viernes, 12 de abril de 2019

POESÍAS

RUBEN DARÍO

A Goya  de Rubén Darío
Nota: se ha conservado la ortografía original
Don Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) fué un pintor español de grande y rarísimo talento. La belleza del color de sus cuadros, y la manera peculiarísima de expresar sus concepciones, le han hecho célebre en todo el mundo.
Algunas de sus famosas aguas fuertes intituladas « Caprichos », parecen ejecutadas por un loco, pero en realidad, son admirables por su riqueza, de expresión y de vida. A este singular artista elogia Rubén Darío en los versos que siguen.

A GOYA
PODEROSO visionario,
Raro ingenio temerario.
Por ti enciendo mi incensario.
Por ti, cuya gran paleta,
Caprichosa, brusca, inquieta.
Debe amar todo poeta;
Por tus lóbregas visiones.
Tus blancas irradiaciones.
Tus negros y bermellones;
Por tus colores dantescos.
Por tus majos pintorescos,
Y las glorias de tus frescor
Porque entra en tu gran tesoro
El diestro que mata el toro.
La niña de rizos de oro.
Y con el bravo torero.
El infante, el caballero.
La martilla y el pandero.
Tu loca mano dibuja
La silueta de la bruja
Que en la sombra se arrebuja,
Y aprende una abracadabra
Del diablo patas de cabra
Que hace una mueca macabra.
Musa soberbia y confusa,
Ángel, espectro, medusa.
Tal aparece tu musa.
Tu pincel asombra, hechiza.
Ya en sus claros electriza.
Ya en sus sombras sintoniza;
Con las manólas amables.
Los reyes, los miserables,
O los cristos lamentables.

En tu clarobscuro brilla
La luz muerta y amarilla
De la horrenda pesadilla,

O hace encender tu pincel
Los rojos labios de miel
O la sangre del clavel.

Tienen ojos asesinos
En sus semblantes divinos
Tus ángeles femeninos.

Tu caprichosa alegría
Mezclaba la luz del día
Con la noche obscura y fría;

Así es de ver y admirar
Tu misteriosa y sin par
Pintura crepuscular.

De lo que da testimonio:
Por tus frescos, San Antonio;
Por tus brujas, el demonio. 












A LA REPÚBLICA DOMINICANA
I


Olor a nardos y olor a rosa,
lo que adivino, lo que distingo,
el sol, los pájaros, la mariposa,
Santo Domingo, Santo Domingo.


 Yo te adivino, yo te distingo
lo que algún día me puedas ser,
Santo Domingo, Santo Domingo,
que yo algún día te pueda ver.

 Dios permitiera que yo algún día
llegara a costas que bellas son,
por sus historias, su melodía,
sus entusiasmos y su Colón.
* * *


 ¡Oh República Dominicana!
Tú que debieras estar,
como una Virgen en su altar,
en toda patria americana;


 Tú, que eres la sublime hermana
que nos dió nuestro despertar,
mereces la voz soberana:
¡Toda la tierra y todo el mar!
II

 Brillantes, oro y rubíes,
República Dominicana,
sé cómo orgullosa y ufana
te muestras bella y sonríes.


 Tienes para tus hombres fieros,
para tus mujeres uríes,
las palmas de los cocoteros,
las alas de los colibríes.


 Santo Domingo, vió una vela
allá, en la Academia, Platón,
y eso anunció la carabela
que llevó a tu tierra Colón.













A Lucía
Esta poesía forma parte del libro Lira póstuma - Vol. XXI
A LUCÍA
Norte puro y belleza nórdicamente pura,
sabiendo la beldad de tu egregia escultura
y de la maravilla que en tus ojos se fragua,
déjame saludarte, hija de Nicaragua.


 Yo quería que fuera en francés mi saludo;
pero yo ante tus vates me reconcentro mudo.
Yo sé hablar en la lengua de mi voz familiar,
la que es pan, agua, sal y llama del hogar.

 ¿Sabes tú el corazón que te busca y prefiere?
En nuestra tierra, el beso, cuándo se inicia, hiere.
No sería pedirte una cosa quimérica
juntar tu amor de Francia a nuestro amor de América.


 Tenemos frases, besos y misteriosos halagos,
que dicen nuestras dudas y palabras y afanes;
mas que tienen el alma de nuestros dulces lagos
y el verso hecho de llamas quedan nuestros volcanes.


 Sí, gentil digna niña de Francia:
para el hombre que viene allá del mar...,
cualquiera rosa lleva su fragancia
en donde tenga que aromar y amar.

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