosa, pasa;
no seas ni el rubí, ni la rosa o la brasa,
porque en tus tentaciones maravillosas, puedes
contarme en tus miradas, o meterme en tus redes.
Yo no sé qué hay en ti de la noche estrellada,
y ni se qué hay en ti de la mujer amada.
no seas ni el rubí, ni la rosa o la brasa,
porque en tus tentaciones maravillosas, puedes
contarme en tus miradas, o meterme en tus redes.
Yo no sé qué hay en ti de la noche estrellada,
y ni se qué hay en ti de la mujer amada.
Saluda al sol, araña, no seas rencorosa.
Da tus gracias a Dios, ¡oh, sapo!, pues que eres.
El peludo cangrejo tiene espinas de rosa
y los moluscos reminiscencias de mujeres.
Sabed ser lo que sois, enigmas siendo formas;
dejad la responsabilidad a las Normas,
que a su vez la enviarán al Todopoderoso…
(Toca, grillo, a la luz de la luna, y dance el oso.)
Da tus gracias a Dios, ¡oh, sapo!, pues que eres.
El peludo cangrejo tiene espinas de rosa
y los moluscos reminiscencias de mujeres.
Sabed ser lo que sois, enigmas siendo formas;
dejad la responsabilidad a las Normas,
que a su vez la enviarán al Todopoderoso…
(Toca, grillo, a la luz de la luna, y dance el oso.)
CABE una fresca viña de corinto
Que verde techo presta al simulacro Del Dios viril, que artífice de Atenas En intacto pentélico labrara, Un día alegre, al deslumhrar el mundo La harmonía del carro de la Aurora, Y en tanto que arrullaban sus ternezas
Dos nevadas palomas venusinas
Sobre rosal purpúreo y pintoresco, Como Olímpica flor de gracia llena, Vi el bello rostro de la rubia Eunice. No más gallarda se encamina al templo Canéfora gentil, ni más riente Llega la musa a quien favor prodiga El divino Sminteo, que mi amada Al tender hacia mí sus tersos brazos. Era la hora del supremo triunfo Concedido a mis lágrimas y ofrendas Por el poder de la celeste Cipris, Y era el ritmo potente de mi sangre Verso de fuego que al propicio numen Cantaba ardiente de la vida el himno. Cuando mi boca en los bermejos labios De mi princesa de cabellos de oro Licor bebía que afrentara al néctar, Por el sendero de fragantes mirtos Que guía al blanco pórtico del templo, Súbitas voces nuestras ansias turban.
Lírica procesión al viento esparce
Los cánticos rituales de Dionisio, El evohé de las triunfales fiestas, La algazara que enciende con su risa La impúber tropa de saltantes niños, Y el vivo son de músicas sonoras Que anima el coro de bacantes ebrias. En el concurso báquico el primero, Regando rosas y tejiendo danzas, Garrido infante, de Eros por hermoso Emulo y par, risueño aparecía. Y de él en pos de las ménades ardientes, Al aire el busto en que su pompa erigen Pomas ebúrneas; en la mano el sistro, Y las curvas caderas mal veladas Por las flotantes, desceñidas ropas, Alzaban sus cabezas que en consorcio Circundaban la flor de Citerea Y el pámpano fragante de las viñas. Aun me parece que mis ojos tornan Al cuadro lleno de color y fuerza: Dos robustos mancebos que los cabos De cadenas metálicas empuñan, Y cuyo porte y músculos de Ares Divinos dones son, pintada fiera
Que felino pezón nutrió en Hircania,
Con gesto heroico entre la turba rigen; Y otros dos un leopaldo cuyo cuello Gracias de Flora ciñen y perfuman Y cuyos ojos en las anchas cuencas De furia henchidos sanguinosos giran. Pétalos y uvas el sendero alfombran, Y desde el campo azul do el Sagitario De coruscantes flechas resplandece, Las urnas de la luz la tierra bañan. Pasó el tropel. En la cercana selva Lúgubre resonaba el grito de Atis, Triste pavor de la inviolada ninfa. Deslizaba su paso misterioso El apacible coro de las Horas. Eco volvía la acordada queja De la flauta de Pan. Joven gallardo, Más hermoso que Adonis y Narciso, Con el aire gentil de los efebos Y la lira en las manos, al boscaje Como lleno de luz se dirigía. Amor pasó con su dorada antorcha.
Y no lejos del nido en que las aves,
Las dos aves de Cipris, sus arrullos Cual tiernas rimas a los aires dieran, Fuí más feliz que el luminoso cisne Que vió de Lada la inmortal blancura, Y Eunice pudo al templo de la diosa Purpúrea ofrenda y tórtolas amables Llevar el día en que mi regio triunfo Vió el Dios viril en mármol cincelado Cabe la fresca viña de Corinto.
Gaita galaica, sabes cantar
lo que profundo y dulce nos es. Dices de amor, y dices después de un amargor como el de la mar. Canta. Es el tiempo. Haremos danzar al fino verso de rítmicos pies. Ya nos lo dijo el Eclesiastés: tiempo hay de todo: hay tiempo de amar, tiempo de ganar, tiempo de perder, tiempo de plantar, tiempo de coger, tiempo de llorar, tiempo de reír, tiempo de rasgar, tiempo de coser, tiempo de esparcir y de recoger, tiempo de nacer, tiempo de morir.
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