XIV
MARCHA TRIUNFAL
Ya viene el cortejo!
Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra,
y los timbaleros
que el paso acompasan con ritmos marciales.
Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra,
y los timbaleros
que el paso acompasan con ritmos marciales.
Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que guarda sus nidos,
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. Llegó la victoria!
Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño:—
Ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circundan de armiño.
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sonríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera;
honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera:
Clarines! Laureles!
Las nobles espadas de tiempos gloriosos,
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros:—
Las viejas espadas de los granaderos más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros.—
Las trompas guerreras resuenan;
de voces los aires se llenan...
—A aquellas antiguas espadas,
a aquellos ilustres aceros,
que encarnan las glorias pasadas;...
Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros;
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
saludan con voces de bronce las trompas de guerra que
tocan la marcha triunfal!...
RECUERDAS que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está, Cuando cenamos juntos, en la primera cita, En una noche alegre que nunca volverá.
Tus labios escarlatas de púrpura maldita
Sorbían el champaña del fino baccarat; Tus dedos deshojaban la blanca margarita «¡Sí... no... sí... no...» y sabías que te adoraba ya! Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías; Tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo; Tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías. Y en una tarde triste de los más dulces días, La Muerte, la celosa, por ver si me querías, ¡Como a una margarita de amor, te deshojó! Mar armonioso, mar maravilloso, tu salada fragancia, tus colores y músicas sonoras me dan la sensación divina de mi infancia en que suaves las horas venían en un paso de danza reposada a dejarme un ensueño o regalo de hada. Mar armonioso, mar maravilloso, de arcadas de diamante que se rompen en vuelos rítmicos que denuncian algún ímpetu oculto, espejo de mis vagas ciudades de los cielos, blanco y azul tumulto de donde brota un canto inextinguible, mar paternal, mar santo, mi alma siente la influencia de tu alma invisible. Velas de los Colones y velas de los Vascos, hostigadas por odios de ciclones ante la hostilidad de los peñascos; o galeras de oro, velas purpúreas de bajeles que saludaron el mugir del toro celeste, con Europa sobre el lomo que salpicaba la revuelta espuma. ¡Magnífico y sonoro se oye en las aguas como un tropel de tropeles, tropel de los tropeles de tritones! Brazos salen de la onda, suenan vagas canciones, brillan piedras preciosas, mientras en las revueltas extensiones Venus y el Sol hacen nacer mil rosas. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario