EL FIN DE LOS CAROLINGIOS | SIGUIENTE |
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El emperador bizantino Basilio II estaba tratando de llevar adelante una reforma agraria en Asia Menor para fragmentar los latifundios que daban poder a los grandes señores que habían apoyado las rebeliones de Bardas Focas y Bardas Escleros. En 985 éstos entraron en negociaciones con Basilio Lecapeno, pero el emperador descubrió la conspiración y recluyó al chambelán en un monasterio. A partir de este momento gobernó en solitario, sin ninguna clase de tutela. En los últimos años la personalidad de Basilio II se distanció enormemente de la de su hermano menor, Constantino VIII: mientras éste pasaba su vida entre placeres y lujos, Basilio II renunció a los banquetes, al vino y a las mujeres y se consagró a las labores de gobierno. Se decía que su único placer era la guerra. De momento continuó en su empeño de someter Asia Menor.
En una de sus campañas más exitosas, Almanzor destruyó la ciudad de Barcelona, donde mató a la mayor parte de sus habitantes, y luego asoló las tierras fronterizas cristianas.
Mientras tanto Erik el Rojo había regresado a Islandia de su expedición y estaba reclutando colonos para poblar la tierra que había descubierto. Para ello la describió como un paraíso, e incluso tuvo el descaro de llamarla Groenlandia (tierra verde) y con este absurdo nombre se la conoce hoy en día. Hay evidencias de que Groenlandia estuvo habitada en dos ocasiones anteriores por cazadores árticos provenientes de América del Norte. La primera vez fue alrededor del 2000 a. C., y la segunda a principios de la era cristiana. En ambos casos los colonos resistieron durante varios siglos, pero terminaron extinguiéndose. Cuando llegó Erik el Rojo Groenlandia estaba deshabitada. En 986 partió nuevamente con veinticinco barcos y fundó una colonia vikinga en el sur que resistió durante varias generaciones. Poco después, la parte norte de la isla recibió nuevos pobladores, esta vez lapones provenientes de Escandinavia, que se han mantenido en la isla de forma continuada hasta la actualidad.
Ese mismo año murió el rey de Dinamarca Harald Blatand, y fue sucedido por su hijo Svend I Tveskaeg (Barba Bifurcada), bajo cuyo reinado el cristianismo siguió expandiéndose por Dinamarca.
El duque Carlos de Lorena, pese a que era hermano del rey Lotario de Francia, se había sometido al rey alemán. Lotario trató de conquistar Lorena, para lo cual tuvo que enfrentarse a Carlos, a Hugo Capeto y a Adalberón, el arzobispo de Reims, aliado de Hugo Capeto. Lotario murió en combate y fue sucedido por su hijo Luis IV.
El rey Vermudo II de León, una vez se sintió afianzado en el trono, expulsó de su territorio a las fuerzas musulmanas que había aceptado en su acuerdo con Almanzor. Su respuesta no se hizo esperar: en 987saqueó Coimbra.
Los terratenientes de Asia Menor volvieron a rebelarse contra Constantinopla, y llamaron en su apoyo a Bardas Escleros, que volvió de su exilio para conducirlos. Basilio II recurrió a Bardas Focas, pero esta vez el general decidió unirse a su enemigo y sus soldados lo proclamaron emperador por segunda vez. Constantinopla se vio asediada por tierra y por mar entre ambos generales.
En mayo Luis IV de Francia cayó de su caballo en el transcurso de una cacería y murió a los pocos días. Dado que no tuvo ocasión de hacer nada en su escaso año de reinado, es recordado en la historia como Luis el Holgazán. Su tío Carlos de Lorena reclamó el trono de Francia, pues era, en efecto, el único carolingio vivo (al menos si admitimos únicamente la ascendencia masculina). Sin embargo, el arzobispo de Reims, Adalberón, se negó a realizar la ceremonia de coronación, y sin tal ceremonia Carlos no podía considerarse rey legítimo. Naturalmente, Carlos de Lorena sólo tenía que reunir las fuerzas suficientes para que el arzobispo recapacitara, pero mientras se puso a ello, Adalberón declaró que los señores de Francia tenían la potestad de elegir a quien quisieran como rey, carolingio o no, y luego pasó a defender la conveniencia de elegir a Hugo Capeto. El secretario del arzobispo, Gerberto, preparó los argumentos eruditos necesarios para demostrar que Hugo Capeto tenía que ser elegido rey. La nobleza francesa se reunió a mediados del verano y eligió unánimemente a Hugo Capeto. Naturalmente, Carlos de Lorena no acató la decisión y se convirtió en el mayor enemigo del nuevo rey.
El conde Borrell II de Barcelona se negó a asistir a la ceremonia de coronación de Hugo Capeto, y este hecho puede considerarse la primera muestra de independencia de los condados de la Marca Hispánica frente a Francia. Tradicionalmente se ha dicho que el primer conde independiente fue Wifredo el Velloso, pero es más razonable considerar como tal a su nieto Borrell II.
Unos meses después de su coronación, Hugo Capeto hizo que el arzobispo de Reims coronara también como rey de Francia a su hijo Roberto, que a la sazón tenía unos dieciséis años. De este modo, los nobles tuvieron que jurarle fidelidad y ello contribuiría a que la sucesión fuera pacífica y no diera lugar a una guerra civil. Los capetos siguieron esta costumbre de coronar al heredero en vida del padre (como ya hiciera Carlomagno en su día) y ello contribuyó a mantener su dinastía.
Ese mismo año se convirtió en conde de Anjou Foulques III Nerra (el Negro), guerrero que tuvo en jaque a todos los señores del centro de Francia.
En 988 el rey de León Vermudo II se encontró con revueltas de la nobleza gallega y con ataques por parte de Castilla. Todo ello fue aprovechado por Almanzor que dirigió una expedición contra León. Vermudo II huyó a Zamora, de donde Almanzor lo hizo huir hasta Galicia. Almanzor se apoderó de la mayor parte del reino leonés, cuyo gobierno confió al conde de Saldaña Garci Gómez.
Ese año murió el conde Arnulfo II de Flandes, que fue sucedido por su hijo Balduino IV. Su viuda, Susana, hija de Berengario, el que había sido rey de Italia, se casó con Roberto, el hijo de Hugo Capeto.
El emperador Basilio II encontró la ayuda que necesitaba contra sus enemigos. Prometió la mano de su hermana Ana al príncipe Vladimiro de Kíev si éste le proporcionaba un ejército de mercenarios. Pronto llegaron a Constantinopla seis mil rusos con los que Basilio II pudo derrotar a las tropas que asediaban la capital. Los prisioneros fueron tratados con desmesurada crueldad para desmoralizar a sus oponentes. En 989 combatió contra las fuerzas principales de los dos generales en Asia Menor. Se cuenta que Bardas Focas exigió el combate cuerpo a cuerpo contra el emperador, al igual que años antes lo había exigido contra Bardas Escleros. Basilio II hizo como que aceptaba, pero cuando Bardas Focas se dirigía hacia él dio orden a sus arqueros de que lo derribaran. Bardas Escleros combatió durante unos meses más, pero ya estaba viejo y terminó aceptando un indulto y un título nobiliario a cambio de su rendición.
El príncipe Vladimiro de Kíev reclamó la mano de la princesa Ana, según lo acordado. Basilio II trató de echarse atrás, pero Vladimiro cortó el suministro de agua a la ciudad de Quersonea y luego la tomó temporalmente. Basilio II aceptó enviarle a su hermana, pero a condición de que Vladimiro se convirtiera al cristianismo. Así lo hizo y en poco tiempo el Estado de Kíev fue cristiano (según el rito oriental, por supuesto). Las relaciones entre Kíev y Constantinopla se hicieron más intensas y, poco a poco, la corte de Vladimiro se impregnó del lujo y el esplendor bizantino. Con la religión también llegó la escritura cirílica, que era la más adecuada para la lengua rusa, del grupo eslavo.
Finalmente, Basilio II logró que triunfara su reforma agraria y la autoridad imperial ya no volvió a ser disputada.
El hijo de Almanzor, Abd Allah, se rebeló contra su padre y huyó a Castilla, pero Almanzor derrotó a los ejércitos del conde García I Fernández y le exigió que le entregara a su hijo. El conde decidió decapitar él mismo a Abd Allah y envió su cabeza al califa Hisam II, como regalo.
Ese año murió el conde Oliba de Besalú y Cerdaña. Dejó cada condado a uno de sus hijos: Besalú fue para Bernardo I Tallaferro y Cerdaña para Wifredo II.
El hijo de Hugo Capeto, Roberto, repudió a su esposa Susana para casarse con Berta, la hija de un señor vecino de Blois. Parece ser que su primer matrimonio fue concertado y el segundo fue por amor.
Hugo Capeto había conseguido la corona de Francia gracias al apoyo de la Iglesia y, naturalmente, la Iglesia esperaba contar con el apoyo de la corona para sus propios intereses. En 990 varias reuniones de obispos en el sur de Francia propugnaron la llamada Tregua de Dios, según la cual las propiedades eclesiásticas debían ser consideradas territorio neutral que no podía ser atacado en las continuas guerras entre señores feudales. Así mismo, los eclesiásticos debían ser respetados. No puede decirse que esto fuera aceptado por todos y en todo momento, pero ciertamente el rey apoyó la propuesta y, aunque algunos señores en principio pudieran desdeñar estas normas, debían tener en cuenta el respeto que la Iglesia inspiraba en sus vasallos y las nefastas consecuencias que podría tener el romper sus esquemas mentales.
Ese mismo año murió el conde Gausfredo I de Ampurias y Rosellón, y dividió sus tierras entre sus dos hijos: Hugo I recibió Ampurias y Guislaberto I recibió el Rosellón. También murió el conde Oliba de Besalú y Cerdaña. El condado de Besalú pasó a su hijo Bernardo y el de Cerdaña a Wifredo. Así mismo murió el conde Arnaldo de Sobrarbe y Ribagorza, al igual que su madre Garsenda. Quedaron como condes su hermano Isarn y su hermana Toda.
Por esta época otra poderosa tribu turca se convirtió al islam: eran los karajaníes, que absorbieron la religión mahometana por contacto con los samaníes. Desde entonces se organizaron y trataron de extender sus territorios, lo que les llevó a continuas luchas contra los samaníes y los gaznawíes.
También de esta época son los primeros datos de un rey de Suecia llamado Erik Segersäll (el Victorioso). Su historia es más bien legendaria, pero cuenta que se convirtió en rey de los suecos tras derrotar a un caudillo llamado Styrbjörn Starke, y que poco después invadió Dinamarca, de donde arrojó al rey Svend I y gobernó sobre ambos reinos. Algo habrá de cierto en esto, porque por estas fechas Svend I empezó a asolar las costas de Inglaterra según la vieja tradición vikinga. A él se le unió un noruego llamado Olav Tryggvesson. Era hijo de uno de los jefes vikingos que murieron en las disputas por el trono noruego que se produjeron tras la muerte de Haakon I. Aún no había nacido cuando murió su padre, y su madre embarazada se unió a un grupo de suecos que marchaban al Estado ruso de Kíev. Tendría unos veinte años cuando decidió abandonar la corte del príncipe Vladimiro para volver a Noruega, y así fue cómo terminó dedicado a la piratería junto al derrocado rey Svend I. Los nórdicos contaban con el apoyo de la población danesa de Inglaterra, que estaba descontenta con el rey Ethelred II.
En 991 Ethelred II aceptó pagar un tributo a los vikingos para que se marcharan. Para ello tuvo que establecer un impuesto especial, el danegeld, cuya recaudación se puso en manos de los señores locales. Esto les confirió un gran poder, además hizo que los agricultores se endeudaran y tuvieran que entregarse a los señores como siervos. En definitiva, bajo el reinado de Ethelred II, Inglaterra empezó a feudalizarse según los esquemas de Francia y Alemania.
Ese año murió el rey Ramiro de Viguera, el pequeño reino que se había desgajado de Navarra. Tras su muerte reinaron conjuntamente sus dos hijos, Sancho Ramírez y García Ramírez.
También murió Adalberón, el arzobispo de Reims, y le sucedió en el cargo su secretario Gerberto.
En Alemania murió Teófano, la madre y regente del rey Otón III, que ahora tenía once años. La regencia pasó a su abuela Adelaida.
Ese mismo año fue elegido dux de Venecia Pietro Orseolo II. Era hijo de san Pedro Orseolo, que también había sido dux y luego se había retirado a un monasterio en el condado del Rosellón.
En Francia, Carlos de Lorena había reunido un ejército y había tomado las ciudades de Laon y Reims, en los límites de los territorios de Hugo Capeto. Su ascendencia carolingia le atraía muchos apoyos entre el pueblo, pero el rey Hugo Capeto persuadió al arzobispo de Laon para que organizase una conspiración contra Carlos. El pretendiente al trono fue cogido en su lecho y entregado a Hugo. Fue encarcelado y murió al año siguiente, en 992. Así terminó el último carolingio. La Baja Lorena pasó al duque Otón.
Ese mismo año el rey de Navarra Sancho II Garcés visitó en Córdoba a su hija Abda, a su yerno Almanzor y a su nieto de ocho años, Abd al-Rahmán Sanchuelo. En verdad que el matrimonio entre Almanzor y la hija del rey navarro fue lo mejor que le pudo ocurrir a Navarra, pues mientras los otros territorios cristianos de la península tuvieron que sufrir impotentes las acometidas de Almanzor, Navarra fue respetada en todo momento.
Precisamente el conde Borrell II de Barcelona estaba tratando de reconstruir la Marca Hispánica de la última incursión musulmana, pero murió y dejó los condados de Barcelona, Gerona y Ausona a su hijoRamón Borrell. El de Urgel lo legó a su hijo Armengol I, pero era menor de edad y Ramón Borrell fue su tutor.
También murió el príncipe Mieszco I de Polonia. Fue sucedido por su hijo Boleslao I.
El dux veneciano Pietro Orseolo firmó un acuerdo con el emperador bizantino Basilio II por el cual los comerciantes venecianos tendrían que pagar unos aranceles mucho más bajos que los que se imponía a los demás comerciantes. A cambio Orseolo se comprometía a poner su flota a disposición del emperador siempre que la requiriera para transportar soldados. El acuerdo satisfacía a ambas partes: los venecianos eran los marinos más hábiles del mediterráneo y eran un complemento ideal para el ejército bizantino. Por otra parte, el acuerdo convertía a los venecianos en los principales beneficiarios del comercio entre el Imperio y Occidente, y las arcas venecianas no tardaron en notarlo.
En la India murió el rey de Bengala Gopala II, y fue sucedido por Mahipala I, que aprovechó la decadencia de los Prathiara para reconstruir el imperio bengalí de los tiempos de su antecesor Devapala.
En 993 murió el rey de Borgoña Conrado el Pacífico, y fue sucedido por su hijo Rodolfo III.
En 994 murió Adelaida, la abuela y regente del rey de Alemania Otón III, que ahora tenía catorce años. A partir de entonces el gobierno de Alemania estuvo en la práctica en manos de Willigis, el arzobispo de Maguncia.
También murió el duque de Aquitania Guillermo IV Fierebrace. A pesar de ser cuñado de Hugo Capeto, se había negado a rendirle pleitesía. Su hijo y sucesor, conocido como Guillermo V el Grande, se dio a sí mismo el título de "duque de toda la monarquía de Aquitania", lo cual estaba a un paso de una declaración de independencia.
En la Marca del Este murió Leopoldo I, que fue sucedido por Enrique I el fuerte.
El abad de Cluny Aymard fue sucedido por Odilón, con lo que se convirtió en uno de los personajes más influyentes de Europa. Había sido uno de los impulsores de la tregua de Dios.
Svend I y Olav Tryggvesson remontaron el Támesis y pusieron sitio a Londres. La ciudad resistió, así que los vikingos la dejaron y saquearon las regiones del sur. Hubo que pagarles dieciséis mil libras de plata para que se marcharan. Poco después les llegó la noticia de la muerte del rey de Suecia Erik Segersäll, que fue sucedido por su hijo Olof Skötkonung. Entonces Svend I se apresuró a volver a Dinamarca, donde pudo hacerse de nuevo con el trono que Erik Segersäll le había arrebatado.
En Navarra murió el rey Sancho II Garcés y fue sucedido por su hijo García III Sánchez.
El hijo del conde García I Fernández de Castilla se rebeló contra su padre, al parecer, apoyado por su madre y por los principales nobles castellanos. Aprovechando los disturbios, Almanzor se apoderó de Gormaz, pero el conde no se dio por vencido y en 995 hizo varias correrías por los alrededores de Medinaceli. En una de ellas fue herido y capturado por los moros. No tardó en morir. Le sucedió su hijoSancho I García, quien rápidamente negoció una tregua con Almanzor, el cual le entregó el cadáver de su padre.
Almanzor hacía que los tiempos fueran difíciles para los cristianos, los gobernantes tenían que ocuparse constantemente de la repoblación de tierras devastadas, para lo cual tenían que conceder toda clase de privilegios a los colonos. Sancho I García fue conocido por sus medidas a este respecto como Sancho el de los Buenos Fueros.
En 995 Olav Tryggvesson decidió seguir el ejemplo de su camarada Svend I y navegó hasta Noruega, donde encabezó una rebelión que terminó convirtiéndolo en el rey Olav I. Luego se dedicó a implantar nuevamente el cristianismo en su país, para lo que se valió de clérigos de Inglaterra y Alemania. Olav había conocido el cristianismo en Kíev y también en su amigo Svend I.
El califa fatimí al-Aziz asedió la ciudad de Alepo, en Asia Menor, pero el emperador bizantino Basilio II atravesó Asia Menor en pleno invierno en tan sólo dieciséis días y logró que los egipcios se retirasen.
Ese mismo año murió el rey Kenneth II de Escocia y fue sucedido por Constantino III.
También murió el duque de Baviera Enrique el Pendenciero, y el ducado pasó a su hijo, conocido como Enrique el Cojo.
En 996 murió Hugo Capeto y, tal y como estaba previsto, fue sucedido por su hijo Roberto II, conocido también como Roberto el Piadoso.
El poder de los reyes capetos era muy limitado. El hecho de que Hugo Capeto hubiera sido elegido por la nobleza y no pudiera apelar a ninguna legitimidad de sangre ponía a los monarcas en una situación muy delicada. Durante los reinados de los últimos carolingios la nobleza gozó de un gran margen de libertad y muchas familias fueron haciéndose poderosas. El poder del rey se medía por los recursos de los que disponía en realidad. Así, Roberto, como conde de París, gobernaba realmente las tierras que rodeaban a la ciudad. Más poderoso en la práctica era el conde Eudes II, que ese mismo año acababa de heredar el condado de Blois, que limitaba al oeste con los territorios de Roberto, y también el condado de Champaña, que limitaba al este con el de París. Naturalmente, Roberto tenía aliados. El principal era la Iglesia. Roberto apoyó la tregua de Dios tan decididamente como lo había hecho su padre. En el terreno militar, el principal aliado de Hugo Capeto había sido el duque de Normandía Ricardo I Sin Miedo, que también había muerto ese mismo año y fue sucedido por su hijo Ricardo II el Bueno. El condado de Blois había mantenido varios altercados recientemente con el ducado Normandía, así que la tradicional alianza entre Hugo Capeto y Ricardo I se prolongó entre Roberto y Ricardo II. Ese mismo año se produjo una querella entre Ricardo II y el rey Ethelred II de Inglaterra. No se conocen las causas, pero Ethelred II llegó a preparar una flota con la que invadir Normandía. Sin embargo, Ricardo II no tuvo dificultades para rechazar el ataque.
El zar Samuel había logrado reorganizar Bulgaria, de suerte que ahora era tan poderosa como en sus mejores tiempos. Los búlgaros invadieron Grecia, pero los ejércitos del emperador bizantino Basilio II estaban bien preparados para resistir el ataque. La lucha duró varios años, pero fueron los búlgaros los que llevaron la peor parte.
En Roma murió el papa Juan XV y en su lugar fue elegido Bruno de Carintia, que adoptó el nombre de Gregorio V. Era primo de Otón III y pasó a ser el primer papa alemán. El 21 de mayo coronó emperador a su primo.
Por primera vez aparece el nombre de Ostarrichi (en alemán moderno Osterreich, dominio del este) para nombrar lo que hasta ahora era la Ostmark (la Marca del Este). De aquí proviene el nombre moderno de Austria.
Ese mismo año murió el califa fatimí al-Aziz y fue sucedido por al-Hakim.
En 997 murió el príncipe húngaro Géza y fue sucedido por su hijo Esteban, que redobló los esfuerzos de su padre por evangelizar el país. Estaba casado con Gisela, hermana del duque Enrique de Baviera y nieta por parte de madre del rey de Borgoña Conrado el Pacífico.
El trono de Escocia pasó a Kenneth III, hijo de Kenneth II.
Cuatro años atrás, el rey Vermudo de León había tratado de llegar a un acuerdo con Almanzor entregándole a su hija Teresa, pero no le funcionó tan bien como al rey navarro, pues poco después Almanzor asedió Astorga, luego se apoderó de gran parte del territorio al sur de Galicia y ahora destruía completamente Santiago de Compostela. Respetó el sepulcro del apóstol, pero se llevó (a hombros de cautivos cristianos) las puertas y las campanas del santuario. Instaló las puertas en la mezquita de Córdoba y fundió las campanas para hacer lámparas, también para la mezquita.
Crescencio hizo huir de Roma a Gregorio V, fue elegido patricio y cónsul de Roma y nombró papa a Juan XVI. Al enterarse, Otón III volvió rápidamente a Roma, donde en 998 cegó a Juan XVI y decapitó a Crescencio.
Ese año murió el conde Sigfrido de Ardennes, y fue sucedido por su hijo Enrique I.
Los khitán iniciaron una serie de ataques contra el reino de Corea.
En 999 murió el príncipe Boleslav II de Bohemia y fue sucedido por su hijo Boleslav III el Rojo.
También murió el rey de León Vermudo II el Gotoso (aquejado de gota) y fue sucedido por su hijo Alfonso V. Era menor de edad, así que empezó su reinado bajo la tutela de su madre Elvira (hija del conde de Castilla García I Fernández) y del conde gallego Menendo González.
También murió el rey tolteca Topiltzin. Los mayas lo recordaron como un héroe que les trajo la civilización y terminaron confundiéndolo con el dios Quetzalcoatl (parece ser que los mayas habían olvidado sus siglos de grandeza anteriores a la decadencia que precedió a la llegada de los toltecas). Quedó la leyenda de que un día volvería a gobernarlos. Fue sucedido por Matlacxóchitl.
El turco Mahmud de Gazni se convirtió en el nuevo soberano gaznawí. Su padre, Sebuk Tigin, había muerto tres años antes, y ahora Mahmud se hizo proclamar rey. Tuvo que combarir a Ilek Kan, el caudillo de los turcos Karajaníes, que se acababa de anexionar el amplio territorio de la Transoxiana. La dinastía de los Samaníes entró en una rápida decadencia.
En Roma murió el papa Gregorio V y en su lugar fue elegido Gerberto, el que era secretario del arzobispo de Reims cuando fue elegido rey Hugo Capeto. Con anterioridad había sido también preceptor del emperador Otón III durante algunos años. Adoptó el nombre de Silvestre II.
Basilio II había logrado expulsar definitivamente de Grecia a los búlgaros, que tuvieron que retirarse con muchas bajas.
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EL MUNDO EN EL AÑO 1000 | SIGUIENTE |
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En el año 1000, Japón estaba gobernado en la práctica por el todopoderoso Fujiwara no Michinaga, mientras el emperador era sólo una institución vacía. Aunque al principio la legislación japonesa prohibía la propiedad privada de tierras, lentamente la economía japonesa había evolucionado hacia la situación "habitual" en la que la aristocracia y el clero eran los grandes terratenientes. La nobleza japonesa llevaba una existencia refinada, con gran lujo de ceremonias y concursos de poesía. La literatura en japonés seguía principalmente en manos de las mujeres de la corte. Destacaban Murasaki Shikibu, autora de los Genji monogatari (Cuentos de Genji), y su rival, Sei Shonagon, autora de los Makurano zoshi (Cuentos de cabecera).
El Imperio Chino estaba gobernado por la dinastía Song. Era algo menos extenso que en tiempos de la dinastía Tang, a causa del Imperio Liao formado al norte por los khitán, que en estos momentos presionaban a Corea. No obstante, China pasaba por una de sus épocas más prósperas: el ejército se había sometido finalmente a la autoridad civil, el cuerpo de funcionarios fue revitalizado y se volvió al sistema de exámenes de acceso. Las materias principales eran tres: estilo administrativo, narración y poesía. Los exámenes podían durar hasta tres días. Los postulantes (después de haber sido registrados) eran encerrados en pequeñas celdas provistos de pincel, tinta y papel. Se valoraba mucho la caligrafía. Los manuscritos debían ser impecables, sin tachones ni añadidos, y todas las líneas debían contener el mismo número de caracteres. Surgió así el cuerpo conocido como los mandarines (consejeros), que se convirtieron en el eje del Estado en detrimento de la familia real, eunucos y concubinas. No eran admitidos en el cuerpo actores, músicos, marineros, verdugos, carceleros o sus descendientes. El derecho progresó notablemente. Aunque no se llegó al principio de igualdad ante la ley, pues se distinguía entre ocho grupos sociales con distintos privilegios, se instauró la investigación de oficio y se reconoció el derecho a apelar una sentencia. El Estado empezó a hacerse cargo de las tareas de asistencia social a pobres y enfermos, se descubrió la brújula y se empezó a usar la pólvora con fines militares.
Los reinos del norte de la India impedían la penetración de los musulmanes, con lo cual protegían a los chola, que dominaban el sur y habían formado una talasocracia que controlaba el comercio con Occidente y con China. La talasocracia Srivijaya hacía de intermediaria entre la India y China.
Entre la India y China estaba también el Tíbet, también de cultura budista, cuyos tiempos belicosos habían pasado ya. Al norte, los turcos estaban convirtiéndose al islam y ya habían formado dos Estados islámicos poderosos: el de los gaznawíes y el de los karajaníes. Por otra parte, mercenarios turcos habían acaparado mucho poder en distintas partes de los disgregados dominios islámicos. El Estado islámico más extenso era el Califato Fatimí. El califa al-Hakim era un fanático que persiguió encarnizadamente a los cristianos, en particular a los coptos de Egipto. Al sur sobrevivía aún el reino cristiano de Aksum. Durante mucho tiempo tuvo que replegarse hacia el sur, lejos de la costa del mar Rojo, ocupada por los musulmanes, pero recientemente había ganado de nuevo la costa.
El Estado ruso de Kíev vivía tiempos de esplendor bajo el Gran Príncipe Vladimiro. Otro tanto podía decirse del Imperio Bizantino, gobernado por el emperador Basilio II. Vladimiro le había proporcionado unos años antes un contingente de mercenarios con los que pudo resolver sus problemas internos y puso a raya a los búlgaros. Formaron la llamada guardia varega, que en el futuro se alimentó de mercenarios de las más diversas procedencias. Ahora el emperador se puso al frente de su ejército para invadir Bulgaria.
La fortaleza militar de Constantinopla contrasta con un primer indicio de debilidad: en la capital se había instalado una colonia de comerciantes venecianos en una situación de privilegio. Los venecianos tenían una lengua y una cultura muy diferente de la bizantina. Venecianos y bizantinos se despreciaban mutuamente, se producían continuos conflictos y por ello los venecianos pidieron al emperador un status extraterritorial, es decir, pidieron (y consiguieron) ser regidos por sus propias leyes y estar exentos de los tributos imperiales. Desde un punto de vista económico, la gran Constantinopla se convirtió en una colonia veneciana donde los mercaderes obtenían dinero fácil. Naturalmente, la contrapartida para el Imperio era el apoyo logístico de la flota veneciana. Las ciudades bizantinas del Adriático, pese a formar parte del Imperio, pidieron a Venecia que las protegiera frente a los croatas, así que el dux Pietro Orseolo extendió sus dominios hasta Split, a la que los italianos llamaban Spalato.
En Europa occidental se estaban produciendo cambios muy significativos. Naturalmente fueron graduales, pero los historiadores consideran el año 1000 como una buena fecha en la que fijar el final de la Alta Edad Media y el inicio de la Baja Edad Media. Entre los factores que propiciaron dichos cambios estaban varios adelantos en la agricultura: Durante mucho tiempo, los campos se araban principalmente con bueyes. Los caballos no eran tan apropiados, porque los arneses les ahogaban y no podían tirar con demasiada fuerza. A principios del siglo X empezó a usarse la collera, que evitaba este problema, y así resultó que un caballo podía de repente hacer el trabajo de varios bueyes. También se empezaron a usar las herraduras. Otro adelanto fue el arado de vertedera, que penetraba más profundamente en la tierra y la echaba a un lado formando un montículo al lado de un surco. Esto hacía que el agua de riego se aprovechara mejor y multiplicaba la fertilidad de la tierra.
El aumento de la productividad agrícola trajo consigo un mayor crecimiento demográfico y un aumento de la riqueza. Por supuesto, la riqueza no se distribuyó equitativamente, sino que hizo que los señores fueran más ricos, tuvieran a su disposición más caballos y más soldados. En Alemania ello contribuyó a que los ejércitos de caballeros pudieran contener a las hordas de húngaros y eslavos. En Francia, en cambio, donde no había muchos enemigos exteriores, el efecto principal fue que los señores lo tuvieron más fácil para pelearse entre sí por motivos cada vez más insignificantes. Ésta fue una de las razones por la que los eclesiásticos tuvieron interés en promover la tregua de Dios y en apoyar a una monarquía que pudiera unificar el país y evitar las destructivas disputas entre nobles.
Sobre esto hay que añadir que los nobles, especialmente los franceses, desarrollaron unas normas peculiares para la batalla: cuando un caballero luchaba contra soldados de a pie era casi invencible: acorazado en su armadura podía destrozar con su espada a cuantos infantes se le acercaran; pero cuando dos caballeros se enfrentaban entre sí era fácil que uno lograra derribar al otro, y un caballero derribado era como una tortuga patas arriba: era fácil encontrar una articulación en su armadura por donde clavar una espada. Por ello, se estableció la costumbre de que un caballero derribado debía rendirse, y entonces no debía ser atacado: simplemente era capturado y después se le liberaba previo pago de un rescate. Con estas normas "caballerosas" la guerra era relativamente segura para los caballeros y eran los villanos de a pie los que se llevaban la peor parte.
Como ya hemos comentado, esta creciente prosperidad permitió que los alemanes construyeran un sólido imperio que frenó a los bárbaros. La Iglesia se ocupó de que el emperador estuviera a la altura de las circunstancias: Otón III era un hombre culto (al menos, para el nivel de su tiempo). Hablaba latín y griego, además de alemán. Probablemente soñaba con hacer de su Imperio Germánico una reencarnación del antiguo Imperio Romano, y por ello fijó su capital en Roma.
Otra muestra del cambio de los tiempos eran los hombres que el emperador eligió como papas: después de una larga sucesión de papas ineptos que fueron meros títeres de la aristocracia romana, Otón III protegió a papas que eran auténticos hombres de iglesia. El actual, Silvestre II, era un erudito. Su gran afición eran las matemáticas, introdujo el ábaco para los cálculos matemáticos y usó los números arábigos, construyó relojes e instrumentos astronómicos, se interesó por los manuscritos antiguos, incluso de autores paganos, y logró despertar este interés en otras personas. Poco a poco, dejó de considerarse incuestionable que la ciencia antigua era obra del diablo, y empezó a surgir el interés por los textos árabes que contenían las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, etc. Naturalmente, este saber llegó al principio con cuentagotas, y además se necesitó mucho tiempo para que surgieran intelectuales capaces de aprovecharlo plenamente, pero se estaban dando los primeros pasos.
En relación con la religión y el fin del milenio hay que mencionar que no faltaron los religiosos que, basándose en el Apocalipsis, predicaron la inminencia del Juicio Final durante los últimos años. Se ha especulado mucho sobre el efecto que estos augurios causaron en la población europea, inculta y supersticiosa. Tal vez el hecho de que llegara el año 1000 y Jesucristo no apareciera pudo ser uno de los desencadenantes de un cierto sentimiento de desconfianza hacia la Iglesia como institución. En diversas ciudades de Francia se produjeron algunas protestas contra los privilegios del clero que inmediatamente fueron declaradas heréticas por las autoridades eclesiásticas y fueron convenientemente reprimidas.
Una parte importante de la política germánica fue la de evangelizar a los pueblos vecinos, de modo que en los últimos años el cristianismo se extendió de forma insospechada. Para premiar la gran labor que hizo evangelizando su país, el papa Silvestre II envió al príncipe húngaro Esteban la que ahora se conoce como Corona de san Esteban, junto con el título de "Rey Apostólico". Así Esteban se convirtió en Esteban I, el primer rey de Hungría. Los húngaros vieron en esta corona a la misma realeza, hasta el punto de que la trataban como a una persona: tenía sus oficiales, sus propiedades, etc.
Los príncipes Boleslao I de Polonia y Boleslav III de Bohemia habían aceptado el título ducal, con el que se reconocían vasallos de Otón III. Boleslao I inició un proceso de expansión. Por el norte llegó hasta el mar Báltico y por el sur no tardaría en arrebatarle a Boleslav III la región de Moravia. También declaró a la Iglesia polaca independiente del Imperio Germánico y creó un arzobispado en Gniezno. Pronto fue conocido como Boleslao el Valiente.
La fortaleza del Imperio Germánico contrastaba con la debilidad del reino de Francia. El rey Roberto II había logrado recientemente contener al duque Eudes II de Blois y de Champaña gracias a sus buenas relaciones con el duque Ricardo II de Normandía. Los vikingos que se habían asentado en esta región en tiempos de Carlos el Calvo habían asimilado completamente la cultura francesa y ahora constituían una de las regiones más fuertes y mejor organizadas del país (si es que se la puede considerar parte del país). Aquitania, gobernada por el duque Guillermo V el Grande, era prácticamente independiente. Entre Francia y Alemania estaba el reino de Borgoña, regido por Rodolfo III.
Aunque, en general, las relaciones entre Roberto II y la Iglesia eran buenas, recientemente había surgido un conflicto. Sucedía que su esposa Berta era también prima suya. Los matrimonios entre primos eran frecuentes entre la nobleza francesa, más que nada porque era difícil para un noble encontrar a una mujer de su misma clase social que no fuera pariente, pero para ello era necesaria una dispensa de la Iglesia. Por lo general estas dispensas eran fáciles de conseguir, pero a veces había interferencias políticas y algún noble podía presionar a algún eclesiástico para que denunciara un matrimonio pecaminoso en su provecho (o la Iglesia misma podía usar esta posibilidad como medida de presión). Así sucedió con Roberto II, que terminó siendo excomulgado, a pesar de lo cual se negó tenazmente a abandonar a Berta.
En Al-Ándalus Almanzor seguía invicto y omnipotente. Los reinos cristianos del norte sobrevivían a duras penas tratando de paliar en la medida de lo posible las desastrosas consecuencias de sus feroces campañas. El conde de Castilla Sancho I García se puso al frente de una coalición cristiana que se enfrentó al musulmán en Peña Cervera. El ejército cristiano empezó ejerciendo una gran presión sobre las dos alas del ejército moro, pero Almanzor hizo creer a los cristianos que estaba recibiendo refuerzos, éstos se retiraron atemorizados y a partir de ese momento Almanzor no tuvo dificultad en dominar la situación. Una vez más resultó victorioso.
El rey de Navarra García III Sánchez se había mantenido al margen del conflicto por las buenas relaciones de parentesco que mantenía con Almanzor, pero murió ese mismo año y fue sucedido por su hijo Sancho III Garcés, más conocido como Sancho III el Mayor. El nuevo rey tendría unos ocho años, por lo que su madre Jimena ejerció la regencia, junto con los obispos de Pamplona, Nájera y Aragón. De este modo, los dos reinos cristianos más poderosos, Navarra y León, tenían ahora reyes menores de edad: Sancho III el Mayor y Alfonso V.
Inglaterra se encontraba en decadencia. El rey Ethelred II era débil, su poder había disminuido al tiempo que aumentaba el de los nobles, los vikingos habían saqueado el país unos años antes y podían volver en cualquier momento. La debilidad cada vez mayor de las ciudades sajonas contribuyó al ascenso de Londres. Durante muchos años había sido una ciudad fronteriza entre los distintos reinos sajones, pero desde la unificación Londres había ido creciendo, y su resistencia al asedio vikingo seis años antes había aumentado su prestigio. No tardaría en convertirse en la ciudad más importante de Inglaterra.
El rey Olof Skötkonung de Suecia se enfrentó al rey Olav I Tryggvesson de Noruega en la batalla naval de Svolder. (Recordemos que Olav I se había apoderado del territorio a la muerte del padre de Olof). Con ello Olof pudo ocupar una buena parte del territorio noruego y el resto quedó en la anarquía. Parece ser que Svend I de Dinamarca, antiguo compañero de piratería de Olav I, luchó esta vez del lado del rey sueco.
Leif Eriksson, el hijo de Erik el Rojo, el descubridor de Groenlandia, trató de llegar a la isla. Al parecer, su intención era llegar al extremo meridional, pero el tiempo estaba brumoso y se perdió. Más adelante relató que al continuar su viaje se encontró con una tierra a la que llamó Vinland (tierra del vino), porque en ella había muchas vides. Es muy probable que Leif estuviera hablando de América, pues el continente se encuentra a unos 960 kilómetros de Groenlandia y era difícil no dar con él. Por otra parte, si hubiera navegado esa distancia en la dirección oportuna se habría encontrado con la región de El Labrador, que está helada y ciertamente en ella no crecen vides, por lo que se especula sobre si Leif llegó mucho más al sur. De todos modos, si el padre llamó Tierra Verde a Groenlandia, también es posible que el hijo llamara Tierra del Vino a cualquier cosa. Tal vez fue esto lo que pensaron sus compatriotas, porque el caso es que nadie quiso aventurarse a visitar Vinland de nuevo.
En Perú agonizaban dos culturas milenarias. Ambas habían surgido tras el desmoronamiento de la cultura Chavín: La cultura Mochica estaba integrada por un pueblo de agricultores y pescadores que construyeron ciudades con grandes templos, como las pirámides gemelas de Moche, llamadas huaca del Sol y huaca de la Luna. Construyeron un templo dedicado al Sol con 130 millones de ladrillos. También disponían de acueductos y canales de regadío. Conocían técnicas de tejido, bordado, brocado y de la tapicería. También elaboraban joyas muy trabajadas. La cultura mochica se extendió por varios valles separados por regiones desérticas que nunca llegaron a tener una unidad política.
Los mochicas habían coexistido con los nazcas, un pueblo pacífico que vivía en pequeñas aldeas dedicado a la agricultura y el pastoreo y en el que no se advierten signos de grandes señores poderosos. Habían sido grandes tejedores que dominaban el bordado, la tapicería, el brocado, las gasas, el punto de aguja, etc. Pero lo más destacado de esta cultura son dos extrañas construcciones: una es un monumento consistente en largas hileras de troncos durísimos hincados en el suelo formando grupos, y otra es una red de líneas y figuras de animales trazadas en el suelo por medio de piedrecillas y que forman imágenes de tal tamaño que sólo pueden ser apreciadas desde aviones. No se conoce su finalidad, y no ha faltado quien pretendiera ver en ellas un campo de aterrizaje para naves extraterrestres.
En su lugar se estaban imponiendo las culturas de Tiahuanaco y Huari. La cultura de Tiahuanaco, que ya contaba con dos siglos de antigüedad, se extendió por el altiplano boliviano, en la ribera del lago Titicaca. Entre sus principales monumentos destaca la pirámide Acapana, en un recinto al que se accedía por la monolítica Puerta del Sol (un bloque de andesita de tres metros de alto por casi cuatro de ancho en el que se talló una puerta rectangular). En general, las construcciones de Tiahuanaco tienden a ser monumentales, con grandes bloques de piedra representando figuras poco detalladas. Su cultura fue más militarista y no tardó en unificar el mundo andino. Sobre Huari se sabe menos, pero hay indicios de que fue una segunda capital de Tiahuanaco y constituyó el centro de un gran imperio. Se calcula que debió de albergar unas 40.000 personas.
Los toltecas habían revitalizado la cultura maya. Se formó una alianza entre las ciudades de Chichén Itzá, Uxmal, y Mayapán. Eran grandes comerciantes: navegaban en grandes piraguas con las que llegaban hasta Panamá y Cuba. Entre los negocios más rentables estaba el tráfico de esclavos: en las ciudades mayas se compraban en gran cantidad para los sacrificios humanos. Usaban como moneda el grano de cacao. El estado de guerra era casi continuo (la guerra era una fuente de esclavos más barata). Tenían pocas armas y su estrategia principal era el ataque por sorpresa. Cuando el jefe moría o era capturado abandonaban la lucha. Cada ciudad tenía una biblioteca (conocían el papel). Los sacerdotes enseñaban a leer, a escribir y a interpretar el calendario. La clase humilde no sabía leer, pero si un esclavo aprendía era liberado.
Los mayas eran de baja estatura, y tenían un sentido de la estética que, digamos, no les abriría las puertas de Hollywood: cuando nacían les apretaban unas tablas en la cabeza para deformarles el cráneo y lograr un aspecto que juzgaban más esbelto. También sujetaban una bolita del pelo de los niños para que les colgara ante los ojos y se hicieran bizcos. Se tatuaban el cuerpo y se perforaban la nariz y las orejas.
Del África negra se tiene poca información. Las fuentes árabes hablan de un reino de Tekrur, en el valle del río Senegal, formado originariamente por los pueblos Nolof y Serere, que en el siglo IX fueron invadidos por los Fulbé. Entre los ríos Senegal y Níger estaba el Imperio de Ghana, que existía al menos desde el siglo IX, si bien es posible que se remonte al siglo V. Estaba poblado por los Soninké, aunque tal vez la etnia dominante fuera otra. Mantuvo luchas constantes contra sus vecinos del norte, los bereberes. Su prosperidad se basó en la extracción y exportación de oro. Al parecer, una nobleza dominante convenció a la población de que el oro era maléfico, y que sólo los poderes religiosos del monarca podían conjurarlo, por lo que debía ser extraído y enviado al rey, para que lo purificara con las ceremonias oportunas. De todos modos, la principal actividad de esta ingenua población era la agricultura y la ganadería.
Entre los pueblos bereberes destacaban los Tuareg, a los que los árabes llamaban "hombres del velo" u"hombres azules" por su costumbre de llevar un velo negro o azul. Disponían de su propio sistema de escritura y formaban una sociedad muy jerarquizada: En primer lugar estaba el amenokal, jefe supremo de una confederación, al que sucedían los nobles guerreros ihaggaren, luego estaban los siervos o vasallos, imrad, que poseían ganado, y, por último, los iklan, cautivos o esclavos, que descendían de negros capturados en incursiones hacia el sur. Al contrario de lo que sucedió con otros bereberes, los tuareg rechazaron la cultura islámica y conservaron sus costumbres: su lengua, su escritura, su tradición de herencia matrilineal, la monogamia, etc. En la cultura tuareg la mujer goza de una gran libertad y de alta consideración.
Más hacia el este se encontraba el Imperio Songay, formado antes del siglo VIII por la unión de un pueblo de pescadores y otro de cazadores. Su capital fue Kukya, pero un poco antes del fin del milenio se trasladó a Gao, un importante centro del comercio entre los territorios islámicos y el África negra. Este cambio coincidió aproximadamente con la islamización de la dinastía gobernante: los Dia. Más al este aún estaba el reino de Kanem, datado desde finales del siglo IX y que surgió cuando una aristocracia de origen nómada se impuso sobre un pueblo sedentario. Al igual que el Imperio Songay, a finales del milenio el reino de Kanem había asimilado el islam.
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